Game of Thrones: en el capítulo final, el deber probó ser la muerte del amor
En el último capítulo de Game of Thrones , la guerra de las Dos Reinas terminó con King's Landing bajo una lluvia de cenizas (hay spoilers). Los enemigos de Daenerys ( Emilia Clarke ), los que la apartaban del trono y el sueño de un mundo mejor, quedaron sepultados bajo el fuego y los escombros. Pero junto a ellos también miles de inocentes. En el inicio del episodio final, "The Iron Throne", Tyrion (Peter Dinklage) camina entre las ruinas de la ciudad que fue su hogar, que defendió de ataques navales y reyes injustos, y hoy ve sumida en los residuos de las llamas. Jon Snow ( Kit Harington ) y Ser Davos (Liam Cunningham) lo siguen de cerca, observan el mismo espectáculo desolador. En un alto se separan y Tyrion se encamina a la entrañas de la Fortaleza Roja. Las campanas caídas son el símbolo de la fallida rendición.
Gusano Gris (Jacob Anderson) alinea a los últimos soldados leales a Cersei ( Lena Headey ), a la espera de su ejecución. Jon Snow y Davos intentan detener la venganza final pero el líder de los Inmaculados cumple con los designios de la Madre de los Dragones: matar a todos los que lucharon por la tiranía de la reina Cersei. Mientras tanto, Tyrion se asoma al casco destruido de la Fortaleza, toma una antorcha y desciende a sus profundidades. Entre las piedras amontonadas, bajo el baño de luz que asoma desde el cielo, la mano dorada de su hermano brilla todavía polvorienta. Entre lágrimas, Tyrion despeja los escombros y descubre los cadáveres de sus hermanos, abrazados en la hora de su muerte. Su mirada se tiñe del dolor profundo que anida siempre en todas las desilusiones.
Arya ( Maisie Williams ) continúa su camino por los recovecos de la ciudad abatida. A lo lejos, los dothraki ensayan sus vítores de guerra como parte de la celebración por el triunfo de la nueva reina. Los ejércitos victoriosos forman en la entrada a la Fortaleza Roja, su imponente geometría preludia la llegada de Daenerys. Jon Snow sube lentamente las escalinatas, avista la imponente silueta del dragón y ve aparecer a la conquistadora de Westeros. Ella, desde la cima, pronuncia un encendido discurso: "Sangre de mi sangre", comienza. "Cumplieron todas sus promesas", continúa, "me han dado los Siete Reinos". Su voz se proyecta con autoridad, se tiñe del poder recién conquistado. Nombra a Gusano Gris como el comandante de sus fuerzas militares y como el Maestro de la Guerra. Ahora queda liberar a todo el mundo de las cadenas que persisten. "¿Romperán la rueda conmigo?", les pregunta a sus soldados. La guerra parece no haber terminado.
Arya asoma en la pasarela donde se anuncian los triunfos. Tyrion llega lentamente y se acerca a una Daenerys que recibe con júbilo los cantos de gloria. "Cometiste traición", le recrimina ella en voz baja a su Mano. "Y usted masacró a toda la ciudad", es la respuesta desafiante de quien fuera su leal consejero. El menor de los Lannister arroja a las escaleras el símbolo de la Mano del Rey y es detenido por dos Inmaculados, en cumplimiento de las órdenes de la reina. Jon observa a Daenerys a la distancia. Ella se retira, seguida por su guardia, mientras Arya se acerca a su hermano. "¿Qué haces aquí?", le pregunta él. "Vine a matar a Cersei. Pero tu reina llegó primero". Después de haber viajado por el mundo, de haberlo conocido todo, bondades y horrores, Arya corona su aparición con una advertencia. "Siempre serás una amenaza para ella. Puedo reconocer a una asesina cuando la veo".
