Julia, la serie que explora el ascenso a la popularidad de Julia Child y el arte de la cocina televisada
Tras el éxito de la película Julie y Julia (2009), la nueva producción de HBO Max se detiene en cómo una mujer amante de la tradición culinaria francesa se convirtió en una popular figura en la TV de los 60
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La figura de Julia Child tuvo su momento de fama internacional hace ya algunos años, cuando Meryl Streep y Amy Adams recrearon su vida y su legado culinario en la excelente Julie y Julia (2009), de Norah Ephron. Hasta entonces, Child ocupaba un lugar de privilegio en la literatura gastronómica y un cálido rincón en la memoria de la televisión estadounidense, territorio en el que había desplegado su arte en la gastronomía francesa y su carisma inoxidable para dar nacimiento a la cocina televisada que hoy resulta tan popular y exitosa.
Pero Julia Child fue mucho más que eso, que el éxito de sus libros de cocina y su imagen en la pantalla de los hogares en los años 60; fue una mujer de mundo cuya vida dio un vuelco al descubrir que podía poner un pie en aquel mundo que parecía tan ajeno. Julia, la nueva serie de HBO Max, creada por Daniel Goldfarb (The Marvelous Mrs. Maisel) y protagonizada por Sarah Lancashire, sigue el desembarco de Julia Child en la televisión pública estadounidense, el contexto de ese cambio imprevisto de trayectoria en su vida, el hallazgo de una popularidad impensada y la gestación del fenómeno de la TV culinaria.
“Creo que hoy la televisión estaba lista para una serie como Julia”, cuenta Sarah Lancashire en una entrevista virtual con medios internacionales a la que asistió LA NACION. “Hoy más que nunca necesitamos algo para reponer nuestras almas, y hay una clara evidencia en cada uno de los episodios de todo lo de que podemos aprender de la espiritualidad indomable de Julia Child, de la sabiduría que tenía para hundir su curiosidad en la vida”. La elección de la actriz británica, célebre por sus personajes en Happy Valley o Last Tango en Halifax, fue todo un desafío para los productores ejecutivos Daniel Goldfarb y Chris Keyser, porque no solo debía adecuar el acento y recrear a un ícono de la cultura estadounidense, sino también cambiar su registro respecto a sus personajes anteriores.
“Interpretar a alguien que es tan positiva en la vida fue bastante saludable sobre todo porque muchos de mis personajes no lo han sido”, continúa Lancashire. “Internarse en mundos convulsos como los Happy Valley o Kiri, interpretando a personajes heridos, suele tener un efecto residual, que persiste después de que concluye el rodaje. Julia fue todo lo contrario, quería captar su vivacidad y su energía a través de su dedicación al arte culinario y su vocación para llevar esas creaciones a la mesa de todos los televidentes”.
Julia recorre la vida de Julia Child desde su regreso a Estados Unidos luego de su estancia en París junto a su marido Peter (David Hyde Pierce) tras el monumental éxito de su libro El arte de la cocina francesa, publicado en 1961. Entre reuniones con la editora Judith Jones (Fiona Glascott), charlas con su amiga y vecina Avis DeVoto (Bebe Neuwirth) y las intimidades del nuevo hogar en Boston, Julia descubre el poder de su presencia en televisión tras la excelsa preparación de un omelette y la conquista de un público que no sabía que estaba esperándola. La serie se concentra en los desafíos de esa entrada de Child a un medio en el que dominan el sexismo y el poder de los auspiciantes, al mismo tiempo que explora la transformación de su fama literaria en una clara vocación de showoman. Y si bien la serie se arrima a la comedia en su concepción, desnudando no solo la figura pública de Child sino la intimidad de su vida y su arte puertas adentro, el deseo de la actriz y los productores era también revelar su humanidad.
“Queríamos que los personajes fueran reales, queríamos que tanto la comedia como el drama fueran a escala humana”, explica Goldfarb en la misma entrevista. “Nos apoyamos en su ingenio, en su maravilloso sentido del humor y queríamos contar su historia con honestidad. Si no fuera por Sarah, no creo que hubiéramos tenido una serie como ésta. Elegir a una actriz habituada al drama en un papel de comedia nos permitió explorar matices y brindar al personaje una carnadura excepcional”.
El mayor desafío para Sarah Lancashire no fue solo capturar el acento americano de Child y sus movimientos corporales en el programa de televisión, sino hallar su voz en ese momento crucial de su trayectoria. Una mujer que en su madurez decide dar un giro a su vida, saltar del confort editorial a la exposición televisiva con todo lo que suponía para su vida doméstica y social. “En el comienzo trabajé con un entrenador de voz, así que estuve practicando el acento durante un largo período hasta que me di cuenta de que no era realmente un acento lo que estaba buscando. Era una voz propia, porque eso era lo que tenía Julia. Así que pasé tiempo trabajando sola, mirando todo el material disponible on line para tratar de encontrar un rango vocal que funcionara en términos de musicalidad y de imprevisibilidad. Me llevó unos cuantos meses encontrar una voz que pudiera usar cómodamente 12 horas al día. Pero con el tiempo logré sentirla como propia, y ahora sigue estando allí en caso de que la necesite. Aprendo lentamente, a mi ritmo, pero luego los personajes se quedan conmigo”.
