Kate Winslet: su nuevo personaje delirante, los comentarios maliciosos y el vestuario más grotesco que le tocó usar
Desde este domingo, la actriz regresa a HBO con la miniserie El régimen, en la que interpreta el primer personaje cómico de su carrera, una tirana con ribetes grotescos, más preocupada por los gérmenes que por el bienestar de su país
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“Nunca había hecho comedia ni interpretado un personaje como éste antes. Amo reírme y hacerme la graciosa, pero hasta ahora no había encontrado el material cómico que funcionara para mí”, dice Kate Winslet al comienzo de la charla con LA NACION. La actriz británica celebrada hace décadas por sus papeles dramáticos y su capacidad para transformarse de un proyecto a otro está en plena promoción de El régimen, la miniserie de seis episodios que estará disponible desde este domingo en HBO y la plataforma de streaming Max. En la ficción, la ganadora del Oscar interpreta a Elena, la tiránica líder de un país “del centro de Europa” que está más interesada en erradicar el moho de las paredes de su ostentoso palacio, un mal que solo ella percibe, que en solucionar los graves problemas de la sociedad que la eligió para su cargo.
“Cuando leí el guion no lo podía creer. Esta mujer es al mismo tiempo terrible, graciosa, encantadora, vulnerable, insegura, irascible. Enseguida me di cuenta de que podía divertirme mucho interpretándola”, explica la actriz en la entrevista vía Zoom. Y su entusiasmo por explorar cada una de las facetas de Elena resulta evidente desde la primera vez que su personaje aparece en escena. Que es el momento en que conoce a su nuevo edecán, el cabo Herbert Zubak (Matthias Schoenaerts), encargado de seguirla a todos lados para medir el porcentaje de humedad de cada habitación en la que entra. “Es un buen hombre, que merece amor”, dice sobre el magullado soldado que acaba de formar parte de una tropa responsable de la muerte de más de treinta mineros. Con un tono entre sofisticado y aniñado, una combinación que solo Winslet puede hacer creíble y absurda al mismo tiempo, Elena no se parece a ninguno de los personajes que la actriz lleva interpretando en sus tres décadas de carrera. Después de sus inolvidables papeles en cine con la Rose de Titanic a la cabeza y su más reciente triunfo en TV con Mare of Easttown, el delirio rampante de la canciller le permite mostrar una nueva faceta desconocida además de utilizar el tono satírico para hablar de los costados más peligrosos y oscuros del poder.
Así, la miniserie creada por Will Tracy, uno de los guionistas de Succession, comienza el día del primer aniversario de la victoria de Elena que junto con una jauría de inescrupulosos ministros logró derrocar a su antecesor. Después de un año en el poder, ya resulta evidente para todos a su alrededor que la paranoica, germofóbica y volátil líder no está preparada para afrontar el puesto que ocupa pero nadie se anima o desea contradecirla. Y a ella la única opinión que le interesa “escuchar” es la de su padre muerto embalsamado en un mausoleo que visita regularmente.
“Elena está emocionalmente rota debido a la extraña infancia que tuvo, y para mí fue un desafío muy grande crear a la persona detrás de la máscara que siempre lleva puesta y mostrar quién es en realidad. Ella se esconde detrás de toda la pompa y circunstancia mientras intenta dirigir un país y fracasa rotundamente. Su debacle se acentúa cuando se enamora de esta persona, tan dañada como ella”, explica Winslet, que desde el comienzo del proyecto tuvo claro que Elena debía sonar muy diferente que ella. Es que en un principio la miniserie se llamaba El palacio y el temor era que con el antecedente de The Crown todavía fresco en la mente de los espectadores, algunos pensaran que se trataba de un nuevo relato sobre la familia británica y se tomaran en serio todo el absurdo que se ve en pantalla. Para evitar esa comparación y resaltar la sátira y el humor negro de la trama, la actriz decidió darle a su personaje un rictus facial y un seseo intermitentes además de un vestuario que se vuelve cada vez más grotesco a medida que avanza la historia.
La preocupación por la imagen de su personaje de alguna manera refleja desde el absurdo un tema con el que Winslet lleva lidiando desde que Titanic la convirtió en una celebridad global. En más de una ocasión la actriz aprovechó su posición para señalar los dañinos estándares de la industria del entretenimiento en relación con las mujeres y su influencia en la cultura general. “Creo que a lo largo de mi carrera siempre intenté ser honesta con estas cuestiones. Espero que las decisiones que he tomado en términos personales y creativos hayan reflejado la integridad de mis intenciones. No me quedó otra opción que aprender desde muy joven que no puedo controlar las críticas, los comentarios maliciosos ni las opiniones de los demás. No podés forzar a alguien a que le guste algo, solo porque vos querés que así sea. Intentarlo no solo estaría mal, sino que sería agotador. Sabiendo esto, lo mejor es seguir adelante, disfrutar de quien sos e intentar ser una buena persona. Eso es lo que hago”, revela la actriz de su filosofía de vida que está en las antípodas de la que practica la formidable y retorcida Elena, un personaje que para Winslet es un ejemplo de los considerables avances actuales de la industria audiovisual en referencia a los papeles femeninos disponibles.
“A medida que la sociedad fue cambiando en los últimos tiempos, incentivada por movimientos como el #MeToo, las mujeres fuimos aprendiendo a usar nuestra voz de modos que antes no hacíamos por miedo, porque nadie quería escuchar nuestras historias. Pero ahora la gente sí escucha y eso nos permite contar todo el espectro de lo que somos. Podemos ser imperfectas, tener problemas, ser complicadas, ser graciosas, vulgares. Y no solía ser así. Antes, los personajes femeninos ocupaban roles específicos y muy limitados. Cambió hasta el modo en que los hombres le hablan y se refieren a las mujeres en pantalla en comparación con películas viejas, en esos clásicos en blanco y negro que todos amamos. El contraste es impresionante. Así que para mí es un momento muy interesante el que estamos atravesando en la ficción porque las narraciones están reflejando las historias que queremos contar y los personajes representan la mayor diversidad que se ve más allá de la pantalla”, dice Winslet, que puso todo en práctica con El régimen -del que además de protagonista es una de las productoras-, especialmente al desarrollar la historia de amor loco de Elena, que la lleva directo al desastre. “Somos dos lunáticos que encajan como un guante”, le dice la canciller a Zubak, con un nivel de reflexión y perspectiva que perderá casi de inmediato. “Está tan desesperada por creer que él cuidará de ella que comete el error de prestarle atención a sus sugerencias disparatadas sobre qué es lo mejor para el país. Así que en el momento que él empieza a ejercer su poder ella lo sigue y termina dañando a todos justamente porque pierde su autonomía y su propia voz y lo sabe pero se enamoró. Están totalmente obsesionados el uno con el otro. El romance es tierno, emotivo, gracioso y absurdo al mismo tiempo, y esa historia de amor retorcida es una de las cosas que más me gusta de todo el programa”, cuenta la actriz que ahora en tono de comedia repite su habitual hazaña de crear personajes fascinantes e inolvidables.
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