Guillermo Francella: la profesión que intentó sin éxito, en qué se parece a Eliseo y su retiro temporal de los medios
El actor de El encargado, que estrena su tercera temporada, habló con LA NACION sobre su “retiro temporal” de los medios tras las críticas por sus opiniones políticas; su paso poco conocido por el periodismo y sus nuevos proyectos
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Desde fines de marzo Guillermo Francella tomo la determinación de aislarse y no hablar con los medios. El 27 de marzo pasado, durante el pase en Radio Mitre entre Eduardo Feinmann y Jorge Lanata, el primero le preguntó al protagonista de El encargado su opinión sobre la situación del país. El actor respondió, sin imaginar que sus palabras iban a generar gran repercusión y polémica, de la cual él, dice ahora, se sintió ajeno. A favor y en contra, el mundo del arte salió a opinar sobre sus dichos, dándole al tema una trascendencia “inimaginable”.
Francella se había mostrado expectante de cara al futuro de la Argentina, como había hecho en otras ocasiones -durante anteriores gestiones-: “Yo no pierdo las esperanzas”, se limitó a decir en esa oportunidad, sin hacer mención a los recortes del Incaa, ni al futuro del cine Gaumont, por entonces en boca de todos. Luego expresó su punto de vista respecto del gobierno de Javier Milei, que acaba de empezar su gestión: “Las medidas que se tomaron eran más que necesarias, y sabíamos que iba a haber una cirugía mayor. Lo dijeron en la campaña y lo están cumpliendo taxativamente. Ahora estamos con la incertidumbre de ver cuándo termina el goteo y empieza la gente a disfrutar un poco más”.
Tras el estruendo que causaron sus palabras, el actor tomó la decisión de llamarse al silencio y esperar a que pase la tormenta. Hoy, a cuatro meses de ese trago amargo y con motivo del estreno, este viernes 19, de la tercera temporada de El encargado por Disney+, Francella dialoga con LA NACION y responde tranquilo, pero tajante: “No dije nada malo”.
–Tu repuesta causó gran revuelo en el mundo artístico.
– La verdad es que no tengo nada para decir. Yo simplemente expresé algo y contestaron determinadas cosas. Ahí se terminó. Tomé la decisión de no hablar más y opté por quedarme callado. El silencio me protege de este tipo de cosas. No dije nada malo, todo lo contrario. Yo no pertenezco a ningún partido político y lo único que le pido a Dios es que nos ilumine. Que nos vaya bien como argentinos. Ese es mi mayor anhelo y eso es lo que siempre desee para mi país, más allá de quien esté a cargo del gobierno.
–¿Te afectaron las críticas?
–No me gusta la agresión, ni la violencia. Es ahí donde uno decide meterse en una cápsula para de alguna manera protegerse porque no está bueno el ataque. En ese caso hablé para un medio, luego se viralizó y me pareció que eso era suficiente. Solo respondí porque me estaban esperando en la puerta de mi casa y no me quedó otra alternativa. Eso fue todo; ahí di por terminado el tema.
Sus pasiones
Recién llegado de la Copa América, donde compartió el viaje con su hijo Nicolás, Francella abre las puertas de su mundo, dividido entre sus dos pasiones, el fútbol y la actuación, desde su desconocido inicio en los medios hasta ser consagrado como uno de los actores más queridos de los argentinos.
–Estuviste en la final de la Copa América, en los Estados Unidos
–Sí. Fue muy emocionante poder estar ahí y ver jugar y ganar a la selección. Salió todo redondo. A pesar del lío que hubo para entrar al estadio, que nunca imaginamos que iba a suceder, haber estado en esa final fue increíble. Siempre nos hacen sufrir un poquito para que valga más la pena. Nos encanta ver a Lautaro Martínez que siempre cumple, a De Paul y Acuña, que son nuestros muchachos de Racing. Y poder compartir con mi hijo [Nicolás] lo hace aun más especial.
–Además de la actuación, compartís la pasión por el fútbol con Nicolás.
–Sí, desde siempre. De hecho cada vez que pudimos fuimos a los mundiales juntos, desde que él era muy chiquito. Estuvimos en Alemania, Sudáfrica y Brasil. Y después, con Racing, lo seguimos muchísimo juntos.