En la mazmorras de la Fortaleza Roja, Tyrion espera la llegada de alguna visita. La puerta se abre y entra Jon Snow. Los que antes fueron leales a Daenerys, quienes creyeron que sería una reina justa y misericordiosa, los que confiaron en que pondría fin a la tiranía sangrienta de los últimos Lannister, reflexionan ahora sobre su fe y sus errores. Tyrion intenta convencer a Jon de que el gobierno de la Madre de los Dragones será una nueva tiranía. Inspirada en la creencia de un mundo mejor y en la certeza de un reinado justo, pero conducida por quien se anuncia como la única salvadora, la encarnación de la justicia, la única rectora del poder. Jon duda, sumergido en sus promesas y su pasión perdida. El amor que ambos profesan por la reina se hunde en el recuerdo de los muertos, del fuego incansable, de la promesa de nuevas batallas. Jon trae a su memoria el lema que aprendiera en sus días en la Guardia de la Noche: "El amor es la muerte del deber". Y Tyrion le señala que, en ocasiones como ésta, signadas por tan difíciles decisiones, tal vez sea el deber, la decisión de hacer lo correcto, lo que ponga fin a lo que queda del amor.
Jon sale de la prisión y bordea la Fortaleza. Drogón se eleva de su descanso y huele en su presencia la sangre de los Targaryen. En el interior del castillo, el Trono de Hierro se erige bajo el polvo de la destrucción. Daenerys lo observa, firme pese a la intemperie que lo asedia. Se acerca como extasiada, toca las aristas de las espadas, recuerda las historias de su padre sobre el tiempo en que se forjó aquel emblema del poder en Westeros. Jon entra lentamente y llama su atención. Ella todavía sueña con las mil espadas de los enemigos de Aegon Targaryen que se fundieron para hacer el Trono. Pero Jon exige otra cosa: la libertad de Tyrion y la misericordia para los prisioneros. Sin embargo, para la nueva Protectora de los Siete Reinos el tiempo recién comienza y su lucha por esa libertad soñada continúa. Un mundo nuevo que ella imagina y él teme. Se abrazan y ella le pide que la acompañe en sus nuevas conquistas. "Construye el nuevo mundo conmigo".
Pero para Jon ese mundo ya no es posible. No después del fuego y la sangre derramada. Mientras se besan, su puñal ahoga el último suspiro de Daenerys. El cuerpo de la reina se desliza entre los brazos de su enamorado y cae sin vida en el mismo suelo donde imaginaba sus futuras gestas. Drogón asciende de la base del castillo y asoma enfurecido entre los escombros. El animal ve a su madre caída y en su garganta asoma el calor de las llamas. El fuego esquiva a Jon y se dirige al Trono de Hierro, el centro de ese poder que llevó a la locura y a la muerte a la dinastía de los Targaryen. Ahora solo queda el hierro fundido, el último vestigio de ese dominio anhelado. Drogon se acerca a quien le diera la vida, la toma entre sus garras y la alza en pleno vuelo hacia el horizonte.
El tiempo ha pasado y Tyrion espera todavía entre las paredes de la mazmorra. Gusano Gris lo conduce frente a un cónclave que reúne a los líderes de todas la Casas de Westeros. Allí están los Stark, Yara Greyoy (Gemma Whelan), Brienne de Tarth (Gwendoline Christie), Samwell Tarly (John Bradley), el príncipe de Dorne, el del Valle, y todos y cada uno de los sobrevivientes de esa aristocracia que ha gobernado Westeros desde los tiempos de la unión en los Siete Reinos. El tema a debatir es el destino de Jon Snow y el futuro del continente. Los Inmaculados retienen la autoridad en King's Landing y exigen un castigo justo para el verdugo de su reina. Pero para los Señores y las Señoras de ese mundo es tiempo de terminar con las guerras. Ofrecen tierras y títulos a los soldados, pero nada de ello parece reparo suficiente. El desgobierno amenaza con tensiones cruzadas, desacuerdos, asoma en las voces de los que hablan y son callados.
