Jóvenes altezas: una serie sueca que es mucho más que una cruza entre The Crown y Elite
Ligera pero sensible, en apenas seis capítulos esta ficción delinea una historia que pone al melodrama clásico en función de un relato muy conectado con su época
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Jóvenes altezas (Young Royals, Suecia, 2021). Dirección: Erika Calmeyer, Rojda Sekersöz. Guion: Lisa Ambjörn, Sofie Forsman, Tove Forsman. Elenco: Edvin Ryding, Omar Rudberg, Malte Gardinger, Frida Argento, Nikita Uggla, Pernilla August. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
La conexión absoluta con su época es una fortaleza indiscutible de esta serie sueca. Dicho más pomposamente, Jóvenes altezas captura el zeitgeist de esta era de fluidez genérica con gracia, sensibilidad y sensualidad. En apenas seis capítulos de unos 40 minutos cada uno consigue delinear una historia que utiliza algunos de las prerrogativas del catálogo genérico del melodrama clásico en función de un relato muy contemporáneo en forma y fondo.
La odisea sentimental del príncipe Wilhem (muy buen trabajo de Edvin Ryding), convertido por una desgracia familiar que lo marcará de por vida en el heredero obligado de la corona sueca, está atravesada por la tortura de los mandatos: una relación tan fuera de foco para los cánones de la realeza -amor gay con un plebeyo interpretado por el venezolano Omar Rudberg, figura en ascenso de la música pop sueca- lo deja expuesto a las presiones agobiantes de su madre y a los prejuicios de gente de su propia generación que lo envidia sin mucho decoro a pesar de ser parte del círculo de privilegiados de la nobleza.
Jóvenes altezas también es una serie valiosa por su manera sutil de presentar al anacronismo de la monarquía como un mundo patético sin cargar las tintas (es decir, sin sobreactuar su postura frente al absurdo). En ese microcosmos ridículo, los poderosos operan básicamente a fuerza de arbitrariedades. Y la segunda línea se preocupa sobre todo por fomentar logias y traducir su temperamento aspiracional en envidias y ensoñaciones maliciosas.
Pero más allá de los tópicos que la serie aborda con profundidad pero sin entregarse al solemne tono reflexivo que es moneda corriente en mucha de la producción actual, hay aquí un discurso visual que está por encima de la media de las producciones de Netflix. El trabajo con los primeros planos, la fluidez con la que se mueve la cámara, el nivel de las actuaciones, la capacidad para armar personajes que no sean apenas una fachada y justamente por eso faciliten la identificación con ellos hacen de Jóvenes altezas una sorpresa agradable. Sorpresa porque en la previa su estreno se habló mucho de un “cruce entre The Crown y Elite”, y lo cierto es que esta serie es más que eso.
Jóvenes altezas no oculta el acné ni las dentaduras imperfectas de sus protagonistas, se interroga sobre la definición y el valor de la belleza, acompaña el fluctuante deseo sexual de los personajes, los entiende en lugar de juzgarlos y revitaliza el encanto del amor imposible, ese tópico atrapante que la ficción universal probablemente nunca abandone. Y lo hace desde una perspectiva que toma en cuenta muchos de los intereses de la generación Z, incluyendo una efectiva banda sonora que aliviana el peso de un entorno ceremonioso, virado esta vez hacia la ligereza de la fantasía pop.
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