Gamer, una vida más: ingenioso cruce generacional para una historia de redención con toques de comedia
La miniserie explora la crisis de un hombre de mediana edad que vuelve a conectar con una de sus viejas pasiones: los videojuegos en línea
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Gamer, una vida más (Argentina/2023). Dirección y guion: Jonathan Barg. Fotografía: Armin Marchesini. Elenco: Nicolás García Hume, Charo López, Martín Slipak, Rocío Hernández, Yamila Owstrower y Francisco Bereny. Disponible en: FLOW. Nuestra opinión: muy buena.
Hace poco más de veinte años, los cibers eran furor. En una época en la que internet no era habitual en todos los hogares, estos locales prestaban dicho servicio para que los usuarios pudieran chequear mails, hablar por ICQ y navegar por esas primigenias páginas web. Pero con la llegada de los primeros videojuegos en línea, la funcionalidad de esos comercios cambió de manera drástica, y pronto se convirtieron en centros en los que miles de jóvenes se sumergían en la adrenalina de los juegos en red. El más popular de los títulos que solía estar disponible era el Counter Strike, un juego en el que los gamers se dividían en dos bandos (terroristas y antiterroristas), para medir fuerzas en distintos escenarios. Oscar (Nicolás García Hume) era un verdadero profesional del Counter Strike, y el de los cibers era su reino. Pero el tiempo pasó y, un poco como le sucedió a ese juego, él también dejó muy atrás sus mejores días.
La historia da un salto temporal y comienza con el protagonista atravesando sus cuarenta y largos. Luego de una ruptura amorosa que lo deja al borde de un abismo emocional, dormir la siesta es el único plan para el que Oscar tiene algo de voluntad. Hasta que, como una carta de amor a su pasado, decide conectar su vieja computadora, y volver a los juegos en línea. Dueño de una habilidad inoxidable, Oscar nuevamente se destaca en ese mundo, y así es como ingresa a un team de jóvenes jugadores con la intención de darle un nuevo sentido a su vida.
Hay historias que buscan la risa a partir del ridiculizar a sus protagonistas y otras que saben hacer reír a través del (torpe aunque honesto) crecimiento de su figura central, quizá ubicado lejos de su zona de confort. Y ese es el espíritu de esta miniserie, que encuentra en Oscar un gran vehículo para llevar adelante una trama pequeña, pero que pone a su héroe en la obligación de superar retos que le parecen enormes. Paso a paso, Oscar pasa de nivel y supera todos y cada uno de esos obstáculos.
Aquí los videojuegos son mucho más que un paisaje, y se percibe que Jonathan Barg (creador de la ficción) probablemente haya conocido -o al menos estudiado- a fondo la lógica de los ciber, esos ambientes viciados entre humo de cigarrillo, jugadores entregados a maratónicas sesiones de Counter Strike, y las improvisadas hinchadas que vitoreaban las jugadas de los gamers más habilidosos. Y ese mundo extinguido es el cascarón del que salió el protagonista.
A sus 45 años, Oscar quiere empezar de nuevo y qué mejor manera de hacerlo que a través de volver los videojuegos, aunque sea de la mano de un equipo de jugadores adolescentes. Y en ese momento surge la comedia, cuando se concreta ese cruce entre compañeros de edades muy distintas que termina convirtiéndose en una amistad. Ese vínculo revitaliza al protagonista, le devuelve una gloria perdida y hasta le habilita una historia de amor que entra por la ventana.
Gamer, una vida más es una ficción que va de menos a más, cuyo disparador es casi una anécdota pero que gana en complejidad mediante un personaje que, lejos de ahogarse en la autocompasión, termina por resignificar su adultez a través de una pasión que, para muchos, no es más que una distracción inútil. Pero los videojuegos son, en ocasiones, compañeros de vida que le permiten a sus usuarios sumergirse en mundos fantásticos y establecer vínculos que mejoran sus realidades. Y sobre eso gira esta ingeniosa miniserie: en el desentenderse de los prejuicios y celebrar que, aún desde un teclado, cualquier puede encontrar una reivindicación personal.
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