Hugh Grant y el escándalo político que sacudió a la Inglaterra de los años 70
"Quiero felicitarte. Estas son las acusaciones más graves que se hayan presentado en la historia contra un miembro del Parlamento. Y, considerando que la Cámara de los Comunes ha sufrido en sus 270 años de existencia a cretinos, mentirosos, pervertidos, ladrones, chantajistas, incestuosos e incendiarios, es realmente un logro". Las acusaciones eran conspiración criminal e incitación a cometer un asesinato. El miembro del Parlamento acusado era el líder del partido liberal británico, Jeremy Thorpe. Las palabras, cargadas de insidia y contenida ironía, fueron pronunciadas por su abogado defensor, quien condensaba en su declaración el recuerdo de uno de los escándalos más resonantes de los que tenga memoria la política británica. Eran los años 70 e Inglaterra descorría los últimos velos de sus secretos de alcoba luego del sonado caso Profumo, de los ecos del Swinging London, de la explosión del glam rock y de los últimos residuos de la ambición imperial larvada desde la posguerra.
La miniserie. A Very English Scandal, la miniserie de tres episodios dirigida por Stephen Frears que AMC estrena el domingo en nuestro país (también estará disponible en Flow ), es el fascinante relato de ese tiempo y esa absurda tragicomedia de perros asesinados y estratagemas en el Carlton Club, de amores prohibidos y silenciados, de ridículos sicarios con alma de payasos de circo. De tan inglés que es su universo, de monóculos y aires aristocráticos, no había nadie mejor para dar vida al parlamentario Jeremy Thorpe que Hugh Grant , de regreso luego de unos años de roles menores, ahora convertido en el centro de esta escena rabiosa de absurdo y falsas moralidades. Conocedor de los escándalos mediáticos de primera mano –luego del affaire Divine Brown allá por 1995 –, Grant se transforma, como pocas veces en su carrera, en un personaje oscuro y conmovedor, atrapado en un clóset de convenciones y autocastigos, portador de ideas liberales y al mismo tiempo emblema de una hipocresía arraigada e irrenunciable, preludio del más ridículo de los crímenes.
"Después de hacer juntos Florence: la mejor peor de todas (2016), Stephen [Frears] me dijo que tenía algo para mí y me acercó este guion. Si hay algo para decir de Stephen es que tiene el mejor gusto en el mundo y esta historia tenía que ver con mi interés por la política, algo que me consumió en los últimos seis años. Interpretar a Jeremy Thorpe era tan fácil y encantador como siniestro. Era perfecto para mí", cuenta Grant en una entrevista a propósito del estreno de A Very English Scandal. Producida por la BBC y Amazon Studios, supone el regreso de Grant a la TV luego de 25 años (su última aparición en la serie Performance, de la BBC, fue en 1993, un año antes del éxito de Cuatro bodas y un funeral). "Cuando recibí el ofrecimiento, no me importó si era una película o una serie, eran el guión y era Stephen. Soy un poco esnob respecto a la TV. Me gusta la idea de un cine glamoroso en pantalla grande, pero hoy todo es digital y se proyecta en pantallas pequeñas. Vivimos en la era Netflix, por lo que acepto que el mundo ha cambiado".
El escándalo. El escándalo que puso al Thorpe real en el ojo de la tormenta de la opinión pública comenzó tiempo antes como una historia de sexo y pasión, cuando el dirigente liberal era una figura en ascenso en el Parlamento. La homosexualidad estaba entonces penada por la ley en Gran Bretaña y la vida erótica de Thorpe era un territorio clandestino, encubierto por una vida pública de prístina ejemplaridad y secreta ambición. La aparición de Norman Josiffe (luego rebautizado Scott) en el radar de Thorpe expresa la juguetona ironía con la que Grant y Frears conciben a la serie, alejada de cualquier solemnidad y teñida de los detalles más absurdos y provocadores, que rompieron más de un tabú en la Inglaterra de entonces al salir a la luz. El apodo "conejito" que recorre las cartas íntimas de Thorpe durante el affaire, la insistencia de Scott por obtener su tarjeta de seguridad social como indirecta exigencia de visibilidad y los denodados intentos del líder liberal por mantener las apariencias mediante el casamiento y la paternidad resultan los sarcásticos síntomas del resquebrajamiento de un orden social que parecía haberse mantenido firme a lo largo de demasiados años.
