Joaquín Furriel: “A los argentinos nos cuesta mucho reírnos de la grieta”
El actor habla de su nuevo proyecto, una comedia que acaba de estrenar Star+ y que imagina todo lo que podría ocurrir si nuestra selección llega a quedar afuera de un Mundial: “Es el mayor miedo que podemos tener”, reflexiona
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“En España no se hubiera podido hacer una ficción como esta. No existe directamente esa opción”. Desde Madrid, Joaquín Furriel habla de Robo mundial, la serie que protagoniza y acaba de estrenar la plataforma de streaming Star+, con una perspectiva que le permite analizar con fundamento la realidad que vive la producción audiovisual a uno y otro lado del Atlántico.
En un diálogo vía Zoom con LA NACION, Furriel no se sorprende de encontrarse una vez más en España para filmar una película mientras habla del proyecto más reciente que hizo en la Argentina, concebido para acompañar desde el streaming la expectativa por el comienzo inminente de Qatar 2022.
Con Gabriel Nicoli (uno de los autores y realizadores de la reciente serie sobre Carlos Monzón) como director y showrunner, Robo mundial cuenta lo que ocurre cuando el seleccionado argentino sufre una sanción disciplinaria que lo deja afuera de un Mundial para el que ya estaba clasificado. Acompañan a Furriel en el elenco protagónico Benjamín Amadeo, Carla Quevedo y Javier Gómez. Los guiones llevan la firma de Nicoli, Martín Caamaño, Marcela Guerty y Jesús Braceras.
“Gaby Nicoli se plantea una pregunta clave: ¿cuál es el mayor miedo que podemos tener los argentinos hoy? La inflación ya es un miedo con el que convivimos y lamentablemente conocemos muy bien. Pensá en los italianos, que por segunda vez consecutiva están afuera del Mundial, imaginate el dolor que tienen al verlo desde afuera con toda la importancia que le dan al fútbol. Lo que propone la serie es qué nos pasaría si llegara a ocurrir algo algo así, quedarnos sin Mundial”, reflexiona el actor.
-La serie parte de esa premisa, ¿cómo sigue?
-Se arma un grupo de gente totalmente dispar y muy poco capacitada para hacer algo realmente extraordinario: robarse la Copa del Mundo, que está en Buenos Aires por una gira promocional, y negociar a partir de ella la posibilidad de que la Argentina vuelva a lugar el Mundial. Cuando leía el guion veía que la historia no se instalaba del todo en un solo lugar. Va explorando diferentes cosas, géneros, miradas. Va cambiando. Por momentos es realmente absurdo lo que pasa. Y también hay homenajes a los grandes héroes de las películas de acción de los años 90 en la Argentina. Quienes conocen estos temas van a descubrir cosas que van más allá del hecho del robo de una Copa del Mundo.
-¿Cuál es el lugar de tu personaje en esta trama?
-Lucho Buenaventura está desesperado por tratar de armarle a su hijo una realidad distinta a la que le toca como para generarle otra cosa. Es una premisa parecida a la de La vida es bella en otro contexto. Ese chico no tiene madre porque Lucho enviudó y le promete llevarlo al Mundial para que recupere la felicidad porque es fanático de Messi. El tipo vende todo para llevarlo y en un momento se entera que la Argentina quedó descalificada y que está a punto de perder todo. Por eso decide juntar a sus compañeros de trabajo y robar la Copa para que la Argentina pueda volver al Mundial.
-Dijiste que la trama exploraba diferentes géneros y miradas.
-Sobre todo me hizo acordar a algunas comedias absurdas del cine independiente norteamericano. Hay en esta historia una combinación de mundos posibles. armada con el objetivo de divertir y generar a la vez una conexión con el Mundial a partir de una ucronía. Algo que, por suerte, no podría llegar a pasar en la realidad [risas]. Y a partir de la torpeza de los personajes, tan diferentes entre sí, la serie tiene algo genuinamente argentino. Algo que nos duele mucho. La desesperación que tiene este grupo por buscar alguna forma de hacer justicia.
-Y de manera completamente improvisada, porque jamás hicieron algo así.
-Sin ningún tipo de logística. Hay en la serie un gen argentino a la vista y lo bueno es que podemos reírnos de él. Esto también me convenció de sumarme al proyecto y me llevó a otra pregunta: ¿qué pasa si nos animamos a reírnos un poco de nosotros mismos y de lo que nos pasa? Me parece que nos estamos tomando demasiado en serio. En este punto veo que a los argentinos nos cuesta mucho reírnos de la grieta, que se toma como algo extraordinariamente solemne. Nadie se ríe de eso, ni de un lado ni del otro. No tenemos sentido del humor. Por eso, creo que Robo mundial es una comedia que viene muy bien para estos tiempos de crisis. Los personajes no se desligan para nada de todo lo que pasa a su alrededor. Se hacen cargo. Y no solo eso, sino que deciden ir para adelante. La serie muestra algo muy argentino: cuando aparece una injusticia, es mi justicia la que vale para remediarla o corregirla. Tenemos esa visión. Cuando vemos que algo es injusto, enseguida nos convertimos en justicieros.
