Fuimos los afortunados: crudo y conmovedor relato de una familia dividida por los horrores de una guerra
La miniserie de Disney+, basada en el best seller homónimo de Georgia Hunter, se detiene en el oscuro destino de una familia judía en plena invasión alemana a Polonia
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Fuimos los afortunados (We Are The Lucky Ones, Estados Unidos/2024). Creadora: Erica Lipez. Elenco: Joe King, Logan Lerman, Hadas Yaron, Henry Lloyd-Hughes, Eva Feiler, Amit Rahav, Robin Weigert, Lior Ashkenazi. Disponible en: Disney+. Nuestra opinión: buena.
Una de las novelas más importantes de la literatura italiana de posguerra también tuvo a la historia de una familia judía como eje del avance del nazismo en Europa. Se trata de El jardín de los Finzi-Contini, parte de la serie literaria de Giorgio Bassani sobre la ciudad de Ferrara, signada por cierto carácter autobiográfico al mismo tiempo que por una aguda evaluación de los tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial. La historia de los Finzi-Contini está narrada por un vecino judío de clase media, deslumbrado por la opulencia de la mansión y los jardines lindantes, por la belleza de la hija Micòl y por el terso decadentismo que envuelve a ese mundo decimonónico que desaparece bajo las armas de la barbarie nazi. Los Finzi-Contini no fueron afortunados, y su ceguera frente a la amenaza que se cernía sobre sus destinos es narrada con la inevitable fatalidad de un escritor como Bassani, que confirma que hay horrores que no pueden predecirse.
Bajo esa misma premisa está construida Fuimos los afortunados, la exitosa novela de Georgia Hunter, también una narración novelada inspirada en una historia real que tiene como hilo conductor el destino de una familia judía, en este caso los Kurc, acaudalados comerciantes textiles de Radom, en Polonia, durante el despliegue de ese oscuro fantasma que recorría Europa en esos años. Todo comienza en 1937 y la numerosa familia se reúne en su señorial departamento para celebrar la Pascua judía: los padres (Lior Ashkenazi y Robin Weigert), felices de tener a sus hijos en casa pese a la inquietud que supone el asedio al negocio y el asomo de restricciones raciales; el hijo mayor Genek (Henry Lloyd-Hughes) junto a su nueva novia; su hija Mila (Hadas Yaron), embarazada; el fotógrafo y estudiante de derecho Jakob (Amit Rahav) junto a su amada Bella (Eva Feiler), y los dos hijos menores, el ingeniero eléctrico que estudia en París, Amy (Logan Lerman), y la inquieta Halina (Joey King), animada por cierto espíritu aventurero que la lleva a escapar del matrimonio y una vida previsible. Esa cena será la última que los muestre unidos.
Creada por la showrunner Erica Lipez (The Morning Show, Julia), la miniserie va a recorrer una década, desde 1937 hasta 1947, para revelar las vicisitudes de los Kurc en su intento por sobrevivir al avance del nazismo y las consecuencias de una guerra despiadada. Y si bien las voces que ofrecen mayor protagonismo son las de Amy y Halina, atentos observadores del mundo que se oscurece a su alrededor, como lo hiciera Bassini respecto de los sucesos en Ferrara, también Hunter devela la imposible percepción de la magnitud del horror que se avecinaba entonces. Desde ese primer Pésaj los signos se hacen evidentes -pérdida de clientes por parte del negocio, vecinos que son desalojados, empleos que se pierden, reclusiones en el gueto- pero algunos de los Kurc prefieren creer que se trata solo de una situación pasajera. Genek afirma que pronto pasará y todo volverá a la normalidad antes de tener que huir con su hermano Jakob hacia Lviv (hoy parte de Ucrania), en la región polaca ocupada por el Ejército Rojo, utilizando un origen falso que encubre su pertenencia judía. Lo mismo ocurrirá con los padres y Mila en su intento de preservar su patrimonio ante el avance irrefrenable de la ocupación de Radom a manos de las fuerzas alemanas.
Fuimos los afortunados no deja de sostenerse en una estructura clásica que progresa sobre las historias de los distintos miembros de la familia, dispersos por Europa, África o en tránsito hacia América, enlazadas primero por correspondencia y luego solo por el montaje que nos revela los itinerarios cada vez más próximos a la tragedia.
El elenco es parejo, Joe King carga de emoción y templanza a la joven Halina, quien con el correr de los episodios sopesará temores y aventura en su gesta bajo las filas de la resistencia. Pero lo que sostiene el ánimo del relato, en clave menos elegíaca que la versión de Vittorio De Sica sobre El jardín de los Finzi Contini -una de las mejores películas de su última etapa, ya lejana al neorrealismo-, es también esa tenue consciencia de que los matices y diferencias a la hora de reflexionar sobre el avance del fascismo terminan quedando en ridículo a la distancia. Para Genek, quien creía que el próspero negocio de su familia podía sortear el exterminio, la respuesta llegará con su detención y su traslado a Serbia; igual que en el final de El jardín de los Finzi-Contini, pese a las observaciones del padre del narrador que no tomaba demasiado en serio las leyes antisemitas de Mussolini, todos los judíos comparten el mismo destino de deportación.
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