HBO Max: Raised by Wolves, una nueva visita al universo iniciado por Ridley Scott en Alien y Blade Runner
La serie, incluida en el catálogo de la flamante plataforma de streaming, mantiene estrechos lazos con dos de las grandes películas del realizador británico
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Raised by Wolves, la nueva serie de HBO Max (cuya primera temporada está disponible desde hoy) creada por Aaron Guzikowski, producida y parcialmente dirigida por Ridley Scott, presenta un planteo original: con el trasfondo de una guerra religiosa que destruyó a la Tierra, dos androides exploran un mundo extraño y hostil en el que intentan reiniciar al género humano. Algunos detalles, sin embargo, ubican a esta serie en el mismo microcosmos originado por Scott hace más de 40 años en su film Alien.
De hecho, toda la filmografía de ciencia ficción del realizador británico puede retrotraerse a esa película, que dio inicio una genealogía apócrifa (y luego oficializada): primero incluyó a Blade Runner, su siguiente film, y luego a todo un conjunto de relatos que configuran el universo de bolsillo que podría denominarse, ahora que desde los personajes de Marvel hasta los espíritus de El Conjuro habitan en su propia continuidad espacio-temporal, el “scottverso”.
Reescribir el pasado
Alien (1979) y Blade Runner (1982) (ambas disponibles en Google Play) están entre las películas favoritas de al menos una generación de entusiastas de la ciencia ficción. Quienes las vieron en salas o en tempranas copias de VHS seguramente no habrán notado vínculo entre ellas, más allá del mismo realizador y, en consecuencia, de cierta afinidad estética perceptible, por ejemplo, en la idea de que la tecnología del futuro se ve desgastada por el uso (y no inmaculada, como era lo habitual) o, más puntillosamente, en que las pantallas de las computadoras en ambas muestran exactamente los mismos gráficos.
Sacando estos detalles, en ese momento, en efecto, no existía relación alguna: Alien es un guion original de Dan O’Bannon y Ron Shusset sobre un monstruo que ingresa a una nave espacial que es un poco como un castillo gótico, mientras que Blade Runner es una adaptación (muy libre) de David Peoples y Hampton Fancher de una novela de Philip K. Dick, (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, escrita unos diez años antes del estreno de Alien) que trata sobre un policía que da caza a un grupo de humanos artificiales en Los Angeles de 2019, una ciudad futura tan posmoderna como salida de un film noir. Por otro lado, Alien era una propiedad intelectual de 20 Century Fox (hoy parte del imperio Disney), mientras que Blade Runner lo es de Warner, de modo que existe, además, una membrana legal que separa ambas historias. El destino de los dos films también resultó dispar: Alien fue uno de los grandes éxitos de los años 70, mientras que Blade Runner fracasó en su estreno y solo años más tarde se volvió primero un film de culto y luego uno de los más influyentes de los 80.
La revalorización del Blade Runner, que llevó a una secuela, Blade Runner 2049, 35 años más tarde de su estreno, fue justamente aquello que hizo que empezara a reescribirse su pasado. La primera revisión llegó como una insólita teoría surgida del fandom que planteaba que el universo ficcional de ambos films era el mismo, solo que en temporalidades diferentes: Blade Runner sucede en 2019 (pero como es un 2019 imaginado desde 1982, aún se siente como nuestro futuro) y Alien, un poco más de 100 años más tarde. La inapelable prueba imaginada por los fans radicaba en el protagonismo de los seres artificiales: ambos films presentan humanos sintéticos indistinguibles de los creados por el milenario método natural. El androide Ash (Ian Holm), que intenta matar a Ripley (Sigourney Weaver) para defender los intereses de la corporación Weyland-Yutani en Alien sería, entonces, un descendiente, un modelo más tardío de replicantes asesinos como Roy Batty (Rutger Hauer) que viven en la adaptación de Dick.
La idea es cuestionable porque los replicantes de 2019 parecen más sofisticados y producto de otra tecnología que los “sintéticos” del siglo XXII. Obviamente, tal relación no era parte de un plan maestro imaginado desde el comienzo. Sin embargo, cuando Ridley Scott regresó a la franquicia de Alien en 2012 (tras tres secuelas encabezadas por otros realizadores) para la precuela Prometeo (disponible en Google Play), retomó esta teoría. En los extras de la edición en DVD de este último film, puede leerse un discurso del innovador megalómano Peter Weyland (Guy Pearce), el fundador de la corporación malvada que lleva su nombre y atraviesa la saga, en el que recuerda a su mentor quien, dice, “manejaba sus negocios como un dios en la cima de una pirámide que presidía una ciudad de ángeles”.