Es Tyrion quien finalmente toma la palabra. Aún esposado y agotado por su cautiverio, emerge como el último estratega, como la pieza clave para encontrar una posible salida. "Si no hay rey, nombren uno". Todos miran con la expectativa de saber quien será finalmente el elegido. "¿Qué es lo que une a las personas?", les pregunta Tyrion. "¿Los ejércitos, el oro, las banderas?". No, las historias, las de los héroes que sortean las más difíciles travesías, las de quienes sobreviven a los mayores peligros, la de aquellos que parecen predestinados. "¿Quién tiene la mejor historia?", concluye. Bran Stark (Isaac Hempstead Wright) es el nombre, es el elegido. El que quedó inválido y cruzó el Muro para cumplir su destino, el que se convirtió en el Cuervo de los Tres Ojos, el que conserva la memoria y auspicia un nuevo futuro. Los nobles votan por el nuevo rey. Sansa (Sophie Turner) exige la independencia del Norte y la obtiene. Se acuerda que los gobernantes serán elegidos por el Consejo formado por todas las Casas y no dictados por derecho de nacimiento. El hecho de que Bran no pueda tener descendencia garantiza la alternancia en el poder.
El nuevo ocupante del trono acepta y nombra a Tyrion como su Mano. Ambos resienten su designación pero asumen el compromiso, el deber de enmendar errores y alistar la esperada reconstrucción. Sin embargo, la voz de los Inmaculados exige la decisión sobre el destino de Jon Snow, prisionero por la muerte de su reina. Allí llega Tyrion con la resolución: el dictamen final, que no dejó a nadie del todo contento y por ello parece la mejor vía para el esperado consenso, es su designación como Comandante General de la Guardia de la Noche. Sin esposa, ni tierras, solo el Muro y el deber que le espera. "¿Fue correcto lo que hice?", le pregunta a Tyrion. En los ojos de Jon asoman todavía los interrogantes sobre el destino de su resurrección, el último sentido de la sangre que tiñó sus manos. "Preguntame en diez años", es la última frase de Tyrion, antes de la despedida y la promesa de volverse a ver.
Jon sale de prisión y recorre los muelles donde los Inmaculados preparan su partida hacia la Isla de Naath, el hogar de Missandei (Nathalie Emmanuel) que Gusano Gris había prometido conocer. La despedida de los hermanos Stark está teñida de emoción y recuerdos. Jon celebra la independencia del Norte a manos de Sansa, y Arya promete el descubrimiento de las tierras del Oeste, las que no están en los mapas. Jon se arrodilla ante su nuevo rey y le pide perdón por no haber estado cuando lo necesitaba. "Estabas donde tenías que estar", es la firme declaración de Bran, seguro de ese destino que parecía esperarlo desde el comienzo.
El final se acerca y la Historia parece encontrar su rumbo. Brienne ( Gwendoline Christie ) recorre las páginas del libro que cuentan la vida de Jaime Lannister ( Nikolaj Coster-Waldau ) y escribe sus últimos días, sus logros, su muerte al lado de Cersei. Mientras tanto, la nueva Mano del Rey alista la sala del Consejo del Reino. Han llegado los nuevos tiempos, y con ellos sus nuevos habitantes. Tyrion se sienta a la mesa de gobierno y recibe a sus consejeros: Davos, Brienne, Sam, Bronn (Jerome Flynn), ahora dueño de las tierras de la extinguida Casa Tyrell, Highgarden. Le traen el libro de la historia reciente de Westeros, nombrado -como no podía ser de otra manera- Canción de Hielo y Fuego. El rey pregunta por el destino de Drogon y, ante las incógnitas, parece decidido a seguir su pista con sus poderes, por más lejano que sea su vuelo (¿a Valiria?). Las conversaciones siguen después de su partida: es necesario poner en marcha la definitiva reconstrucción de King's Landing.
Jon llega al Muro y se encuentra con viejos amigos: Tormund (Kristofer Hivju ) y Ghost, el lobo huargo, celebran su esperado regreso. Lo que sigue son los preparativos de un nuevo tiempo, de una era luego de las batallas y la destrucción, de las conquistas y las liberaciones. La coronación de Sansa (Sophie Turner) y su proclama como Reina del Norte. La preparación de Arya en su partida hacia el confín del mundo conocido. La marcha de Jon hacia los bosques nevados que conoció cuando llegó por primera vez a la Guardia de la Noche, esos que hoy reencuentra subido a su caballo, después de tantas largas noches.
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