Juan Diego Botto en White Lines, lo nuevo del creador de La casa de papel
El creador de La casa de papel, Álex Pina, estrenó una nueva serie en Netflix. Se trata de White Lines, un policial cuya trama comienza con la aparición de un cadáver en una lujosa zona de Ibiza. A partir de ese momento, la hermana de ese joven que murió hace dos décadas comenzará una investigación para descubrir al responsable del asesinato. Ese camino la involucrará con la familia Calafat, un clan que se encuentra detrás de muchos negocios sucios del lugar. Y una de las piezas más importantes de ese grupo es el hijo, Oriol Calafat, interpretado por Juan Diego Botto, quien habló con LA NACION sobre éste y otros proyectos.
—¿Cómo llegaste y qué te interesó de White Lines?
—La serie está creada por los productores de The Crown y los creadores de La casa de papel. Yo fui una propuesta de la parte española, del grupo de Álex Pina y su gente habitual de casting. Entonces me llamaron, me dijeron: "Queremos que te vean los productores ingleses", tuvimos un par de días de trabajo con otros actores para conformar a la familia Calafat, y ahí fue cuando leí los guiones. Me interesaba la combinación, me parecía muy extravagante e interesante. The Crown es una serie muy británica, de mucha calidad, con todo muy cuidado. La casa de papel es uno de los mejores productos audiovisuales españoles, es muy rock and roll, muy género, y la combinación de ambos factores me parecía enormemente interesante. Y la historia sucede en medio de este mundo de sexo, drogas y rock and roll que está planteado en esta trama que es un thriller, que es un policial, que es una comedia, que es un drama y todo lleno de música. Así que realmente era todo apetecible.
—Oriol es un verdadero cúmulo de excesos, ¿cómo fue tu trabajo para componerlo?
—Él es un delirio maravilloso, creo que nunca he interpretado a un personaje que tenga un viaje tan intenso. Es un personaje que tiene todo muy al límite, nada está sugerido. Entiendo que es una suerte de punching ball de de la serie, de quien de entrada vas a pensar que es el responsable de cualquier cosa, y que si hay un asesinato tiene que ser él. Es un personaje que no hace más que sufrir y recibir golpes, y precisamente ahí Álex me decía: "Es un personaje que sufre, que todo lo encarna desde el dolor", y desde ahí lo encaré. Es como un niño que busca desesperadamente que el papá le diga al menos una vez que ha hecho las cosas bien, y realmente esa es la única premisa de la que realmente me guié.
Ibiza en esta historia es Ítaca, es ese lugar idílico al que regresar
—¿Cómo es entrar a un mundo creado por Álex Pina?
—Ha sido un viaje estupendo, porque Álex es un tipo muy entusiasta con lo que hace. Y le gusta que toda la gente que trabaja con él entienda y se embulla de ese entusiasmo y de esa comprensión del material. A todos los actores nos ha pasado en otras experiencias que hablas con los guionistas o con el showrunner y llegas a la conclusión que no sabes por qué escribieron algunas cosas, pero esto nunca lo tuve con Álex. Con él todo tenía un por qué, y él quería que entendieras ese por qué, que participaras del proceso creativo. Todos los lugares a los que llegó con su grupo de guionistas estaban trabajados y meditados, le gustaba que formáramos parte de saber por qué estábamos viajando hacia ese lugar. Y esos lugares siempre son extremos. Yo creo que todos los actores pasamos por la situación de hacerle una llamada y decirle: "Pero Álex, ¿cómo voy a llegar hasta ahí?", y después de una hora de conversar era decirle: "Claro, vale, hay que saltar". Y al final el juego con Álex tiene mucho que ver con eso, tiene que ver con saltar. A él le gusta pasar por precipicios y ahí hay que saltar.
—En la serie hay una Ibiza que tiene mucho de fantasía, con una idea de pasarlo bien todo el tiempo. Y eso llega en un momento donde el mundo está en cuarentena, ¿cómo pensás que el público va a recibir una ficción en la que se respira tanto aire libre?
—Ibiza, en esta historia, y yo creo que más por el contexto en el que estamos viviendo que le otorga otra dimensión que quizá no tenía antes, es Ítaca, es ese lugar idílico al que regresar. No es tanto la Ibiza real como la Ibiza imaginada. Yo imagino que cuando Ulises regresaba a Ítaca no era el lugar donde estaba Penélope tejiendo, y esto es Ibiza en esta serie. Se trata del lugar de la magia, el lugar donde se conquistan los sueños y al que van estos chavales en los noventa para ser DJ. Ibiza realmente es un lugar espléndido, pero aquí tiene un filtro de Instagram. La serie juega mucho con la melancolía porque constantemente viajamos en dos tiempos, los noventa y el tiempo de la ilusión, las promesas, los amigos inseparables y los sueños. Y también está el tiempo de hoy, en el que esos amigos que iban a ser los grandes DJ del mundo, ahora son traficantes de droga con problemas de divorcio y con un cadáver de por medio. Como que la vida no termina siendo ese lugar magnífico que fue veinte años atrás y en donde mirar lo que son con respecto a lo que pensaron que serían, no es tan grato. Y eso también es una cosa que está presente en la isla, la visión del pasado y la realidad del presente.
—¿Cómo pensás que quedará la industria luego de esta pandemia?