La cita es una descripción precisa de las oficinas de Eldon Tyrrell, el creador de los replicantes, que se ven retiradamente en el film de 1982. Además, tanto el guionista Damon Lindelof como el actor Michael Fassbender, quien encarna a David, el “sintético” de Prometeo, declararon que su modelo para el androide fue la interpretación de Hauer como Batty. A la vez, en la biografía de Dallas (Tom Skerritt), el capitán de la nave Nostromo, incluida como extra en las últimas reediciones en DVD de Alien, se puede leer que, antes de trabajar para Weyland, el piloto había sido empleado de la corporación Tyrrell. A esta altura ya hay una correlación innegable, aunque inexistente tiempo atrás, entre ambas compañías y sus productos.
Si hiciera falta una confirmación más, Scott mismo, en su comentario para la edición en DVD de Blade Runner, dice acerca de su extraordinaria visión de Los Angeles: “Esta es la ciudad en la que puede vivir la tripulación de Alien. Cuando la tripulación vuelve a la Tierra, podría ir a un bar cercano a la calle en la que vive Deckard (Harrison Ford). Así es como lo imagino”. El detalle de que la ciudad de Deckard y la tripulación del Nostromo están separadas por más de un siglo es algo que Scott pasa por alto en su evidente interés por confirmar este linaje retroactivo: todos sus films de ciencia ficción están vinculados, suceden en el mismo universo y son diferentes momentos en una misma línea de tiempo. Lo mismo vale para su nueva serie Raised By Wolves.
La genealogía del “scottverso”
Los protagonistas de la serie son dos androides, llamados Madre (Amanda Collin) y Padre (Abubakar Salim), que deben gestar y criar a seis niños humanos en el planeta habitable Kepler 22b, tras escapar de la Tierra, devastada por una guerra total entre una facción de fanáticos religiosos llamada Mithraic y otra facción de ateos. Estos androides pertenecen notablemente a la genealogía iniciada en los dos films iniciales de Scott. El rasgo más notorio y extrañamente siniestro de los sintéticos de Alien es que en vez de sangre tienen un líquido blancuzco, lácteo, que supuran en momentos de tensión; lo mismo que les sucede a los protagonistas artificiales de esta serie. Por otro lado, cuando Batty, el líder de los replicantes, pierde a su amante Pris (Daryl Hannah), aúlla como un lobo (una muestra de las tensiones que los replicantes mantienen con lo “humano”), que es exactamente la misma reacción que tiene Madre, cuando pierde a uno de sus hijos.
Además de estas referencias clarísimas, hay un conjunto de problemas en común como la interrogación por aquello que define a la humanidad, la ansiedad ante la muerte o la aparición de corporaciones perversas, aunque todos estos son tropos habituales en la ciencia ficción que puede encontrarse en cantidad de films. Más allá de estos ejes temáticos parece evidente que, en la filmografía futurista de Scott, todos los humanos artificiales son una clase particular con ancestros comunes que, retroactivamente, dan unidad a sus films.
Este vínculo se extiende a otros relatos. En 2016, Scott produjo el debut como director de su hijo Luke (también director de tres episodios de los diez de Raised by Wolves), llamado Morgan (disponible en Google Play), sobre la creación de los que podrían ser los primeros replicantes. La película sigue a Lee (Kate Mara), una agente del gobierno que se dispone a evaluar, en un laboratorio subterráneo y aislado (que recuerda al de la no enteramente distinta Ex machina), al personaje del título (interpretado por Anya Taylor-Joy), un producto de la ingeniería genética más evolucionado que los humanos. La película retoma los temas de Blade Runner y también la teoría favorita del Scott sobre ese film: que el detective es también un ser artificial.
Fuera del “scottverse” están todas las secuelas de Alien y la franquicia iniciada por el spin off Alien vs Predator, con las que el realizador no tuvo relación alguna. Y también un film olvidado, que es la primera secuela no oficial de Blade Runner. En 1998, se estrenó El último soldado (disponible en Google Play y Apple Tv), el último film escrito por David Peoples (coguionista de BR, que alcanzó su mayor reconocimiento por los guiones de 12 monos y Los Imperdonables), en el que Kurt Russell interpreta al personaje del título: un soldado que se vuelve obsoleto cuando aparece la nueva generación de combatientes producidos en un laboratorio y es descartado en un planeta solo habitado por colonos abandonados a su suerte. Peoples declaró que con esta historia se propuso explorar qué podría suceder en las “colonias extraterrestres” profusamente mencionadas en la película de Scott, aunque nunca visitadas. Si bien el film, dirigido por Paul W.S. Anderson, es fallido, al menos preserva algunas líneas de diálogo felices (Colono: “Un solo soldado... contra diecisiete. ¿Qué es lo que va a hacer?” Soldado: “Matarlos a todos, señor”)
Raised by wolves es la última iteración del universo particular de Scott, reconocible por su subclase de humanos artificiales. Este inhóspito lugar está conformado por una decena de relatos de muy distinta calidad que se puede visitar. Pero como suele suceder, lo más recomendable, incluso en estas historias acerca de réplicas manufacturadas, es regresar a los originales.
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