Gypsy: la psicoterapeuta de doble cara
Gypsy / serie creada por Lisa Rubin / Con Naomi Watts, Billy Crudup, Lucy Boynton y Sophie Cookson / Primera temporada de 10 episodios disponible en Netflix/ Nuestra opinión: regular
Aunque esta serie es presentada por Netflix como un thriller, su único misterio notable es por qué se llama Gypsy, considerando que no incluye gitanos y que la letra de la canción homónima de Fleetwood Mac (que se escucha en los títulos en una versión regrabada por Stevie Nicks) sólo tiene una referencia muy lateral a la trama: la nostalgia por la juventud de quien canta, con mucha buena voluntad, puede ser considerada también el anhelo de otra vida.
Jean Holloway ( Naomi Watts ) es una psicoterapeuta que tiene un consultorio en Manhattan, un marido rico, una hija adorable y un caserón en Connecticut. Es decir, habita el ideal platónico de la existencia para una revista femenina. Pero su vida es rutinaria, demasiado cómoda, no tiene sorpresa. Acaso por esta razón (nunca se sabe bien por qué esta hace las cosas que hace, como si lo inmotivado o arbitrario fuera lo mismo que lo impredecible o inesperado) asume una identidad falsa, primero para espiar y luego para manipular la vida y los vínculos de sus pacientes.
El otro misterio que puede asociarse a Gypsy es cómo fue que llegó a producirse, dado que el guión escrito por la novata Lisa Rubin es tan rutinario como la vida que aburre a su protagonista. No hay nada aquí que no se haya usado antes y la trama avanza (muy lentamente) de cliché en cliché. Jean es un personaje inmoral, manipulador y ambiguo, como hay un millón en la TV actual, aunque tiene una singularidad: es menos interesante que muchos otros.
Debido a que su decisión de fabricarse un álter ego parece gratuita y se nos muestra durante mucho tiempo como un juego ocioso sin ninguna carga emocional, la importancia que les asignamos a sus consecuencias es igual a cero.
La serie pretende que ser descubierta tendría efectos catastróficos sobre su vida, aunque no está claro cuáles podrían ser más allá de tener que pedir disculpas y dar algunas explicaciones, algo que difícilmente nos tenga al borde del asiento. Por otro lado, su flirteo lésbico y los infinitos amagos y dilaciones de un primer beso pueden haber sido atrapantes en una telenovela de 1991, pero hoy son recursos agotados.
Los títulos de crédito muestran cristales que se rompen. La idea parece salida de la búsqueda de Google "símbolo para representar fractura emocional". El resto del programa bien puede haber sido armado con las respuestas de búsquedas equivalentes.
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