Guardespaldas, el exitoso policial inglés que llega a la Argentina
Todo empieza con algunas señales a nivel local. Una serie de la BBC que se estrena en la televisión abierta en Inglaterra y que del episodio uno al dos crece notablemente en audiencia. Luego el tema se extiende a las redes y, por ende, los territorios del debate superan fronteras. Una bandada de espectadores se queja con fuerza e insistencia de los spoilers y pide discreción en la tribuna pública global, aunque más allá de Gran Bretaña nadie sepa muy bien de qué están hablando, qué es eso del Guardaespaldas y por qué el asesinado rey del norte, Robb Stark, ahora circula por Londres de traje y corbata. Y entonces, mientras los números siguen creciendo, se habla de la serie más vista de la década para la BBC y la intriga de la historia creada por Jed Mercurio (Line of Duty) gana espesor y giros inesperados, llega el anuncio de que Netflix compró los derechos internacionales de la ficción para estrenarla globalmente este jueves, poco más de un mes después de su emisión en la TV británica.
Así, todas las pistas confirman la sospecha: Guardaespaldas es el nuevo fenómeno televisivo del año. Un programa que sumó más de diez millones de espectadores cuando emitió su capítulo final por la BBC, que, consciente del éxito que tenía entre manos, armó un episodio extra large para la despedida del drama que mezcla el policial con las intrigas políticas, el suspenso y algo de romance.
Es de noche y un tren viaja a toda velocidad hacia Londres aunque sus chances de llegar a la ciudad son pocas. Es que según se revela rápidamente hay una sospecha de que un ataque terrorista se prepara a bordo y el único que sabe qué hacer es David Budd (Richard Madden), un veterano de la Guerra de Afganistán viajando con sus hijos. Héroe con evidentes secuelas psicológicas por el tiempo que pasó en zona de guerra, David salvará el día –la noche– y su hazaña lo llevará directamente hasta la cúpula del poder gubernamental. Un frente de batalla tanto o más peligroso que los que experimentó durante el conflicto bélico. Asignado como guardaespaldas de la ministra de Interior Julia Montague (Keeley Hawes) por la central de policía, el protagonista descubrirá pronto que su convicción personal contra la presencia de soldados británicos en Medio Oriente chocará de frente con la agenda de la persona a la que tiene que proteger. Un juego de opuestos entre la sagaz política que aprovecha el clima de paranoia y los sentimientos antiinmigratorios en su país para avanzar posiciones en el gobierno y el soldado acostumbrado a cumplir órdenes, pero consciente de que hacerlo no resultó nada bien para su vida.
Esa premisa inicial junto a unas escenas de acción realizadas siempre en espacios reducidos –un vagón de tren, un auto, un auditorio– contribuyen al clima de claustrofobia y asfixia que parece torturar al protagonista y presentan una rara combinación de drama intimista y frenética película acción. Tal vez una de las razones que explican el éxito de la serie, que fue diseñada para verse semanalmente y que, sin embargo, tiene todos los elementos para ser consumida de una sentada. Una maratón para dejar a los espectadores sin aliento, cuestionándose a cada paso las lealtades e intenciones de los protagonistas, intentando evitar caer en la trampa del guion cuidadosamente construido por Mercurio, un especialista en obligar al público a ver cada episodio sentado al borde del sillón, mientras elabora teorías para justificar lo que está viendo. Y si los detalles de la trama suenan demasiado opacos o poco específicos, la vaguedad es intencional: parte esencial del disfrute de la serie, y posiblemente otro de los secretos de su éxito, reside en saber poco y nada de lo que sucederá con sus personajes principales y el vínculo entre ellos. Un lazo que se adivina multifacético desde que el policía acepta proteger a la ministra que en principio debería odiar y, sin embargo, le provoca otros sentimientos bastante más complicados.
Como había sucedido hace unos años con la fiebre que provocó Downton Abbey, aunque en ese caso el suceso global inmediato parecía más esperado ya que se trataba de una coproducción con Estados Unidos y su creador, Julian Fellowes, era un reconocido autor más allá de los límites de la TV británica, uno de los resultados del éxito de Guardaespaldas es el relanzamiento de la carrera de su protagonista. En este caso, Madden ya era muy conocido por su papel en Game of Thrones, otro fenómeno global aunque por su característica de relato coral la atención entre los personajes y los actores que los interpretan estuvo siempre muy dividida. Una situación ideal para los espectadores en busca de favoritos, pero no tan ventajosa para un joven actor en busca de protagonismo. De hecho, lo que los seguidores de la saga escrita por George R. R. Martin más recuerdan del Robb Stark de Madden es su sangriento final. Una despedida que, de todos modos, le valió la atención de Hollywood y un papel en La cenicienta. En la versión con actores del clásico animado de Disney que dirigió Kenneth Branagh, Madden era el Príncipe, un papel sin nombre propio ni demasiada personalidad.
Hizo falta que el actor volviera a Gran Bretaña y a la TV inglesa con un personaje tan carismático y heroico como el de Guardaespaldas para que los rumores de cine empezaran a rodearlo. Y nada más y nada menos que poniendo su nombre junto al de James Bond. Cuando todavía estaba fresco en la memoria del público el final de la serie, Madden empezó a ser mencionado como posible reemplazante de Daniel Craig. Un rumor que por ahora ninguno de los involucrados en las películas del agente 007 se ocupó de confirmar o desestimar y mucho menos lo hizo el actor. Tal vez porque tiene un asunto más urgente que resolver: la segunda temporada de Guardaespaldas.
Originalmente pensada como una miniserie, ya para el segundo o tercer episodio estaba claro para su creador que la serie podía tener vida más allá de los seis episodios ahora disponibles en Netflix. Y lo cierto es que el interés del gigante del streaming, que compró los derechos internacionales de la ficción aun antes de que se grabara una escena, también ayudó a crear un futuro para la historia que en principio no lo tenía. Pero, claro, enfrentado a un fenómeno casi instantáneo y de alcance global, Mercurio ya dijo estar pensando en una segunda temporada, que podría, según él, derivar en una tercera y una cuarta. Es decir que esto, por suerte, recién empieza.
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