Game of Thrones: cómo empezó la nueva temporada
Un niño corre por los caminos nevados y sortea a los pobladores que esperan intrigados la llegada de los extranjeros. Entre la muchedumbre, Arya ( Maisie Williams ) asoma como una norteña más, mezclada entre la gente, como había estado en aquel día trágico de la ejecución de su padre en King's Landing. Ahora sus ojos se posan en el horizonte, en la imponente imagen del ejército de los Inmaculados que desfilan con sus lanzas y escudos por las gélidas carreteras que conducen a Winterfell. Detrás de ellos, Daenerys Targaryen ( Emilia Clarke ) y Jon Snow ( Kit Harington ) presiden ese majestuoso desfile de arribo, causantes de esa mezcla de asombro y desconcierto que siempre despiertan los recién llegados. Los rostros en las calles se llenan de intriga y cierta desconfianza, tan como Jon había vaticinado que sería el recibimiento de la gente del Norte. En el cielo, los dragones acompañan a su reina; en una de las carrozas Tyrion Lannister (Peter Dinklage) y Lord Varys (Conleth Hill) intercambian los acostumbrados chistes de eunucos y enanos. Alerta spoiler: no siga leyendo si aún no vio el primer capítulo de la nueva temporada de Game of Thrones , "Winterfell".
- Game of Thrones: quiénes aspiran a quedarse con el Trono de Hierro
Como era de esperar, el primer episodio de Game of Thrones está definido por los reencuentros . El primero es el de Jon y Lady Sansa ( Sophie Turner ), separados desde el viaje en busca del vidriagón y el encuentro de él con Daenerys, cuando todavía era el Rey en el Norte. Sansa saluda a Daenerys, mide su belleza y poder, estudia en silencio las posibles consecuencias de su presencia. El anuncio de las visiones de Bran –ahora convertido en el Cuervo de Tres Ojos– (Isaac Hempstead Wright) apura la decisiones del momento: el ejército de los muertos ha atravesado el Muro y emprende su marcha firme hacia el sur.
Entre las paredes de Winterfell se realizan reuniones y preparativos: los líderes sentados frente a los lores de la región recuentan aliados y provisiones. Jon reafirma su respaldo a Daenerys, Tyrion asegura el apoyo del ejército de los Lannister, todos confirman la necesidad de una unión que parece impostergable. Sin embargo, las tensiones atraviesan el ambiente: el reclamo de Lady Mormont (Bella Ramsey) por la renuncia de Jon a su corona y la intervención de Sansa, quien esgrime la escasez de provisiones y pregunta por el alimento de los dragones, agitan las aguas. Daenerys hace oír su voz entre el bullicio de dudas y resquemores: los dragones comerán lo que quieran. Winterfell está lejos de un clima de armonía, pero el avance de los muertos pende en el aire como una amenaza latente.
Casi al mismo tiempo se producen otros reencuentros importantes. Tyrion visita a Sansa en los corredores elevados de la fortaleza, donde ella oficia de permanente vigía. No se veían desde la boda y muerte de Joffrey (Jack Gleeson), ahora intercambian cumplidos, algo de sarcasmo, mutua admiración. Las cosas han cambiado tanto para ambos. Tyrion asegura la firme promesa de Cersei ( Lena Headey ) de enviar sus ejércitos al Norte. "¿Y le creíste?", lo interroga Sansa. "Solía creer que eras el hombre más inteligente de todos los que conocía". El otro reencuentro se produce al pie del viejo árbol de los Stark, entre Jon y Arya. Se confunden en un interminable abrazo y desenvainan sus espadas, sobrevivientes de tantas batallas y forjadas en aquel calor de familia compartido. Es la emoción de dos guerreros.
En King's Landing, Cersei se entera, con más deleite que temor, que el ejército de los muertos ha cruzado el Muro. En sus costas asoman las embarcaciones de la Flota de Hierro y Euron Greyjoy (Pilou Asbæk) llega para presentar a su reina, y anhelada consorte, las tropas compradas en Essos. Encadenada a uno de los mástiles Yara Greyjoy (Gemma Whelan) espera, todavía prisionera. Veinte mil soldados y dos mil caballos han atravesado el mar, enviados por la Compañía Dorada de Braavos. Nada de elefantes, anuncia el capitán Strickland (Marc Rissmann), a cargo de los mercenarios. Euron espera la recompensa por sus logros, le exige a Cersei un lugar en su cama y en su trono. "Después de la guerra", dice ella. Pero las guerras pueden durar años y finalmente Cersei lo recibe en sus aposentos. Mientras tanto, envía a Qyburn (Anton Lesser) a una misión inesperada: encargar a Bronn (Jerome Flynn) el asesinato de Tyrion y Jamie Lannister (Nikolaj Coster-Waldau), sus hermanos traidores.
