Gladiadores americanos: una platea con público de cartón, el escándalo de doping que salpicó el show y un reclamo que marcó el principio del fin
El programa estadounidense de destreza física fue un ícono de la televisión de los noventa y, aunque su éxito prometía varias temporadas, todo culminó en medio de conflictos internos
- 6 minutos de lectura'
Ese viejo axioma warholiano sobre un futuro en el que cualquiera iba a tener sus quince minutos de fama, ya se sabe, es una verdad total. La televisión se convirtió, en algún momento, en el marco ideal para que muchos anónimos disfruten de una popularidad efímera, usualmente brindada en el marco de un reality show o algún tipo de concurso. Y justamente con esa idea en mente es que, a finales de los años ochenta, surgió un popular show cuyo objetivo era el de enfrentar a personas comunes y corrientes contra los mayores guerreros de Estados Unidos, bajo el título de Gladiadores Americanos.
Un espectáculo de variedades
Durante los años setenta, un campeón de pulseadas llamado Dann Carr comenzó a organizar un espectáculo de destreza al que denominó Olimpiadas de trabajadores. Era un show muy modesto que se llevaba a cabo en Pensilvania, en el que cualquier persona podía medir su destreza contra profesionales de la lucha. Johnny Ferrraro, un imitador de Elvis que casualmente vio uno de esos números, convenció a Carr de que esa premisa podía ser trasladada al cine; en 1983, Ferraro acuñó el término Gladiadores Americanos, aunque el proyecto cinematográfico no tardó en estancarse.
Cuatro años más tarde, el discreto éxito de la película Carrera mortal (protagonizada por Arnold Schwarzenegger, que imaginaba un futuro en el que se televisaban unas cacerías a convictos), le permitió a Ferraro insistir con la idea de un largometraje sobre personas ordinarias que luchaban contra hercúleos rivales. Esta vez la idea sí gustó, aunque con una importante modificación: Gladiadores Americanos ya no sería un film, sino un espectáculo televisivo. La intención era plantear una competencia entre hombres y mujeres anónimos, enfrentados a un grupo hombres y mujeres dueños de un estado físico privilegiado. La compañía de Samuel Goldwyn se ocupó de producir el ciclo, y en septiembre de 1989 debutó en Estados Unidos el nuevo programa.
Un éxito demorado
Gladiadores Americanos parecía destinado a una pronta cancelación. Los costos de producción eran muy elevados para un show de mediano calibre que, para colmo, tenía un rating exiguo. Durante las primeras grabaciones, la gente no mostraba ningún interés por participar, y los concursantes debían ser convocados por la producción por un pago mínimo, mientras que los fisicoculturistas se sometían a jornadas de grabación que se extendían mucho más de lo pautado.
Esa primera temporada se grabó en un pequeño estudio de Los Angeles y, para disimular que las gradas estaban vacías, la producción ordenó fabricar siluetas de madera que a la distancia, simulaban ser personas. A través de una ingeniosa puesta de cámaras y las luces, las tribunas parecían abarrotadas de un público que, en realidad, estaba hecho de madera y cartón.
Aunque el rating era bajo y el interés de la gente nulo, había algo en el programa que era atractivo. Cada emisión de Gladiadores Americanos enfrentaba a personas comunes con esos atletas superdotados, en el marco de divertidas pruebas físicas. Luchas de habilidad, esquivar cañonazos que arrojaban pelotas de tenis o meterse en esferas gigantes eran los lúdicos juegos que, de a poco, comenzaron a ser de mayor atractivo para los televidentes. Por otra parte, el carisma de los gladiadores y gladiadoras, con nombres tan gancheros como Nitro, Bronco, Malibú, Blaze o Zap, le agregaban mucho sabor a un vistoso espectáculo que era primo hermano de la lucha libre.
Poco a poco, ese rating que no aumentaba empezó a subir. El boca a boca funcionó como nunca, y para la segunda temporada, Gladiadores Americanos se consolidó como una de las sorpresas de la pantalla chica.
