Con una carrera de cinco décadas repartidas entre la estrella de la historia y la invitada que se roba la escena, como ocurría en Fargo, Legion y 24, Smart es ahora la dueña de todas las miradas
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NUEVA YORK.- Jean Smart sabe comprometerse. Cuando estaba por finalizar el rodaje de Mare of Easttown, la sombría miniserie de HBO donde interpreta a Helen, una bisabuela malhablada y adicta a los videojuegos, Smart tuvo una idea. Se le ocurrió que en la escena en la que su hija Mare (Kate Winslet) sale para tener una cita con un hombre, el personaje de Helen tenía que asomarse por la baranda de la escalera para espiarla.
La primera toma salió bien, y las siguientes tomas, lo mismo. Hasta que en determinado momento, Smart se asomó demasiado, se cayó por la baranda y rodó escaleras abajo hasta quedar de espaldas sobre el piso. Winslet se abalanzó para ayudarla. “Pensé que se había roto todos los huesos del cuerpo -dice Winslet al recordar el momento-. Y desde el piso decía: ¡Carajo! Esto me pasa por hacer cosas de más. ¿Cuándo voy a aprender? Hago cualquier cosa por arrancar una risa.” Winslet la tranquilizó, pero a Smart solo le importaba una cosa: “¿Pudieron grabarlo? ¿Quedó bien?”
A los 69 años, Jane Smart no es ninguna ingenua. “Y nunca lo fui”, dice ahora. Durante sus casi cinco décadas en la industria del espectáculo, lleva acumuladas nueve nominaciones al Emmy —tres por comedia, cuatro por drama, dos por miniserie— y tres estatuillas, todos como actriz invitada o de reparto. Durante años, Hollywood pareció subestimarla, para luego redescubrir, con asombro y placer, que Smart realmente, verdaderamente, y ciertamente sabía actuar. “La verdad que no conozco un actor mejor que ella”, dice su histórica colaboradora, Linda Bloodworth-Thomason. “No se me ocurre nada que no pueda hacer.”
En los últimos años, tuvo un lugar en producciones televisivas de calidad, como en su rol de matriarca de la mafia en la segunda temporada de Fargo, como una terapeuta poco ortodoxa en Legión, y como una agente del FBI con una historia personal complicadísima en Watchmen. Y mientras Mare of Easttown se acerca a su episodio final, Smart ya saltó de nuevo a la pantalla con Deborah Vance, una famosa comediante, en Hacks, la hilarante serie de HBO Max. Su rol protagónico y el inusual caso de que su nombre aparezca primero en el cronograma de rodaje convierten su trabajo en Hacks en el punto culminante de un resurgimiento actoral que sus fans celebran en Twitter. “Es todo muy raro, porque no me siento mejor actriz ahora que antes”, bromea Smart.
Nostálgica y pragmática, Smart habla desde su casa en Los Ángeles, encaramada sobre una silla de diseño rococó tapizada en satín rosado. Las paredes están adornadas con estampas de flores, y sobre su hombro asoma una foto de su esposo, el actor Richard Gilliland, que falleció repentinamente en marzo último. Su triunfo profesional la encontró en un momento de duelo personal. “En nuestra familia quedó un inmenso espacio vacío que no logramos asimilar”, dice.
Jean Smart creció en Seattle, la segunda de cuatro hermanos. Estudió teatro en la Universidad de Washington —como es muy alta, le tocaban muchos papeles de villana—, y se casó la noche en que se recibió. Fue esposa de un marine durante varios años, hasta que ese matrimonio se terminó y volvió a la actuación, mudándose a Nueva York, donde increíblemente logró ensayar el papel de Lady Macbeth e interpretar simultáneamente a una lesbiana moribunda en una producción de Last Summer at Bluefish Cove.
Poco después, unos productores la vieron en una obra de Broadway y la mandaron a Los Ángeles para probarla en un papel de la serie Teachers Only, que duró solo una temporada más. Pero siguieron otros roles en TV: secretaria, guardiacárceles, de ladrona de joyas. Ya por entonces era difícil encasillarla. Tal vez era por su estatura (1,75 metros). Tal vez por su talento innato para la “comedia tonta”, pero con un toque de elegancia y melancolía. O tal vez, como dice Melissa McCarthy, que trabajó con Smart muchas veces, “porque una persona tan interesante, tan inteligente y tan buena como ella es imposible de encasillar”.