La excursión de Euron y sus hombres a la Fortaleza Roja deja a los barcos a merced de la llegada de Theon Greyjoy (Alfie Allen) y sus aliados, al rescate de su hermana. Recuperada la Flota de Hierro, Yara decide dirigirse a las Islas para tomar posesión de su trono y asegurar a Daenerys un posible refugio ante el avance del ejército de muertos sobre el Norte. Theon, como parte de la deuda que oprime su conciencia, decide ir en ayuda de la Casa Stark.
En Winterfell, Ser Davos (Liam Cunningham) sugiere a Tyrion y Lord Varys que un matrimonio real entre Daenerys y Jon Snow sería la perfecta alianza para asegurar el apoyo incondicional del Norte. A lo lejos, la pareja secretea, sin saber los planes que se gestan sobre su futuro. Como en una escapada de enamorados, caminan entre la nieve y se hacen confesiones. De repente, le avisan a la reina que los dragones no comen desde que llegaron al frío clima del Norte. Ella decide ir en busca de sus hijos, y anima a Jon a montar a uno de ellos (nada casualmente, aquel nombrado por quien él no sabe aún que era su padre). Juntos sobrevuelan la fortaleza, se alejan hacia las montañas, se besan en la soledad del paisaje nevado.
En las profundidades de Winterfell, Gendry (Joe Dempsie) fabrica las armas de vidriagón para enfrentar a los muertos. The Hound (Rory McCann) espera su flamante hacha mientras Arya asoma a la distancia, anticipando otro de los esperados reencuentros. Recuerdan la última vez que se vieron, las cruentas batallas que sobrevivieron. Luego Arya conversa con Gendry sobre el pasado, intercambian bromas sobre su origen noble, y ella le pide, como un postergado favor, que le fabrique una daga especial, siguiendo un diseño secreto. Mientras tanto, Jon y Sansa dirimen sus lealtades, la situación del Norte y el apoyo a quien se siente en el Trono de Hierro. Para Jon, Daenerys es la reina justa y la aliada necesaria para combatir el peligro de los muertos. Sin embargo, Sansa vislumbra el amor en los ojos de su hermano y su orgullo parece no resistir el desafío que la belleza y la confianza de Daenerys imponen en su propio territorio.
Daenerys y Jorah (Iain Glen) interrumpen las lecturas de Sam Tarly (John Bradley) y le agradecen por la cura que evitó que el consejero de la reina termine como uno más de los Hombres de Piedra. Pero no todas son risas y celebraciones: enterada de su apellido, Daenerys le informa que su padre y hermano han muerto por deslealtad bajo el fuego de sus dragones. La perplejidad de Sam se funde casi de inmediato con la exigencia de Bran: hay que decirle a Jon la verdad sobre su origen. Sam lo encuentra en la cripta de los Stark, frente a la estatua de Ned (Sean Bean). En una escena clave del episodio, le hace la más impactante revelación, la que los espectadores tuvimos al final de la pasada temporada: su madre es Lyanna Stark y su padre Rhaegar Targaryen, no es un bastardo sino el legítimo heredero del Trono de Hierro. Los pensamientos parecen agolparse en la mente de Jon: la mentira de Ned, a quien creía su padre, la traición a Daenerys, a quien considera su reina. "¿Vos renunciaste a tu corona por el bien de tu pueblo?", le dice Sam. "¿Daenerys sería capaz de hacer lo mismo?".
Los sobrevivientes del Muro, liderados por Tormund (Kristofer Hivju) y Beric Dondarion (Richard Dormer), se encuentran con lo que ha quedado de la Guardia de la Noche en el Castillo Negro. Entre las sombras, aparece un macabro mensaje del Rey de la Noche: el pequeño Lord de la Casa Umber, desmembrado sobre la pared, aúlla como los esqueletos resucitados. Entretanto, un solitario encapuchado llega a Winterfell: Jamie Lannister asoma bajo la sombra de la fortaleza y divisa a Bran a lo lejos, sentado en su silla de ruedas. Parece que ha llegado el momento de saldar aquella cuenta que sigue pendiente desde su primer encuentro.
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