Fundación: llega a la pantalla el clásico de Asimov que predice el sombrío futuro de la humanidad
Considerada “infilmable” desde su aparición en 1942, la serie de novelas centradas en la psicohistoria y su creador, Hari Seldon, son una influencia central en Star Wars; la primera temporada llega el viernes a la plataforma
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Cuando Apple TV+ presentó el primer trailer de Fundación, la serie que finalmente adapta la canónica saga de ciencia ficción iniciada por Isaac Asimov en 1942, y que se estrenará el viernes 25, lo que se vio en pantalla fue un collage de imágenes impactantes y seguramente indescifrables para quien no conozca la obra original (quien la haya leído, al menos podrá ponerles caras a algunos de sus personajes protagónicos y entenderá las crípticas alusiones a la “decadencia del imperio” y a la “predicción del futuro”).
El trailer sí dejaba en claro que se trataba de una obra majestuosa, repleta de acción y peripecias extraordinarias, que no escatima recursos para mostrar una fastuosa civilización futura y sobrecogedores paisajes extraterrestres. Y si bien esto es exactamente lo que se espera de una superproducción de ciencia ficción (o, al menos, esa es la promesa que debe realizar su trailer), el texto original de Asimov tiene las características opuestas. Hay una razón por la que, aunque otras sagas igualmente veneradas como Duna, de Frank Herbert (que llegará a los cines locales en octubre), o El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien ya van por su segunda o tercera adaptación (la más reciente, en forma de serie para Amazon Prime Video), esta obra también de escala épica tardara casi 80 años en llegar a la pantalla.
Recién a fines de los años 90 se intentó, por primera vez, llevarla al cine. En 1998, New Line Cinema adquirió los derechos, pero el proyecto pasó años en el llamado “infierno del desarrollo” sin que encontrara una forma convincente. En 2009, con la opción ya en manos de la empresa Columbia, el realizador Roland Emmerich (Día de la Independencia) pasó un año orbitando en torno a la historia y tampoco logró extraer una película de ella. Luego hicieron su entrada HBO y Jonathan Nolan (Westworld), quien se propuso desarrollar una miniserie que nunca pudo concretar. Finalmente, en 2018, Apple TV tomó el mando de una adaptación que estaba en manos de los guionistas Josh Friedman (The Sarah Connor Chronicles) y David Goyer (Blade) y esta vez lograron llegar a destino, aunque no sin conflictos: la producción debió interrumpirse en marzo a causa de la pandemia y Friedman abandonó el proyecto, dejando como único showrunner a Goyer, quien, hay que recordarlo, es responsable de algunas atrocidades como La profecía del no nacido (que contiene la antológica frase “Jumby ya quiere nacer”: no estamos hablando de Aaron Sorkin, precisamente).
El problema con Fundación es que Asimov escribió una obra que voluntariamente se plantó frente a lo que se entendía por ciencia ficción en la década del 40, justamente la versión del género que se ajusta mejor a los requirimientos del cine o la TV: un relato popular plagado de batallas espaciales, extraterrestres monstruosos, robots asesinos y mujeres en peligro. Bajo la influencia del legendario John W. Campbell, su editor en la revista Astounding Science Fiction (donde se publicó Fundación, entre 1942 y 1951, bajo su forma original: ocho cuentos independientes), Asimov esquivó cada uno de los tópicos de los relatos pulp de acción y aventuras. En cambio, enfiló decididamente hacia el lugar al que Campbell quería llevar al género: una literatura de ideas asentada en la razón.
La novela presenta una nueva ciencia, la psicohistoria, una especie de combinación de psicología social y estadística, que permitiría predecir las acciones de grandes grupos humanos. Esta disciplina conduce a su creador, el matemático Hari Seldon (interpretado en la serie por Jared Harris), a descubrir que su civilización, un imperio que domina la galaxia en un futuro tan lejano que la Tierra ya fue olvidada, entrará irremediablemente en un período de decadencia, una era oscura que perdurará por milenios (el modelo de Asimov fue la caída del Imperio Romano).
Seldon diseña un plan para preservar los logros de su cultura pero debe ocultar sus descubrimientos porque, como toda ciencia social, también la imaginaria psicohistoria presenta una paradoja: dado que su objeto de estudio es la conducta humana, hacer públicas sus predicciones modificaría las conductas que intentan anticipar volviéndolas, por lo tanto, impredecibles. Tras un conflicto con sus líderes, Seldon es desterrado al lejano planeta Términus, donde congrega a las mayores mentes de su era para configurar la primera Fundación, cuyo fin es preservar de la oscuridad que se aproxima a la summa del conocimiento humano.
La novela, breve en acciones y larga en estrategias e intrigas políticas, desarrolla su narrativa principalmente a través de extensos diálogos que muestran y a la vez ocultan planes dentro de planes. La acción de tan solo el primer libro de la trilogía original (la saga completa escrita por Asimov comprende siete volúmenes, con más a cargo de otros autores) se extiende a lo largo de varios siglos, de modo que son varios los personajes que toman la posta protagónica. Como queda claro, la novela muestra una importante resistencia a su conversión en un blockbuster.
Sin embargo, muchos de sus conceptos ayudaron a configurar Star Wars, el tanque más resonante del género: el Imperio Galáctico de George Lucas está obviamente tomado del Imperio Galáctico de Asimov; la "fuerza", las habilidades mentales de los caballeros Jedi, bien podría haber sido inspirada por las habilidades de El Mulo, un mutante que, a partir del segundo volumen, se convierte en el antagonista de la saga; todas las confabulaciones diplomáticas que Lucas introdujo en los muy criticados tres primeros episodios de su obra también parecen provenir de aquí, así como la sede de su Imperio, el planeta Coruscant que, como la sede del Imperio en el libro de Asimov, el planeta Trántor, hace pensar en una expansión planetaria de la Manhattan de los años 40.
Es muy probable que la serie de TV –cuya primera temporada tiene de diez episodios– no sea del todo fiel a su fuente, pero casi todas las series terminan siendo una reescritura, expasión y reapropiación del material que les da origen. Sería deseable que la reinvención de este clásico no llegue a la traición de su singularidad.
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