—Vivimos un tiempo donde la industria, en general, viene cambiando rápidamente. Los últimos diez o quince años han sido de grandes cambios, y esto posiblemente los acelere. Uno de los más evidentes y dolorosos tiene que ver con las salas de cine. Creo que hay muchos salas que no se van a recuperar de esta pandemia, y eso va a implicar que las plataformas online cobren una dimensión que las va a fortalecer y que van a cambiar los hábitos de consumo. Pero al final pueden cambiar muchas estructuras, pero lo que no creo que cambie es la necesidad de la gente de ver historias. Pero si hay algo que por lo menos aquí hemos podido comprobar es que a pesar de lo que se pueda decir de las cuestiones más imprescindibles cuando estás confinado, hubiera sido literalmente insoportable esta pandemia sin cultura, sin cine, sin series, sin libros y sin música.
—Vos tenés familiares en la Argentina, ¿qué te cuentan con respecto a cómo se vive la pandemia en este país?
—Me escribo muy a menudo con ellos. Cada dos o tres días nos vamos contando, yo tengo familia numerosa porque tengo muchísimos primos, que además ya tienen muchísimos hijos. Por suerte están todos bien, que eso siempre me va dando tranquilidad, y con las preocupaciones compartidas. Yo creo que lo que se comenta aquí se comenta allí, y es la repercusión económica, cómo vamos a salir con todo lo que viene después, y las dificultades naturales porque extrañamos, tenemos ganas de abrazar, de salir, de ver a papá. Todas estas cosas que me comentan mis primos nos están pasando a todos tanto aquí como allí.
—En la Argentina protagonizaste dos grandes películas, Martín (Hache) y Roma, ambas dirigidas por Adolfo Aristarain, ¿cómo fue tu trabajo con él? ¿Tenés planes para volver a trabajar en el país?
—La última vez que supe de Adolfo estábamos viendo un guión (se refiere a La muerte lenta de Luciana B. un proyecto que se canceló hace poco menos de diez años), pero finalmente no cuadró y me dio muchísima lástima porque, como decías, dos de mis mejores películas las hice con él, y de mis mejores experiencias en cine también las viví con él, y es de las personas que más quiero y más me ha enseñado de cine. Por mi parte, yo tenía el proyecto de estrenar una obra de teatro en España en septiembre, y ya habíamos hablado de hacerla en Buenos Aires para 2021, pero ahora mismo está todo en veremos. Mantenemos la voluntad de intentar ir el año que viene. La obra es un texto que escribí yo, un monólogo en el que interpreto a Federico García Lorca. Pero ahora mismo pensar en teatro es difícil.
—¿Cómo fue la experiencia de trabajar en Escuadrón Suicida 2?
—Fue algo magnífico. Yo nunca había participado en una producción tan inmensa. Fueron seis meses de filmación con mucho tiempo de preparación, y con un equipo maravilloso capitaneado con un tipo divertidísimo como es James Gunn, que tiene las cosas clarísimas y es muy generoso en su visión. Todo lo que yo tenía era con Margot Robbie, que también fue una compañera enormemente generosa. Lo pasé francamente bien, nunca había hecho una cosa así con monstruos y pantalla verde, imaginándote cosas que te atacan, fue una experiencia muy divertida.
Como decía Adolfo Aristarain, uno tiene que encontrar su propio lugar en el mundo
—¿Pensás que los superhéroes pueden ser clave al momento de convocar nuevamente al público a los cines?
—Es probable. En los últimos años, quienes vienen tirando de la taquilla en los cines son las producciones de superhéroes y es posible que sea lo que vuelva a sentar a la gente en una sala.
—¿Te resulta una prioridad actuar en Hollywood?
—Tengo 44 años, si el eje fuera llegar a Hollywood ya llego tardísimo. No es un eje para nada, es una cosa que está muy bien, este proyecto cayó muy bien, hice televisión en Estados Unidos y es fenomenal cuando hay proyectos que se aprovechan y se disfrutan. Pero uno disfruta producciones que vienen de cualquier lado. Por ahí yo lo pasé mejor rodando en las calles de Buenos Aires, o participando de una película más chiquita, o contando una historia como la de White Lines con un grupo de gente magnífico, que en otras ocasiones en proyectos que a priori parecían inmensos y destinados al éxito. Creo que uno tiene que buscar su propio lugar, como decía Adolfo, su propio lugar en el mundo, y su propio lugar en el mundo cultural. El mío tiene que ver con contar historias que me satisfagan, que aporten algo y en las que disfrute como actor.
—Puede que sea un poco apurada esta pregunta, pero ¿cuál es el futuro de White Lines?
—Yo nunca soy el mejor para valorar el futuro que le espera a una ficción, pero lo que sí te digo es que si me preguntaras a mí te diría que esta serie tiene material como para siete temporadas. Y no solo me sucede a mí, sino a todo el equipo. Todos los actores tenemos un WhatsApp donde no hemos dejado de escribirnos desde que terminamos. Lo pasamos tan bien, nos compenetramos tanto, disfrutamos tanto este proyecto, y creemos tanto en él, que estamos convencidos de que si a la gente le gusta la mitad de lo que nos gusta a nosotros, va a ser un éxito mundial. En ese caso creo que ninguno de nosotros tendría problemas de pasarse los próximos años en Ibiza.
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