HBO contra Woody Allen: el documental Allen v. Farrow intenta reabrir el caso contra el cineasta por abuso sexual
Un nuevo obstáculo se levanta para la carrera de Woody Allen en Estados Unidos. Su hijo biológico, el periodista Ronan Farrow acusa al director por un presunto abuso sexual cometido contra su hija Dylan en agosto de 1994, del que fue exonerado en dos investigaciones independientes. Ronan ha logrado que Allen no encuentre ni financiación ni distribución de sus películas en los Estados Unidos, y que sus memorias, A propósito de nada (Alianza Editorial), firmadas inicialmente con el poderoso grupo editorial Hachette (en el que publica Farrow), acabaran siendo editadas por Arcade Publishing. Ahora, HBO estrenará este domingo, a las 23, Allen v. Farrow, serie documental de cuatro episodios de una hora dirigida por Kirby Dick y Amy Zering, pareja ganadora de dos Emmy y candidata al Oscar gracias a La guerra invisible, sobre las numerosísimas violaciones ocurridas en el Ejército estadounidense, y que también han realizado trabajos previos, por ejemplo, sobre abusos sexuales en la Iglesia católica en su país. Y aunque él no ha colaborado en el desarrollo de la serie, y sí aparezca hablando a la cámara, Ronan Farrow tiene un contrato con HBO para creación de contenidos documentales.
Woody Allen y Mia Farrow fueron pareja durante 12 años. Vivían separados —cada uno en un departamento en los extremos del neoyorquino Central Park— y tampoco se casaron. Juntos rodaron 13 películas, adoptaron dos niños (Dylan y Moses: primero los adoptó Farrow y luego Allen pidió convertirse legalmente en su padre) y tuvieron otro biológico, Satchel, que cuando la pareja rompió cambió su nombre por el de Ronan. En 1992, la relación saltó por los aires. Primero Farrow encontró unas fotos en casa de Allen de su hija de 20 años Soon-Yi Previn (adoptada por la actriz cuando estaba casada con el compositor y director de orquesta André Previn) desnuda; y el 4 de agosto, Dylan, de entonces 7 años, acusó a Allen de haber abusado de ella en la casa de campo de Farrow en Connecticut. Desde ese momento, esta exfamilia ha vivido una guerra en la que, incluso, algunos hijos se han enfrentado a otros, Y que, artísticamente, ha provocado que la actriz no haya vuelto a trabajar con continuidad –solo la contratan fuera de EE UU– y que el director no haya logrado estrenar en EE UU sus últimas dos películas, ni Un día lluvioso en Nueva York ni Rifkin’s Festival.
Allen v. Farrow solo cuenta con testimonios que respaldan las acusaciones de Farrow, empezando por la propia Farrow, siguiendo por Dylan, Ronan y algunos de sus hermanos, y acabando con amigos de la actriz de El bebé de Rosemary, como la cantante Carly Simon. Los directores del documental insisten en que han pedido entrevistas con Allen, con su ahora esposa Soon-Yi Previn, que ya ha cumplido 50 años (la pareja se casó en 1997 y tienen dos hijos adoptados). En una entrevista en The New York Times, Dick y Ziering explican que el proyecto les atrajo porque “nadie había contado la historia completa”.
Los dos primeros episodios se centran en la familia Farrow. Mia cuenta allí: “Me siento culpable porque yo traje a ese hombre a la familia”. Y recuerda con nostalgia los mejores momentos de su relación con el director, “cuando todo era romántico”. Dylan también rememora los “viajes familiares en jet privado”, aunque advierte que hasta ahora solo se ha conocido “la punta del iceberg” de su caso.
Se pueden ver numerosas grabaciones en la miniserie que retratan la felicidad familiar tanto en Nueva York como en Frog Hollow, la casa de campo en el colindante Estado de Connecticut para que su numerosa prole (entre biológicos y adoptados, 14 hijos) pudiera disfrutar de la naturaleza. Para contrarrestar la ausencia de la palabra de Allen, los documentalistas usan extractos del audiolibro de A propósito de nada, leído por el mismo cineasta. Amigas de Farrow hablan de cómo Allen se convirtió en un padre atento, presente muchísimos días en la casa de Farrow desde el desayuno hasta la cena... y subrayan que su favorita era Dylan. “Si aparecía Woody, la niña solo estaba con él y no jugaba con los otros niños”. Ronan (que en ese momento tenía 4 años, es dos años menor que Dylan) cuenta que su hermana “empezó a agobiarse y a pedir que la escondieran de papá”. Un cartel asegura que Allen inició una terapia ante su excesivo amor por su hija (no se aporta ningún dato más, y en el juicio por la custodia se concluyó que era mentira) y que en 1991 Dylan comenzó también a visitar a un psicólogo por su “timidez y mutismo”. Tampoco hay equidistancia en las grabaciones telefónicas: aparecen numerosas realizadas por Farrow, donde muchas veces Allen es inaudible y nunca sabe que le están grabando, y solo ofrecen una del director, justo en la que le miente a la actriz cuando ella le pregunta si le está grabando.
