Game of Thrones rompió las cadenas de las novelas
Con muchas incógnitas, comenzó anoche, por HBO, el sexto año de la serie, que por primera vez no tiene como guía a los libros de George R. R. Martin que la inspiraron, ya que la trama los dejó atrás
NUEVA YORK.- Hoy Westerosserá finalmente liberado, o al menos lo serán sus visitantes más asiduos. A partir de esta sexta temporada, que comenzó anoche, por HBO, Game of Thrones irá más allá de la línea argumental de Canción de hielo y fuego, la serie de novelas de George R. R. Martin sobre la que se basa esta ficción televisiva.
Para los que no leyeron los libros, éstas son buenas noticias: finalmente, quienes los leímos tendremos que callarnos la boca y no podremos arruinarles nada. A partir de ahora, toda boda sangrienta (roja y de cualquier otro color), todo intrincado complot nos sorprenderá como a cualquier hijo de vecino. ¿Serán expulsados los Bolton de Winterfell? Quién sabe. ¿Daenerys y sus dragones recuperarán el Trono de Hierro para la casa Targaryen? Habrá que ver ¿Jon Snow está muerto? ¿Permanentemente muerto? Es dudoso, pero imposible demostrarlo.
A los fanáticos del libro, este Gran Salto les genera angustia. Es raro que una adaptación deje atrás su fuente literaria. ¿Arruinarán la historia? Y cuando lleguen los siguientes libros de Martin, suponiendo que alguna vez decida terminarlos, ¿será lo mismo leerlos, con las imágenes televisivas ya instaladas en nuestra imaginación?
A no temer: para los lectores, es la oportunidad de comprobar que una gran novela es mucho más que su argumento. Y para los fanáticos de la serie, es la oportunidad de que Game of Thrones, un espectáculo que siempre nos deja boquiabiertos por sus imágenes pero que también suele ponerse lento y moroso en su narración, se convierta en algo valioso por derecho propio.
Para algunos lectores, una adaptación perfecta para la pantalla es esencialmente un video ilustrativo: lo que ya habíamos imaginado en nuestra cabeza al leerlo, traspasado a la pantalla. Basta recordar a los fans de Harry Potter que miraban la película con una lista de supermercado en la mano, elogiando una u otra entrega de la saga fílmica en función de su fidelidad al material de origen.
Pero lo cierto es que las series basadas en libros tienen más éxito cuando deciden, o se ven obligados, a declarar su independencia. The Leftovers, también de HBO, se convirtió en uno de los mejores productos de la pantalla a partir de su segunda temporada, cuando agotó el material que le proveía el libro de Tom Perrotta. Y Outlander, de Fox 1, se tomó libertades con el relato de Diana Gabaldon pero sin perder su espíritu.
Se ha vuelto frecuente comparar algunas series muy complejas, como The Wire, con novelas, y el insulto implícito en la analogía es que la TV debería sentirse halagada. La televisión es visual, telegráfica y más lineal. Y por sobre todo es implacablemente rápida. George R. R. Martin ha escrito cinco novelas en veinte años. Si un productor le propusiera a HBO ese ritmo para su relato, le mostrarían la puerta de salida sin chistar.
A Game of Thrones tal vez le haya llevado un tiempo encontrar su identidad debido en parte a que las novelas resultaban perfectas para el formato televisivo, y en especial para HBO, por más que el primer volumen de la serie haya salido tres años antes que Los Soprano.
Como lo hizo Deadwood con el western, Game of Thrones también tomó un género popular como el fantasy, lo pulió un poco y le agregó ingredientes políticos y psicológicos. Sus ideas sobre el poder -como que el puritanismo también puede causar la ruina política- lograron enturbiar las rígidas dicotomías morales del estilo Tolkien. Decapitar al supuesto protagonista, Ned Stark, al final de la primera temporada, fue una declaración de principios hecha para la TV.