En el año 1992, cuando el show transitaba su tercera temporada, el público de Estados Unidos amaba la propuesta. El programa se había mudado a uno de los galpones más grandes de Universal Studios en Hollywood, y la gente hacía filas interminables para presenciar las grabaciones. Gladiadores Americanos se había afianzado en su día y horario de los domingos por la tarde, una franja muy temida ya que el fútbol americano solía copar el rating. Sin embargo, los Gladiadores competían contra ese deporte en igualdad de condiciones.
El éxito era inmenso. Había videojuegos, ropa e infinidad de muñecos que hacían de ese show una mina de oro. Los niños reconocían a los gladiadores por la calle, y les pedían autógrafos como si fueran estrellas de cine. En ese momento es que los hercúleos protagonistas del ciclo consideraron que era momento de pedir algo más que un aumento de sueldo.
Los gladiadores derrotados
Pocos días antes de comenzar la producción de la cuarta temporada, cuando Gladiadores Americanos estaba en su pico de éxito, cuatro de los fisicoculturistas más populares del programa mantuvieron una charla secreta. Nitro, Gemini, Ice y Zap se reunieron para coordinar una serie de exigencias a Samuel Goldwyn, el productor del ciclo. La intención era pedir un porcentaje de las ventas por merchandising, una entrada de dinero muy importante vinculada al show. Pero Goldwyn rechazó de forma contundente el pedido, y eso derivó en una renuncia masiva por parte de varios gladiadores. Los más importantes pegaron el portazo, confiados en que iban a lograr hacer su propio camino sin el show, mientras que Goldwyn confió que en el programa era más que los nombres de sus guerreros. Pero como el futuro les enseñó a ambas partes, ninguno podía subsistir sin el otro. Para colmo, pronto comenzó otra crisis en el centro del espectáculo.
Luego de un escándalo por uso de esteroides en la WWF, el conflicto salpicó a Gladiadores americanos, y los sponsors del programa necesitaban demostrar que sus atletas no utilizaban ningún tipo de sustancia ilegal. Según reveló Nitro en su biografía, él mismo había confesado que utilizaba esteroides, y desde luego que no era el único entre sus compañeros. Por ese motivo es que si bien la producción aceptó someter a sus estrellas a los análisis correspondientes, los mismos se llevaron luego de un aviso de seis semanas de antelación. “Fue como si nos hubieran dicho: ‘Guiño guiño, muchachos, es hora de limpiar sus sistemas’. Y lo más gracioso de todo, es que jamás nos dieron los resultados, fue todo un ardid para dejar contentos a los auspiciantes”, reconoció el propio Nitro.
La séptima temporada de Gladiadores americanos empezó a finales de 1995, pero la cancelación era un hecho. Atrás habían quedado los picos de rating, los tours promocionales (llegaron a visitar 150 ciudades de Estados Unidos) y la venta desaforada de muñequitos. La partida de las principales estrellas del show había afectado notablemente al programa, y ni siquiera una inesperada declaración del presidente Bill Clinton, quien aseguró que ese era su show favorito de la tele, le significó un nuevo impulso.
El último clavo del ataúd lo dio una nueva camada de gladiadores, que cansados de cobrar quinientos dólares por episodio, asumieron el riesgo de pedir un aumento. Grave error. Samuel Goldwyn no solo se los negó, sino que coqueteó con la idea de producir un Gladiadores americanos para Europa, que no tuvo los resultados esperados. De ese modo, en mayo de 1996 se despidió un ciclo único en su estilo, que quedó en la historia de la televisión por su original y entretenida premisa.
Temas
Otras noticias de TV Retro
Más leídas de Espectáculos
Interrupción. Por qué no hay Bake Off Famosos este martes 10 de diciembre
Sorpresiva renuncia. Esteban Mirol revela los motivos detrás de su salida de Telenueve
"Los hombres no son príncipes". Araceli González: un romance casi adolescente, un divorcio escandaloso y el gran sueño cumplido
“El medio casi en su totalidad te detesta”. La filosa respuesta de Lussich y Pallares, tras los dichos de Flor de la V