Girls se despidió de la pantalla, fiel a su estilo
La serie creada y protagonizada por Lena Dunham fue un soplo de aire fresco y blanco de mil polémicas desde su estreno en 2012; anoche, Hannah Horvath se vio enfrentada a la necesidad de madurar, y lo resolvió como sólo ella es capaz(atención: hay spoilers)
Después de seis temporadas y 62 episodios que nos hicieron pensar, reír, llorar y enojar casi en igual medida, Girls dijo adiós. La serie de HBO creada, dirigida y protagonizada por Lena Dunham ingresó al universo televisivo en 2012 como un soplo de aire fresco, una pincelada del cine independiente norteamericano que a partir de ella, después de ella, se volvió fuente de inspiración y consulta para muchas de las ficciones que vinieron después.
Un fenómeno cultural casi instantáneo, Girls se despidió como había empezado. Con su protagonista, Hannah Horvath (Dunham) demostrando ser una ególatra irritante, extremadamente sensible con ella misma y totalmente insensible con el resto del planeta. Claro que hablar del último episodio (atención: spoilers), de la maternidad conflictuada de la protagonista, de la presencia más maniática que tranquilizadora de su amiga Marnie (Allison Williams) y de esa caminata sin zapatos ni pantalones por su nuevo pueblo obliga a mencionar la temporada completa. Porque el episodio diez fue el epílogo de todo lo que vino antes. Y como todo broche final fue desparejo, sí, especialmente si se lo pone en el contexto de una temporada notable.
Todo empezó con una de esas declaraciones de la protagonista a las que el programa nos acostumbró desde el principio. Como un espejo de aquel petulante “Creo que seré la voz de mi generación” del primer episodio de la primera temporada a este “tengo una opinión sobre todo, aun sobre las cosas de las que no sé nada” del inicio de ésta, la serie demostró que fue fiel a sí misma y respetó a sus personajes aun en sus peores momentos.
Algo en los modos y las costumbres de Hannah y sus amigas –mujeres jóvenes, blancas y con los privilegios de la clase media alta– tocó un nervio que, desde el comienzo hasta el final, inspiró más análisis culturales y sociales que críticas televisivas. Y en el proceso de convertirlo en fenómeno, de molestarse o celebrar sus elecciones narrativas y estéticas muchos olvidaron que Girls es una obra de ficción, un punto de vista humorístico sobre un grupo específico de personas pensado por una muy talentosa guionista joven y un par de productores experimentados, Jenni Konner y Judd Apatow , que ayudaron a poner sus ideas y su sensibilidad indie en el escenario de los medios mainstream.
Criticada por la afición de su personaje a mostrar su cuerpo de persona normal en varios estados de desnudez y por su acercamiento a la sexualidad femenina libre de prejuicios y preconceptos patriarcales, muchos olvidaron la muy buena actriz que Dunham resultó ser. Así, en el tercer episodio de esta temporada, “American Bitch”, Hannah tuvo que enfrentarse con un escritor al que admiraba pero sobre el que escribió una dura crítica frente a las acusaciones de abuso sexual que lo rodeaban. Casi una obra de cámara, todo el intercambio entre la joven y el laureado novelista interpretado por Matthew Rhys (The Americans), nos recordó la capacidad narrativa de la serie y su profundidad intelectual.
Claro que Girls también es un programa lleno de emoción, más corazón que cerebro, más impulso que reflexión. Un costado que encarnaron tanto Jessa (Jemima Kirke) como Adam (Adam Driver), la mejor amiga de Hannah y su ex novio, respectivamente, que terminaron siendo un poquito mejores juntos. La última escena de la protagonista con Adam tuvo una contundencia conmovedora: ilusionados con rehacer su turbulenta pareja y criar juntos al hijo que espera Hannah después de todo un día "jugando a la casita", ambos se dan cuenta que la ilusión de estar juntos de nuevo es sólo eso, una ilusión. Una escena jugada con una sutileza que muchos creían no formaba parte del arsenal dramático de la serie y de su creadora.
Claro que por todas sus vueltas, sus neurosis y conflictos amorosos Girls fue desde el comienzo un retrato de cómo son las amistades a los ventipico y del modo en que los lazos que entonces parecen permanentes e irrompibles son, de hecho, todo lo contrario. Especialmente si, como en el caso de Hannah, Jessa, Marnie y Shoshanna (Zosia Mamet) ese vínculo es la reunión de cuatro egos, ciegos y sordos a lo que sucede más allá de su ombligo. Un circulo de todo menos virtuoso al que se sumó Elijah (Andrew Rannels), un amigo homosexual amoroso y egoísta en la justa medida del grupo.
“Hicimos lo mejor que pudimos”, le dice Hannah a Jessa en el anteúltimo episodio, en medio de una fiesta que huele y suena como a despedida. “Nuestro mejor esfuerzo fue horrible”, contesta Jessa, por una vez sin ánimo de provocar a nadie. Un rapto de sinceridad y autoreflexión que fue la mejor forma de decir adiós.
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