– Hay un aspecto poco conocido en tu trayectoria: estudiaste periodismo.
–Así es. Cuando terminé la secundaria, estudié tres años en la Escuela Superior de Periodismo, que en ese momento era la más emblemática. Luego trabajé en la revista Gente gracias a Alfredo Serra, que me vinculó. Me tomaron durante los meses de verano, pero después me despidieron.
–¿Hiciste algo mal?
–No, no me mandé ninguna. Simplemente, me despidieron. Siempre me gustó el periodismo oral, no tanto el escrito. Me gustaba estar, hablar, había algo de actuación en ello. Entrevisté a algunas personas y aporté ideas para la revista, pero más que nada hacía mandados, tenía 20 años. Es el día de hoy que me dicen “te salvamos la vida y la gente está con nosotros”. Y yo les digo que no fue tan así, porque cuando me despidieron sufrí un montón. Pero eso me acercó a algo que siempre quise hacer y, gracias a Dios, después pude dedicarme a lo que verdaderamente amaba, que es la actuación.
El imperio de Eliseo
Con más de 40 años de carrera, Francella ahora protagoniza la nueva temporada de El encargado. “El personaje de Eliseo se convirtió en un suceso. Es increíble cómo logramos algo tan significativo”, dice orgulloso. El trabajador de edificios más famoso de la ficción vuelve a cautivar a la audiencia con su personalidad atrapante que combina empatía y oscuridad, un gran desafío para el actor y su mayor alegría.
–Empieza una nueva temporada de El encargado, una de las series más vistas.
–Sí. Es un éxito la serie y Eliseo es todo un suceso. No es muy habitual que pase eso en una plataforma, es como tener 30 o 40 puntos de rating en la televisión. Es impresionante lo que generó en la audiencia. Incluso se trata de un universo muy local, muy argentino, pero tuvo muchísima repercusión en países de habla hispana, generó algo muy significativo para todos los que participamos.
–Tu personaje fue evolucionado a través del tiempo, ¿le imprimiste características propias?
–Para un actor, llevarlo a cabo es muy interesante. Eliseo es alguien angelado, de lo amoroso que es, y de golpe se convierte en un ser oscuro. Tiene una gran inteligente, doblega a todos con mucho ingenio y argumentos sólidos. A medida que pasa el tiempo, los guionistas van incorporado cosas mías, como ciertos gestos y conductas. Esa risa loca de la nada, o pasar de la seriedad a la risa, las fuimos incorporando. Es un mix de lo que habían escrito y mi impronta personal, creando un ser muy singular.
–¿Cómo reacciona la gente en la calle con tu personaje?
–Lo aman. Es increíble. En general, con los personajes malos, la gente no quiere que salgan ganando, pero con Eliseo pasó algo alucinante y quieren que gane siempre. Me acuerdo de la primera temporada, que había una votación de la asamblea del edificio, para ver si le construían una pileta y derrumbaban su cuartito, y la gente quería que gane, “hizo todo para ganar pobre y le salió mal en el último segundo”, me decían. Eso es lo que Eliseo representa.
–¿Qué representa Eliseo?
–Es un personaje muy complejo que tiene mucho estudio detrás. Es muy divertido para interpretar, con una cabecita bastante importante. Tiene una lucidez, una cosa que en una baldosa resuelve todo. Además, hay mucha investigación, un trabajo previo profundo, nada es arbitrario, ni está librado al azar. Cuando conversa con la psicóloga, las respuestas que da, que la deja descolocada hasta a ella misma. Hay un equipo muy profesional detrás, haciendo ese trabajo.
–¿Y los encargados, que opinan sobre Eliseo?
–Me levantan el pulgar cada vez que me ven. Generalmente, me apoyan.
–¿Qué podemos esperar de Eliseo en la tercera temporada?
–Se viene algo fuerte. Eliseo va a un congreso de encargados en Río y observa todas las dificultades que él podría solucionar. Vuelve y empieza a planear algo paralelo para revolucionar ese mundo y crear un sindicato propio. Sale a convencer a los demás de que así van a obtener mejoras salariales y de todo tipo. Va por todo el poder.
–Y hay más sorpresas: aparece una mujer...
