La casa de papel: un final con poca adrenalina y mucha emoción
La recta final de La Casa de Papel son tres episodios más emocionales que adrenalínicos, con muertes, separaciones, redenciones y reencuentros al por mayor. Podrán no contentar a muchos con la partida de algunos personajes clave y ya queridos, pero en el arco que supone la narrativa de una serie, éstos son recursos casi de manual. Atención, si no estás al día, mejor no sigas leyendo...¡hay spoilers!
Así, el episodio 7 arranca con el grupo de ladrones lidiando con la herida de Moscú, quién recibió tres balazos al salir a aguantar la entrada de Tokio, nuevamente en la casa, contra la policía disparando afuera. Denver conmocionado por descubrir que no es una bala sino tres y al darse cuenta de lo grave de la situación se vuelca totalmente a cavar con ayuda de otros. Nairobi, Berlín y el Profesor intentan hacer entrar a un cirujano, pero las fuerzas de inteligencia, que ya han tomado el control y relegado a Murillo, se niegan.
Murillo despierta luego de ser tomada rehén por el Profesor, a lo que agarra una pistola que este le deja en la mesa como prueba de su confianza, le apunta intentando llevarlo otra vez a la policía, pero El profesor hace caso omiso y comienza a caminar hacia la puerta. Murillo dispara un par de veces intentando convencerlo de que no avance, pero apenas logra convencerse a sí misma. El profesor sube a la camioneta con el móvil de ella y se vuelve a escapar. Esta secuencia aparte de repetitiva ya se torna aburrida, y hay que decir que la química entre estos dos personajes nunca parece haber funcionado del todo para el televidente más exigente.
Mientras Murillo camina hasta que la levanta un tractor para devolverla a la civilización, los ladrones siguen intentando contener las heridas de Moscú infructuosamente. Cuando la agente llega a la policía se ha organizado un intervención contra ella, al mando de Alberto, su ex- que ha identificado a Sergio, alias El profesor, y la acusan de cómplice. Es relevada del mando y le quitan la placa y el arma.
Dentro de la casa de la moneda los rehenes que quedan envasan euros al vacío y se suceden tres secuencias de amor/desamor: por un lado el reencuentro de Tokio y Rio, por otro el futuro que planean Denver y Mónica, y finalmente, Berlín que sigue con ilusiones de que Ariadna se escape con él y lo cuide hasta que muera a cambio de su libertad y dinero. De las tres sólo dos seguirán con vida cuando termine el atraco. En un momento de descarga en el baño Ariadna le confiesa a Mónica que no tiene ninguna intención de cuidar de Berlín, que en cuanto esté indefenso le abandonará y que sólo por supervivencia se acercó a él. Nairobi escucha todo.
A todo esto, la policía despliega un plan para entrar a la casa, Murillo va a ver a Angel y se lleva su arma y placa, y éste despierta del coma. El episodio que le sigue es quizás más un relleno de despedidas, lágrimas y corridas, antes del gran final. O mejor dicho, un gran montaje sucesivo con escenas de los ladrones cabando a ambos lados del túnel al tiempo que muere Moscú y lo despiden, Murillo buscando el hangar donde está El profesor mediante mapas y grabaciones de locales con cámaras a la calle, y Nairobi, la siempre prolija y trabajadora Nairobi, imprimiendo los últimos billetes.
Cuando la agente encuentra el hangar y se decide a ir por su cuenta y armada, cruzamos los dedos para no volver a vivir una vez más el careo "teamo/notequieroescuchar" entre ella y "Salva". Resumidas cuentas, Murillo llega, apresa al Profesor, la golpean y de nuevo quedan enfrentados mirándose (y ya van…). Lo único destacable del momento es el argumento que esgrime El profesor respecto de cómo la línea que separa a los buenos de los malos es cada vez más relativa estos días (tal vez el mejor punto de la serie), y que lo que ellos están haciendo al imprimir 800 y pico de millones es "una inyección de liquidez". Como lo hicieron en el 2012 y 2013, imprimiendo millones de euros para ganar liquidez que luego irían a los bancos, explica el Profesor. Sólo que en este caso es "una inyección real para un grupo de inadaptados", le dice a Murillo antes de romper un billete de 50 euros en su cara ("Es sólo papel"). ¿Ficción post-crisis de UE y Brexit? Cualquier semejanza con la realidad, es pura coincidencia dicen.
Con Angel despierto ya las cosas se precipitan indefectiblemente hacia el fin: éste llama al móvil de Murillo instándola a ir al hospital, luego de un beso con el Profesor, que la libera, la agente parece haber cambiado de banco. Se dirige al hospital para ver qué le quiere decir Angel, y para asegurarse que la policía encuentre el hangar. Lo cual nos deja en el último tramo de la serie, con los operativos en marcha, la policía y los cuerpos de inteligencia moviéndose para ingresar a la casa, y los ladrones empacando todo para irse. No sin antes una pequeña confrontación entre Nairobi y Berlín, que parecen haber representado los dos extremos morales dentro de este grupo de inmorales, ya que la primera quiere quedarse imprimiendo hasta llegar a los 1000 millones y Berlín se lo prohibe, y entonces Nairobi le cuenta lo que escuchó en el baño de mujeres. El señor Torres, quizás el rehén más diligente (hasta podríamos pensar que se ha encariñado con la "Señorita Nairobi"), apaga las rotativas y empieza la retirada.
En el hospital Murillo va a ver a su amigo, a quien le confiesa todo, antes de ser apresada nuevamente y llevada a la policía, donde Inteligencia la obliga a confesar o perder la custodia de su hija. En la casa todo son tiroteos y actos heroicos de último momento, Rio salva a Tokio, Denver salva a los dos, y Mónica finalmente agarra una pistola y arremete contra la policía, graduándose de secuaz de la banda. Una vez que todos ingresan al túnel Berlín decide, previsiblemente, quedarse atrás con la pobre Ariadna, a quien ha arrastrado hasta ahí, para detener al cuerpo de policía que gracias a Allison ya han descubierto el verdadero túnel de escape y se dirigen hacia ahí. Helsinki se lleva a Nairobi que no quiere dejarlo, sellan el paso y Berlín se queda en el tiroteo hasta morir acribillado. Ariadna sobrevive, pero claramente le esperan años de psicólogo por delante.
Si bien las fuerzas de la policía llegan al hangar, los maleantes se han escapado, y se nos reconstruye el minuto a minuto de cómo fue esto: saliendo disfrazados uno a uno con nuevas identidades unos segundos antes de que lleguen los agentes. Aunque esto ya podemos adivinarlo cuando vemos un gran camión pasando a la par de los patrulleros. El mismo iba lleno del dinero y manejado por Helsinski y el Profesor.
El relato hace una elipsis y nos encontramos a 365 días del atraco, con el aniversario siendo recordado en los medios mientras Murillo come en pijama en la cama. Por lo que dicen los noticieros nos enteramos de que ella ya no está en el cuerpo policíaco. En un brote de nostalgia va a buscar las postales que "Salva" le había regalado. Sólo para darlas vuelta y darse cuenta que uniéndolas contienen las coordenadas de un lugar. Y allí va, en busca de este lugar, que resulta ser una isla paradisíaca en medio del índico o algún otro océano, y donde encuentra a Sergio, alias El profesor, o mejor dicho, al hombre que la conoció y de quién se enamoró, Salva.
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