Pero los episodios iniciales de la serie cargaban con el peso de la vastedad y la envergadura de historia que cuentan las novelas de Martin. Los cambios introducidos, como la noche de bodas con violación incluida de Daenerys (un prenuncio de que la serie recurriría a la violencia sexual con poco tacto y demasiada frecuencia), parecían cumplir una función meramente efectista.
La serie recién encontró su tono en el quinto episodio de la primera temporada. El rey Robert Baratheon, pronto a morir también, y su esposa Cersei Lannister, beben vino -su única pasión compartida- cuando se ponen a reflexionar sobre el calamitoso estado de su reino, que sufre el acoso de conspiradores y amenazas de invasión. Lo único que lo mantiene unido es ese matrimonio por conveniencia que ambos detestan. "¿No te cansa a veces?", pregunta el soberano con resignación. "Todos los días", contesta la reina. El intercambio es magistral. Un par de frases que deja al desnudo la amargura de su relación. Con esa escena, Cersei cobra profundidad y deja de ser una villana de historieta y, por el camino queda establecido el punto de vista de la serie sobre el precio personal que se paga por jugar en política. Nada de eso está en la novela.
Sin desmedro de las asombrosas escenas de despliegue visual -las batallas de Blackwater y Hardhome, el duelo entre Oberyn Martell y la Montaña-, Game of Thrones es esencialmente una serie de conversaciones entre sus protagonistas. Varys con Littlefinger, Jaime con Brienne, Tywin con Arya, Cersei con Lady Olenna, Tyron con... bueno, con todos. En el episodio final de la quinta temporada, el espadachín Daario evalúa las habilidades de Tyrion y después de escucharlo, finalmente lo resume de esta manera: "O sea que básicamente, vos te dedicás a hablar". Es así, y justamente por eso Tyrion, un enano desheredado, es el personaje más peligroso de la serie.
Cortar con las vueltas
Los mamotréticos libros de Martin se explayan más que la serie, con vastas descripciones de la historia y la religión de Westeros, árboles genealógicos y un pormenorizado detalle de pantagruélicos banquetes que en la página impresa son muy vívidos, y allí debieran quedarse. La serie pierde algo de la majestuosidad de las novelas, pero las beneficia con recortes muy necesarios, como una espada de acero valyriana que corta la maraña explicativa.
Fue bueno el matrimonio entre novela y serie, pero llegó el momento de la separación. Durante la quinta temporada, Game of Thronesse frenó un poco para tomar aliento, y ciertas líneas argumentales -como el viaje de Jaime y Bronn a Dorne- eran una invitación a apretar el botón de fast-forward. Aunque el resto de la serie se ciña a los planes de autor -los creadores de la serie, David Benioff y D. B. Weiss, dicen haber trabajado en diálogo con Martin-, el producto televisivo tal vez salga beneficiado, sin la presión que implica competir de antemano con un best seller.
¿Cuál de las dos versiones será la auténtica? Cada una se autenticará a sí misma. A veces, una historia no tiene una narrativa única, definitiva. Las obras de arte evolucionan, ya sea las obras de Shakespeare, las revisiones que hizo Kanye West de The Life of Pablo, y el "corte del director" que hizo George Lucas de La guerra de las galaxias. Nos aferramos al canon para no lidiar con la incertidumbre. Pero mientras que nosotros podremos discutir cuál de las versiones es mejor, nadie, ni siquiera Martin, tendrá la palabra final. Canción de hielo y fuego no es la novelización de Game of Thrones, y a partir de ahora, Game of Thrones puede convertirse en mucho más que una serialización de las novelas.
Pienso sentarme a ver la nueva temporada no bien se estrene, y leeré los libros de Martin cuando sea que salgan. No importa quién llega primero, porque no existe un punto de llegada. Comparten el mismo mundo, aunque en dos continentes distintos, separados por un estrecho brazo de mar. ß
Traducción de Jaime Arrambide
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