-¿Qué estuviste haciendo últimamente en España?
-Estuve filmando en Málaga la película Devoción, una historia muy autoral, muy independiente, dirigida por el catalán Rafa Russo, con quien ya había trabajado en El año de la furia. Llevo hechas en España ocho películas. Son seis, siete años que ando por acá. Un tiempo largo que me dio la posibilidad de conocer mucha gente a la que valoro y quiero mucho. Mi base es Buenos Aires, por supuesto, pero cada vez que llego a Madrid la siento como una segunda ciudad para mí. La conozco bien, me siento muy a gusto acá.
-¿Cómo empezó esta historia tuya con España y el cine español?
-Fue cuando hice Cien años de perdón, una película que anduvo muy bien acá y gracias a ella empezaron a llamarme. Primero fue El faro de las orcas, que hice con Maribel Verdú. Después trabajé con Julio Medem y mucha otra gente que hace un cine muy bueno. Se dio todo así, yo nunca vine a buscar trabajo a España. Tuve la oportunidad de filmar en Madrid, en Asturias, en Cataluña, en Gibraltar, varias veces en las islas Canarias. Y esta fue la primera vez en Andalucía. Quedé fascinado con su gente y con una región culturalmente muy potente.
-¿Es Madrid el Hollywood europeo, como empieza a decirse ahora?
-No hay dudas de que Madrid se transformó en el centro de la ficción hispanohablante y un lugar en el que confluyen muchos talentos llegados de diferentes partes de Iberoamérica. Hay plataformas muy fuertes instaladas acá y se filma mucho. Series, películas. Hay de todo, cosas interesantes y otras no tanto. Más allá de eso, considerando mi edad y mi recorrido profesional, puedo decir que nunca recibí en España un proyecto de la calidad que tiene El reino. A pesar de todo lo que nos pasa y las muchísimas dificultades que atravesamos, Buenos Aires es una de las mejores ciudades del mundo para vivir siendo actor.
-¿Qué ventajas le encontrás?
-La cantidad de propuestas culturales que tiene es impresionante. Es una gran ciudad cultural. Seguimos a pesar de todo teniendo un cine que hace fuerza por estar, por hacerse oír. Fijate el caso de Darín. Acá en España, Ricardo es tan importante y valorado como en la Argentina. Es un excelente embajador por su talento, por su compromiso con el trabajo y por lo buen compañero que es. Y cuando lo vemos haciendo Argentina, 1985 nos damos cuenta de la calidad de las cosas que se hacen en nuestro país. Tenemos grandes ficciones que refuerzan nuestra identidad. Robo mundial es un muy buen ejemplo. Una serie argentina de verdad. En España no se hubiera podido hacer una ficción como esta. No existe directamente esa opción.
-¿Hay algo que identifique desde tu mirada a estas ficciones para que sean reconocidas como argentinas frente a las demás?
-Nosotros estamos acostumbrados al cine estadounidense porque es el que tiene la mayor penetración mundial. Y en esas historias se destacan los grandes héroes. Nosotros, en cambio, tenemos a los grandes antihéroes, como los personajes que hace Darín en Nueve reinas o en las películas de Campanella. Cuando leí el guion de Robo mundial tuve la misma sensación con mi personaje.
-Hace poco, Guillermo Francella dijo que filmar la serie El encargado fue equivalente a hacer tres películas. ¿Te pasó lo mismo con Robo mundial?
-En septiembre de 2021 terminamos la tercera temporada de El jardín de bronce, que se va a ver en 2023. Fueron cuatro meses y medio de trabajo para hacer ocho episodios de una hora cada uno. Robo mundial, en cambio, nos llevó dos meses para hacer seis episodios de 30 minutos. Para mí fue como hacer una película, no tres. Por suerte, El jardín de bronce me dio un buen entrenamiento. Yo no llevo hechas muchas series. El jardín de bronce, El reino y ahora Robo mundial. Nada más. Me interesó este proyecto porque me corría un poco de los géneros en los que generalmente me muevo. La zona en la que más me gusta estar es la del cine y el teatro.
-Se dice que el futuro de las ficciones pasa por estos nuevos formatos de series concebidas para el streaming. ¿Pensás lo mismo?
-Estamos en ese momento, sin dudas. Pero yo no nací en el mundo de las series. Tuve hasta ahora la posibilidad de hacer teatro, cine y mucha televisión, pero en mi agenda para el año que viene la prioridad pasa solamente por el cine. Sigue siendo para mí un espacio valioso que busca afirmar su lugar. Las series son interesantes por sus variantes y por el riesgo que proponen, pero no son diferentes a filmar una película, son algo muy parecido. Apenas vuelva a Buenos Aires empiezo a ensayar para la nueva película de Celina Murga, que voy a filmar en enero. Ese va a ser mi próximo proyecto.
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