Héctor Lozano, guionista de Merlí, adelanta detalles del spin off de la serie: "Tendrá un tono más maduro y adulto"
Héctor Lozano visitó la Argentina hace algunos meses para presentar Cuando fuimos los Peripatéticos, novela en la que, a través de la mirada de Bruno -estudiante e hijo de Merlí- , cuenta quién era este innovador y desfachatado profesor de filosofía que inmortalizó en la serie que lleva su nombre.
Lozano no planeaba generar tanto movimiento con la ficción que primero trasmitió TV 3 y, más tarde, fue popularizada por Netflix en el resto del mundo. Pero los fenómenos televisivos en la era del streaming no tienen manera de controlarse. A poco de que se conociera el final de las dos primeras temporadas, que parecían cerrar esta saga, llega una tercera entrega que estará centrada en Pol Rubio (Carlos Cuevas), el discípulo de Merlí y llevará el nombre de Merlí: atrévete a saber.
El rodaje del spin off comenzó a mediados de mayo y el estreno en España está previsto para el 5 de diciembre. Esta vez, la serie podrá verse por Movistar, contará con 8 episodios de 50 minutos cada uno y tendrá, en el elenco, una actriz argentina: Azul Fernández, la joven que se destacó como Bruna en Campanas en la noche.
Lozano no dimensionaba el alcance que había tenido Merlí en la Argentina. La ficción catalana hizo aumentar considerablemente la cantidad de estudiantes de filosofía en las aulas y se coló en las charlas de las familias argentinas que, de pronto, se encontraron hablando de Sartre, Camus y los escépticos en las cenas.
En su primer viaje transatlántico, el guionista se sorprende de haber estado 13 horas seguidas en un avión, pero le choca aún más la reacción de la gente: no con él, sino con Cuevas, quien viajó desde Barcelona para promocionar el libro junto a él. "La gente lo para en la calle, lo sigue", le contó a LA NACION, asombrado. Estuvo una semana en el país, tiempo suficiente para recorrer Caminito, San Telmo, La Boca, Palermo y visitar amigos. Para él, el vínculo con este país data de mucho tiempo atrás y su personaje icónico tiene algo de un argentino, un profesor de literatura con métodos poco ortodoxos, en quien un poco se inspiró.
-¿Cuáles son las fortalezas que viste en Pol Rubio para tomar el legado de Merlí?
-Pol a mí me encanta, estoy enamorado del personaje. Conocí a alguien parecido. A veces te inspirás en gente que conociste y se hace una combinación de cosas. Pol tiene esa parte dura pero también sensible. Es un chico sin madre, al que le gusta la filosofía. Creo que era lógico que fuera él el protagonista del spinf off, el sucesor.
-¿En qué período de la vida del personaje va a estar centrada la historia?
-Vamos a contar la historia de su paso por la universidad, la Facultad de Filosofía de Barcelona. Una vez allí tendrá una serie de compañeros y compañeras nuevos. Una de ellas es argentina: Azul Fernández será Minerva.
-En Merlí se mostraba la realidad de la educación pública en Barcelona. ¿En este caso se busca hacer algo parecido con la universidad?
-La universidad de Barcelona es pública pero se paga, hay tasas altas. Ha habido mucho movimiento estudiantil en contra de la subida de las tasas, porque con la crisis se acrecentó el precio. Tendría que ser gratis allá porque hay mucha gente que se queda afuera. De momento nos aclimatamos al nuevo mundo este de la universidad. Será un tono parecido al de Merlí pero un poco más maduro y adulto. Es lógico porque estamos en la universidad, ya no somos "los del instituto". Pol tendrá que crear nuevos vínculos porque ahí no lo conoce nadie.
-Pol es uno de esos personajes que hasta el final parece estar definiendo su orientación sexual, ¿seguirá en ese camino? En Merlí, mientras que parecía que se iba a quedar con Tania (Elisabet Casanovas), al final se lo ve con Bruno...
-Eso lo entenderemos un poco más. De Pol sabemos con quién acaba, pero no cómo llega. Esa será una de las tramas. Creo que tiene que vivir cosas que no ha vivido nunca. Cuando venís de un colegio, llegás a la universidad y nadie te conoce. Me interesa mucho este tema: Pol llega a un sitio donde ya no es el líder, no es el guapo, porque hay gente, quizá, más guapa que él, y ya no es noticia porque nadie conoce su nombre.
-¿Cómo fue pensar en un spin off de Merlí, sin Merlí?
-Será una ausencia presente, porque Pol lo echará de menos. De alguna manera, estará Merlí sin estar. Se notará Merlí en él y creo que eso es importante para no olvidar. Sencillamente habrá una conexión que no será física sino más bien emocional.
-Merlí se convirtió en un fenómeno porque acercó la filosofía a la gente y puso en boca de todos a pensadores que solo se escuchan en las universidades, pero al mismo tiempo se trataba de una ficción sobre adolescentes. ¿Cómo conviven estos dos mundos?
-Yo estaba estudiando filosofía en Barcelona, como aficionado. Había salido de una serie y quería hacer mi proyecto personal. No sabía nada de Merlí, no lo tenía en la cabeza. Una tarde quedé con un amigo, que hace tiempo que no veía y es profesor de literatura, y me explicó cómo hacía las clases y cómo se encargó de un chico que tenía agorafobia y no quería salir de su casa. Y yo dije: "A ver... Acá hay un protagonista, un alumno del que me interesa la historia, y lo que veo es una serie". Tuve clarísimo que el profesor era de filosofía. Ese acercamiento del profesor al alumno, eso es crucial. Hay muchos 'Merlís' en el mundo, es gente muy anónima pero que te marca. Siempre hay un profesor que llega y sabe inculcar el amor por su disciplina. Me pasó con griego antiguo. Sacaba excelentes porque tenía una gran profesora. De filosofía también tuve un muy buen profesor, de esos que te dan ganas de ir a clase. Yo quería contagiar esto al espectador: que quisiera estar en esa clase que se estaba viendo con Merlí.