"Thorpe se vestía como un hombre de la Inglaterra eduardiana, con chalecos y relojes de cadena, con esos sombreros tan tontos. Esa fachada, en apariencia indestructible, era la que iba a dejar emerger al hombre verdadero". Grant bajó de peso, adecuó su peinado y llevó lentes de contacto marrones para evocar la presencia de Thorpe sin mimetizarla con extrema literalidad. Lo vital en su interpretación es dar cuerpo a un hombre consumido en esa dualidad que exige mantener su sexualidad oculta. El gran hallazgo es el texto de John Preston (brillantemente adaptado por Russell T. Davies, creador de Queer As Folk), que recrea el caso en clave de comedia negra, teñido de una crítica feroz a los dobles estándares de la política británica, pero también recuperando en el tratamiento del caso policial ese aura de farsa de la que hizo gala el cine británico de entonces. Comedias de los estudios Ealing como The Lavender Hill Mob (1951), o clásicos como El quinteto de la muerte (1955) de Alexander Mackendrick, funcionan como espejo para los ribetes de tragicómico amateurismo que asumió el plan de asesinato.
El juego de opuestos. La dinámica entre Hugh Grant y Ben Wishaw, quienes ya habían formado una pareja infeliz en Cloud Atlas (2012) yhabían sido agente y víctima de un plan de asesinato enPaddington 2 (2017), funciona a la perfección en tanto recrea los pasos que conducen desde la atracción sexual al esperpéntico enfrentamiento, mediados siempre por una constante disputa de poder. Wishaw concibe a Scott teñido del desparpajo del glam cuando se convierte en modelo, y de una sorpresiva fortaleza cuando descubre bajo su fragilidad emocional la voz necesaria para decir su verdad en el estrado. Su contrapunto con la figura dominante de Thorpe está dado por sus encuentros, tanto públicos como privados, poniendo en evidencia los sentimientos encontrados que recorrían ese vínculo más allá de los relatos mediáticos. Grant escenifica las contradicciones de su personaje con una extraña calidez, la misma que descubre sus verdaderas emociones escondidas bajo el tapiz de las ataduras sociales.
"Traté de capturar esa forma profunda de tormento de la que Thorpe era expresión, sin que él mismo tuviera verdadera conciencia de ello. Se sexualidad y su vida amorosa habían estado en la oscuridad desde su adolescencia, por lo que era imposible comprenderlo desde ese exterior definido por el carisma y el encanto". El humor y la misma personalidad de Grant se convierten en el vehículo más eficaz para sostener ese ecléctico tono de la serie entre la comedia absurda y la tragedia histórica. Su Thorpe es al mismo tiempo el blanco fácil de la insidia de los medios sensacionalistas, de la traición de sus más cercanos confidentes, pero también el sagaz artífice de su ascenso público, el mejor representante y defensor de sus ideales. Su mirada en las escenas de íntimas confesiones o su ironía en la percepción del riesgo que entrañaban sus pasiones prohibidas es el mejor espejo para comprender sus contradicciones.
Construida como un exquisito rompecabezas de uno de los momentos más controvertidos de la vida política británica, A Very English Scandal es también el retrato de un hombre y su intérprete: de quien escondió en macabras maquinaciones de crímenes y sacrificios un inconfesable deseo de amor y aceptación, y de quien comprendió que era el momento justo en su carrera para interpretar a ese personaje único. Consciente de su riesgo y su exigencia, Hugh Grant entrega una de sus más sutiles creaciones, aquella que vislumbra tras el encanto personal y la solvencia pública una de las existencias más solitarias y devastadoras.
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