La serie también aspiraba a construir un universo propio para el personaje, desterrando las comparaciones tanto con la película de Nora Ehpron como con los infinitos documentales que abordaron las distintas aristas de la figura pública de Child. “Intentamos hacer algo completamente diferente a la película Julie y Julia”, explica Goldfarb. “Es un período diferente en su vida: la película recorre quince años de historia en una hora; nosotros abarcamos un año de la vida de Julia en ocho horas. La película dio a Julia Child una especie de reconocimiento internacional, ahora queríamos profundizar en otros aspectos de su vida: su matrimonio, sus amistades, sus ambiciones”.
Esa progresiva expansión de la figura pública de Julia abrió las puertas a un retrato del momento en el que hace su desembarco en la televisión y lo que significa ese medio para el entorno en el que ella se mueve, tanto como lo que implica su presencia entre las directivas masculinas que conducen la cadena pública WGBH donde nació el programa The French Chef. “Julia era una inconformista. En términos de su personalidad y en términos de cómo vivía su vida y cómo veía el mundo. Su figura era absolutamente cosmopolita para los cánones en los que se movía la TV entonces. Y los años 60 fueron claves porque pusieron en el ojo público una serie de cambios políticos y sociales que estaban ocurriendo en todo el mundo”, señala Goldfarb.
Son interesantes los puntos en común que pueden establecerse entre una serie como Julia y otra como The Marvelous Mrs. Maisel, en la que Goldfarb también fue productor ejecutivo. Aún con sus diferentes edades y contextos, ambas protagonistas irrumpen en mundos dominados por varones, instan a remover prejuicios y a ejercer una voz propia incluso antes de la explosión del feminismo en los 70. Maisel está más cercana a la comedia en tanto el universo del stand up y los on liners señalan ese recorrido del personaje, pero el humor de Child que expresa Lancashire le permite dinamizar sus transgresiones. Como lo señala Goldfarb, “lo que une de alguna manera a Julia y Mrs. Maisel es que ambas son optimistas. Tienen una cualidad indestructible y están dispuestas a sortear los obstáculos del mundo, en ese mismo período de los Estados Unidos, y lo hacen con sentido del humor. La señora Maisel es del corazón de Nueva York, y es muy joven cuando comienza la serie. Asistimos al primer acto de su vida. En cambio Julia es ya es una mujer adulta, en un entorno en el que no se ha criado sino que tiene que salir a conquistar”.
Alrededor de Julia también se delinea un ecosistema de contornos reales: su marido, sus amigas, los productores del programa de TV, todos son personajes que despliegan ambiciones e intereses, que materializan un momento clave en la vida de la naciente estrella televisiva, pero que también exponen la época, sus contradicciones, sus prejuicios, su efervescencia cultural. “Al investigar la vida de Julia para preparar la serie, descubrimos que las personas que la rodearon son mucho más notables de lo que uno puede imaginarse”, revelaba el productor Chris Keizer. “Judith Jones, su editora, tradujo a Camus y Sartre, y fue también editora de John Updike. Paul Child no era solo un diplomático consumado, sino un artista y fotógrafo maravilloso, y quien diseñó la casa en la que vivían con Julia en Francia. Y Russ Morash (Franz Kanz), el director del programa de Julia, fue junto a ella uno de los creadores de la televisión gastronómica”.
De la misma manera, una de las fuentes primordiales del programa fueron las cartas que intercambiaron Julia y Avis DeVoto a lo largo de tantos años de amistad. Allí asomaba la voz verdadera del personaje fuera de la construcción de su imagen pública. “Las cartas fueron muy útiles porque representan sus pensamientos, sus propias palabras, con los giros del lenguaje y el humor que la distinguía. Las biografías y los documentales ofrecían una voz exterior, en cambio su propia escritura nos permitió acceder a su interior”, destaca Lancashire.
Por último, la serie se apoya en una clara premisa: la concepción de la cocina como una forma de arte popular. Porque Julia Child consiguió hacer accesibles a sus televidentes los secretos de una cocina prestigiosa como la francesa que parecía reservada a los círculos especializados. El ejemplo del omelette que prepara en su primera visita a un estudio de TV y que le vale cartas entusiastas de los televidentes demuestra su claro arraigo popular, a contramano de cualquier impostura o esnobismo. En ese sentido, la puesta en escena de cada receta resulta un momento de esplendor, ya sea en el estudio de TV, en el restaurant donde se reúne con amigos, o en la cocina de su propia casa. Así lo expresa Lancashire en el cierre de la entrevista: “Cada uno de los platos servidos en la mesa parecía una pintura del Renacimiento. Eran platos exquisitos, pero no querías comértelos, querías enmarcarlos como a un cuadro. Y junto con esos momentos también queríamos trasmitir la pasión de Julia Child, aquello que le daba placer y orgullo, que guardaba en sus momentos solitarios y silenciosos. Porque cuando tomas prestada la sombra de alguien te conviertes inevitablemente en el custodio de su legado”.
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