Interpretó a la ladrona de joyas como adversaria de Annie Potts en un episodio de Lime Street, una serie escrita por Linda Bloodworth-Thomason. Cuando Bloodworth-Thomason empezó a imaginar la serie que sería Designing Women, lo hizo teniendo en mente a Smart y Potts. A Smart le encantaba el tono de Designing Women pero dudaba, en parte porque el contrato implicaba un compromiso a cinco años. “La noche antes de aceptar el papel, no podía parar de llorar”, recuerda Smart. “Soy actriz justamente porque no me gusta hacer todo el tiempo lo mismo.”
Pero no hizo lo mismo todo el tiempo. Smart nunca pensó en ese programa como en “una sitcom” y nunca actuó como si lo fuese. Jamás se le ocurrió —nunca se le ocurre—, poner menos que todo su arsenal completo de habilidades, para el rol que sea. En teoría, el personaje de Charlene, la jefa de oficina de una empresa de diseño de interiores, podría no haber sido más que una rubia dulce y desabrida, pero Smart le aportó resiliencia, una vida emocional tangible, y según la propia Bloodworth-Thomason, un asombroso grado de realismo. “No había una diferencia discernible entre su actuación y el simple hecho de vivir -dice Bloodworth-Thomason-. El mayor don que puede tener un comediante es ese tipo de autenticidad.” Y como era la única actriz no sureña del elenco, también hizo un trabajo excepcional con el dialecto. “Había magia cuando trabajábamos”, dice Potts. El programa se estrenó en 1986 y se emitió hasta 1993, tuvo 22 nominaciones al Emmy.
Smart dejó la serie al concluir su contrato, en 1991. Rebotó entre el cine, los telefilms y las series. En 2000 y 2001, se llevó el Emmy como estrella invitada en Frasier, y ese fue uno de sus primeros “resurgimientos”. Cinco años después interpretó a una astuta primera dama en 24, y en 2008 ganó otro Emmy como actriz secundaria por Samantha Who?, otro resurgimiento más. Pero entre esos roles destacados, hay muchos otros olvidables. “Siempre fui un poco actriz de reparto y otro poco protagonista, y entonces nunca sabían bien dónde ponerme”, señala al analizar su carrera. Y a veces eso le dolía. “Creo que para un actor no hay nada más doloroso que saber todo lo que tiene para dar y no tener la oportunidad de hacerlo”, dice.
Y de repente, otra vez empezaron a aparecer oportunidades. Noah Hawley, el showrunner responsable del actual resurgimiento de Smart, no había visto mucho de su trabajo anterior, pero recuerda que en la audición para Fargo, “Ella simplemente se adueñó del papel”.
Después vinieron sus roles en Legion y en Watchmen. La primera aparición de Smart en Watchmen comienza con un robo a un banco y termina con ella llorando en una cabina telefónica. Por el camino, liquida a un terrorista y acaricia un vibrador azul de tamaño descomunal. “En ese episodio, cada cosa que le pedimos que hiciera era terriblemente difícil, y ella hizo todo sin dudarlo”, dice Damon Lindelof, el creador de Watchmen. En realidad, dudó, pero solo hasta que los productores le aseguraron que no tendría que hacer nada con el juguete sexual más que acariciarlo.
A pesar de lo variadas que son las mujeres que le ha tocado interpretar, todas pertenecen más o menos a la amplia categoría de mujeres “duras”. También Helen, de Mare of Easttown. Smart tampoco es una mujer débil. Su accidente de escalera en Mare le dejó con una costilla rota y una conmoción cerebral. Pero estuvo de vuelta en el set tan pronto como los médicos y la cuarentena se lo permitieron. “Tuve suerte de no romperme la nariz, un brazo o algo que me impidiera volver al trabajo”, dice aliviada.
Estos personajes recientes son de mujeres plenamente empoderadas que se desentienden de lo que el mundo pueda pensar de ellas. Pero no es así como Smart se ve a sí misma. “Siempre me ha interesado lo que piensa la gente -explica-. Pero puedo canalizar a esas otras mujeres con toda facilidad.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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