I'll Be Gone in the Dark: la escritora que atrapó al asesino serial después de morir
Esta es la historia del asesino serial que mató a su última víctima sin saberlo y de la escritora que lo atrapó después de muerta. La escritora es Michelle McNamara, cuyo libro I’ll be gone in the dark es la base de esta nueva serie documental de "crimen verdadero" El asesino sin rostro, que acaba de estrenar HBO. Este género es uno de los más populares de la actualidad y, como tal, suele ofrecer la repetición de una fórmula probada más que invención y novedad. El libro de McNamara (y la serie), sin embargo, encuentra su singularidad en una original combinación de investigación y autobiografía: no se trata solo de la pesquisa del llamado asesino del Golden State –Joseph D'Angelo, un expolicía de 74 años que ayer confesó haber matado a 13 personas para evitar una condena a muerte, y cuya sentencia se espera para agosto próximo –, sino del relato de la obsesión de la autora con los crímenes reales y con este asesino en particular, una obsesión que terminó costándole la vida.
McNarama empezó a descubrir su fascinación por el crimen en la adolescencia, luego de que una vecina de su casa de Illinois fuera asesinada. Estudió literatura y se mudó a Los Angeles donde intentó convertirse en guionista de TV pero, en el ambiente hipercompetitivo de la ciudad, no pudo hacerse un lugar. Por casualidad, mientras tomaba una copa en un club de stand-up, conoció al actor y cómico Patton Oswalt, con quien se casaría y tendría una hija. En 2006, descubrió los blogs dedicados a los crímenes sin resolver, uno de los intereses que compartía con su flamante marido, y en poco tiempo empezó el propio.
Fue en el reencuentro con esta vieja fascinación que su escritura floreció. Su blog True Crime Diary se volvió uno de los más populares de los Estados Unidos y la puso en contacto con una red de detectives amateurs. Así descubrió un caso que se volvería su obsesión: uno de los mayores violadores y asesinos seriales de California que –a diferencia de otros criminales de su calibre como el Zodiac Killer– era prácticamente desconocido. La policía lo había llamado el "acosador nocturno original", "el saqueador de Visalia" o "el violador del Area Este". Entre 1974 y 1986 cometió al menos 13 asesinatos y 50 violaciones, para luego desaparecer. McNamara lo rebautizó "el asesino del Golden State", el nombre que finalmente perduró, y se puso a seguir su rastro, que en ese momento tenía más de dos décadas de antigüedad.
El rescate que hizo de esta historia junto a sus nuevos hallazgos se publicaron en la revista Los Angeles y eso llevó al contrato por un libro. Si bien llevaba toda la vida leyendo sobre los asesinos más sanguinarios, esta vez pasó años intentando vivir en la mente de un criminal, algo muy distinto. Su investigación minuciosa implicó tal inmersión en los detalles más escabrosos de asesinatos y violaciones que tuvo un costo personal. Aunque registraba antecedentes de ansiedad e insomnio, estos síntomas se agravaron cuando empezó a escribir su libro. No solo hizo ampliar el sistema de seguridad de su vivienda, sino que empezó a tomar drogas más poderosas conciliar el sueño, entre ellas fentanilo, un opiáceo treinta veces más fuerte que la heroína. El 21 de abril de 2016, por una sobredosis accidental de este narcótico, falleció mientras dormía, curiosamente el mismo día y por la misma causa que Prince. Su deceso acaso se puede contar como la última muerte atribuible al asesino al que le dio nombre.
A pesar de que llevaba tres años de trabajo, el libro aún no estaba terminado, de modo que Oswalt convocó a dos colaboradores para completar el debut literario de su mujer. En febrero de 2018, finalmente, el texto fue publicado y se volvió un best seller. Dos meses después, en parte gracias a los nuevos datos aportados por la tarea detectivesca de McNamara y también al renovado interés en el caso que generó su libro, un círculo perfecto terminó de cerrarse: la policía pudo identificar y arrestar al criminal, 32 años después de que se lo viera por última vez y dos años después del fallecimiento de McNamara.
La serie, que tiene seis episodios, cuenta esta historia personal al tiempo que desgrana los crímenes de su sujeto. Como en el libro, escuchamos la voz de la escritora desde más allá de la muerte pero, dado que la televisión es un medio visual, se siente su ausencia y los recursos para paliarla (manos anónimas que escriben en un teclado, una boca que habla ante un micrófono) se vuelven reiterativos. Afortunadamente, la presencia carismática y emotiva de Patton Oswalt ofrece una compensación suficiente. La directora Liz Garbus (What Happened, Miss Simone?) presenta de modo competente el material de archivo –algo esperable en este rubro– aunque con algunos hallazgos, como los fragmentos del clásico El monstruo de la laguna negra, que funcionan como remedo de la presencia, también fantasmal, del asesino. Este es un "true crime" diferente, a la vez la desconocida historia de un criminal temible y una reflexión sobre la extraña fascinación que nos producen estos personajes y este género.
I'll Be Gone in the Dark
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