El secreto de Dylan
Mia Farrow insiste ante la cámara: “En 1991 Dylan me dijo que tenía un secreto, y yo empecé a vigilar. Un día vi cómo Woody le daba un manotazo a Dylan; cuando le pregunté por qué había hecho eso me contestó que la niña le había cogido el pene. Y yo me planteé por qué hacía eso una niña pequeña”. A lo que sigue una declaración de Dylan recordando que el cineasta le dirigía para que le “chupara el pulgar”. Sin embargo, a pesar de esas sospechas, la actriz mantuvo su relación y apoyó que Allen se convirtiera en el padre legal de Dylan y Moses en diciembre de 1991.
El 13 de enero de 1992, Farrow descubre las fotos de Soon-Yi, y con ellas la relación sentimental. Sobre los meses siguientes y las dudas de Allen hay numerosas contradicciones entre la versión de Farrow en la serie y la de Allen en A propósito de nada. Lo mismo ocurre con el presunto abuso sexual realizado por Allen a Dylan el 4 de agosto de 1992, en la primera visita del director a sus hijos después de que en enero, Mia le prohibiera verlos en el ático de la casa de campo. En pantalla habla Sophié Bergé, una de las dos niñeras de Farrow. Pero no la otra, ni una tercera, vigilante de los hijos de Casey Pascal, amiga de Mia, que también estaban en el salón viendo la tele: las tres y la encargada de la casa tenían órdenes estrictas de no dejar solo a Allen con Satchel/Ronan ni con Dylan. Aun así, se supone que padre e hija subieron juntos al ático durante 20 minutos. Aquella visita tuvo lugar además, en mitad del ambiente enrarecido de la separación, como recordaba Moses en una carta pública, con los niños en una atmósfera hostil, algo que no se muestra en el documental.
El cuarto episodio es una narración fáctica de cómo el caso volvió a los medios de comunicación tras el Globo de Oro de honor otorgado al cineasta en 2014, la consiguiente carta de Dylan en Vanity Fair, la respuesta de Moses en People —que subraya que “había cinco niños y tres adultas en la casa” y que llega a plantearse si la muerte de algunos de sus hermanos no la provocó “el triste ambiente” de su infancia—, el estallido del caso Harvey Weinstein y la reflexión sobre si el arte se puede separar del comportamiento de sus creadores, además de la aparición final de Mia Farrow, quien dice: “Sigo asustada de Woody”. Sin embargo, el final del segundo capítulo y todo el tercer episodio contienen elementos más interesantes.
Por fin se pueden ver partes de la grabación de Dylan realizada por Mia al día siguiente del supuesto abuso (aunque no se cuenta si ha sido editada o cuánto dura en realidad) y el documental entra a demoler las dos investigaciones realizadas en Connecticut y Nueva York que exoneraron a Allen. En sus memorias, el cineasta escribe en su defensa que si hizo algo malo, ¿cómo es que le dejaron adoptar luego a dos niños con Soon-Yi? Pero es cierto que en las dos causas hubo hechos irregulares. Las “inconsistencias del testimonio de Dylan” fueron dictaminadas por un equipo del hospital de Yale-New Haven para la investigación dirigida por Frank Maco, fiscal del Estado de Connecticut. Los psiquiatras realizaron numerosas entrevistas a Dylan (tantas, que eso sorprende a expertos en abusos infantiles, que aseguran que lo correcto es menos para no afectar al testimonio), y tras elaborar el informe, destruyen las notas, con lo que no queda constancia de los pormenores de su investigación, en la que por cierto, no quedaban bien parados ni Mia y Allen. Maco decide “por el bien de Dylan” cerrar la investigación. Al final de la serie se reencuentra con Dylan y le pide perdón por haberle impedido contar su historia. Sin embargo, no se cuenta que Maco fue durante los tres años de luchas judiciales un visitante habitual en Frog Hollow. También se cerró la investigación en el Estado de Nueva York, exonerando a Allen por falta de pruebas.
Los dos procesos fueron hiperescrutados en el juicio por la custodia de Ronan y Dylan impulsado por Allen, y que se desarrolló en la primavera de 1993. Edu Galán, en su libro El síndrome Woody Allen, analiza las actas, donde se reflejan las presiones recibidas por los trabajadores sociales en Nueva York (sí se muestra en el documental) y las contradicciones en las declaraciones de lo ocurrido en el ático y de los testimonios de Mia Farrow (el documental lo omite para insistir en una imagen excesivamente bondadosa de la actriz). Aquel juicio lo ganó Farrow, pero el juez Elliott Wilk advertía en la sentencia: “Las pruebas indican que es muy poco probable que Allen pueda ser procesado por abuso sexual”. Ese documento de 33 páginas es seguramente el análisis más juicioso y objetivo que jamás se ha realizado de toda esta historia, resumido en una frase: “Nunca sabremos qué ocurrió el 4 de agosto”.
Sí sabemos quién fue la víctima principal: Dylan, que la semana pasada publicó su primera novela, de género fantástico. Ella cuenta ante la cámara su sufrimiento porque alguien escuchara su historia (“Si dudas, tu acusación es inconsistente; si repites los hechos, estás adiestrada”), su incapacidad durante años de tener una relación sentimental, y cómo solo el paso del tiempo (ahora tiene 35 años y una hija de cuatro) pueden ayudarla a verbalizar con frialdad aquellos días, que la dejaron por mucho tiempo “devastada”.
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