-Más allá de ser un profesor magnético, Merlí también tenía un costado bastante perturbador...
-Eso, justamente, es lo que quería mostrar. La gente tiene facetas que no te gustan y otras que sí. Cada uno tiene sus defectos, nadie es perfecto, ¿no? Creo que los personajes tienen que tener esas partes negativas, oscuras, la contramáscara, algo de antihéroe.
-El final de la serie causó un efecto bastante shockeante en los espectadores... ¿Fue algo que tenías decidido desde el principio?
-Sí, lo tenía claro. No tuve nunca una alternativa, ni la pensé. Es que no me imagino de qué manera podría ser. ¿Sería en una fiesta? "Adiós, chicos que les vaya bien". Dejaba más huella si moría.
-¿Cuáles fueron las repercusiones de esa decisión?
-Hubo de todo. Creo que en todos los finales de serie siempre hay gente que es partidaria de ese final o no. A mí me encantó, porque además no dejé que la gente llorara la muerte en sí: hice que saltaran en el tiempo 7 años y, otra vez, volví a la alegría de vivir, el reencuentro nostálgico. Nunca se puede contentar a todo el mundo.
-Lo que tiene Merlí es que, de cierta manera, humaniza la filosofía, acerca los conceptos. ¿Es factible hacer en estos tiempos una ficción que eduque?
-Sí. La idea era hacer de la filosofía algo más divertido, fácil de entender. Tengo un asesor de filosofía y yo le decía: "Yo quiero entenderlo. Si yo lo entiendo, lo entenderá todo el mundo". Entonces él me lo explicaba de una manera y luego yo lo explicaba en el guion de una manera todavía más cercana, con ritmo, con palabras sencillas. Y lo hacía al estilo de Merlí, que se acerca a uno y lo interpela. Esa era la idea, que la gente quisiera estar ahí, en la clase, que aprendiera.
-Después de meterte tanto en este universo... ¿Cuál es tu filósofo preferido?
-Bueno, hay muchos que me interesan. No sé con quién quedarme, quizá con Slavoj Zizek, el esloveno, es un personaje curioso. También me gusta el filósofo en sí como persona. Pero, Hannah Arendt me encantó, todo lo del perdón, qué se puede perdonar y qué no. Ese capítulo me gustó especialmente. Albert Camus... Hay muchos, no me quedaría con uno. Los escépticos, por ejemplo, los griegos me encantan. Son muy divertidos... Pirrón. No opinar, observar, callar y no emitir juicios. Me hace gracia. Era la persona que cuando tenía una herida no lloraba ni nada, llevaba al límite su esceptisimo.
-¿En qué sentís que te modificó la filosofía?
-Creo que ahora reflexiono mucho más las cosas, pongo en duda. Es la cosa socrática esta que decía Merlí: "No crean todo lo que dicen en la tele" o "No lean un solo periódico, léanlos todos y verán que cada uno ve las cosas de una manera diferente". Cuestionar, dudar, sospechar... Todo esto creo que es súper importante, porque sino corremos el riesgo de creernos cualquier mensaje que nos llega de los poderes fácticos.
-En la serie hubo temas candentes, como la independencia de Cataluña. ¿Cuán difícil fue meterse en una problemática tan actual y desde la televisión catalana?
-Había gente que decía que yo no era independentista y otros que decían lo contrario. Con lo cual me gusta porque no queda del todo claro. Acá la cuestión era tocar un tema candente en ese momento de una manera más ligera, una historia de amor, de pasión entre dos personajes. Sencillamente era poder hablar de cosas que suceden en el momento para que la gente que viera la serie dijera: "Ah bueno, estamos aquí, está pasando ahora". La repercusión no fue ni positiva ni negativa. En ningún momento estábamos haciendo propaganda independentista, de esto no hubo quejas. No tomamos parte.
-También se tocaron otros temas actuales como la inclusión social de los trans, las adicciones en los jóvenes...
-Un político de la Generalitat de Catalunya me llamó para felicitarme a los dos días de emitir el episodio de la profesora transexual. No me había pasado nunca. Me quedé temblando. La gente valoró mucho ese capítulo porque salimos de la serie y entramos en algo interesante que provocó que se movieran cosas. Todo lo relacionado al colectivo LGTB para mí era muy importante, porque yo soy gay y me hubiera gustado ver una serie así. Yo me escribí la serie para mí cuando tenía 16 años. Bruno está un poco inspirado en mí, porque toqué el tema desde la no aceptación, no desde una discriminación que viniera desde afuera, sino desde una persona que no se acepta a sí misma. Por eso, me centré en el recorrido que va haciendo hasta que finalmente puede aceptarlo.
-En lo personal, ¿sentís que pudiste sanar a ese adolescente?
-Yo nací cuando murió el dictador Franco, en la apertura de España. Pedro Almodóvar fue muy importante en los 80, dio visibilidad a este colectivo. Esto era oxígeno. El ambiente de escuela y tal era más cerrado. Pero al final, a nivel personal, lo resolví a los 20 años, que no está mal, eh... Hay gente que tardó mucho más. Al menos ahora muchos no entran en el armario, desde los 13/14 lo asumen, lo dicen.
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