– Sí. Clarita, a quien él “mató” 40 veces de diferentes formas en las dos primeras temporadas, aparece de repente y trae nuevas complicaciones.
–Los productores recibieron un llamado de presidencia antes de estrenar la serie, ¿a vos te contactaron?
– Sí, fue real. El sindicato de encargados [Suterh] no pudo descifrar lo que es ficción de realidad. Se sintieron afectados con algo que querían contar, enojados por demás. No pasó eso con Zambrano, que es un abogado corrupto; los abogados no llamaron. Les pasó algo raro que yo no comulgué, y me llamaron. Pidieron que me sacara una foto con los delegados, con el objetivo de que estuviera todo bien. Y lo hice. Decidimos con Diego Lerner, el presidente de Disney, que era lo mejor, para evitar más conflictos. Y luego hasta hicieron una inspección en el edificio donde se graba la serie, en Belgrano.
El futuro
–¿Cuáles son tus proyectos futuros?
–Voy a filmar en España una película dirigida por Javier Veiga. Trabaja Dani Rovira, que es un actor maravilloso. Es una historia con mucho humor que tiene mucho suspenso detrás. Vamos a filmar en Fuerteventura, Islas Canarias. Transcurre en una playa, se llama Playa de lobos y tiene muchas vueltas de rosca, la trama es sobre el vínculo entre un turista y un empelado del hotel donde se hospeda. Hay una esgrima verbal entre ambos que me genera bastante expectativa.
–¿Te queda algún sueño por cumplir a nivel profesional?
–Vivo un presente hermoso, algo que siempre anhelé vivir. Hace muchos años que lo tengo y me da mucha felicidad, me siento pleno. Mi productividad es mucho mayor ahora que que a mis 40 años, por ejemplo. Fue decantando, más allá de la continuidad, con una heterogeneidad de contenidos que me genera mucho placer transitar como actor.
–¿Sentís que estuviste encasillado durante mucho tiempo?
–Fue una búsqueda mía muy intensa, lo exteriorizaba en cada reportaje que daba. Sabía que todos los autores y directores que yo respetaba tanto, hablaban muy bien de mí, pero no me convocaban. Tal vez por este preconcepto, por este prejuicio de que tocaría una sola cuerda. Pero yo tenía muchas ganas que me dieran la confianza. Y empezó a venir desde el exterior, empezó con Carlos Cuarón, Del Toro y González Iñárritu. La película Rudo y Cursi (2008) fue el punto de inflexión. Ahí empezó algo totalmente diferente. Y ellos me pusieron en el cielo con sus declaraciones respecto de mi trabajo. Empezó a haber una continuidad que inmediatamente siguió con mi querido amigo Juan José Campanella, que me llamó por El secreto de sus ojos. Él ya me tenía en cuenta muchas veces, pero por una cosa o por otra no se daba. Y fue esa película maravillosa que nos dio un Oscar.
–¿Ahí te despegaste del humor?
–Ahí también empezó la heterogeneidad en cuanto a los directores que me llamaban. Me convocaron todos, desde Ana Katz, Daniel Burman, Marcos Carnevale, Pablo Trapero, Gastón Duprat y Mariano Cohn, Armando Bo, y directores españoles como Eduard Cortés.
–Estás trabajando mucho afuera, ¿soñás con Hollywood?
–Tengo una limitación idiomática. El sueño se plasma cuando tiene visos de posible realidad. Si yo hablara inglés perfecto sería diferente. Seguro estaría instalado allá, estoy convencido, porque me han pasado tantas cosas maravillosas en mi vida y pude cumplir mis objetivos. Igual lo intenté, pero me cuesta hablar con fluidez.
–Y en Italia, ¿te gustaría?
–Soy ciudadano italiano, pero todavía no lo hablo con fluidez, pero creo que no me costaría tanto. Me formé con los grandes del neorrealismo italiano: Gassman, Manfredi, Tognazzi, Sordi, De Sica, Monicelli, Scola y Fellini. Amo ese cine. En noviembre voy a hacer una película con Cohn y Duprat que está basado en esa época, muy desafiante desde lo actoral, muy picante, pero no puedo contar nada más porque es secreto de estado.
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