Falcon y el Soldado del Invierno: lo mejor, lo peor y las enseñanzas que dejó el final de la serie
Luego de seis episodios, llegó el epílogo para la historia protagonizada por los compañeros del Capitán América en Disney+
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Con sus dos primeros títulos de producción original para Disney+, Marvel Studios propuso dos caminos muy distintos. Con WandaVision, el recorrido tuvo que ver con el pasado de la televisión y con ahondar en las angustias de una heroína mediante el uso de la magia. Pero con Falcon y el Soldado del Invierno, Marvel baja a tierra y ofrece una historia con la acción como principal ingrediente. Y luego de su final, repasamos lo mejor y lo peor de esta (¿mini?) serie. Atención, esta nota contiene spoilers.
De halcón a Capitán
El último episodio deja en evidencia que el eje de la trama siempre fue Sam (Anthony Mackie). Luego de los sucesos de Avengers: Endgame, el compañero del Capitán América original se convirtió en el candidato elegido por el propio Steve Rogers (Chris Evans) para ser el nuevo portador del escudo. Sin embargo, algunos dilemas internos y externos le impidieron aceptar esa responsabilidad. Con esa premisa como disparador, la serie se dedica a profundizar en cuáles son las circunstancias que lo llevan a replantearse su decisión, y aceptar finalmente el traje de estrellas y rayas. Lejos de tomar el escudo como un acto reflejo, Sam necesita comprender qué le significa ocupar ese rol, y así como para Steve Rogers el objetivo era la libertad, para Sam la lucha será por la pluralidad. En épocas del Black Lives Matter, Sam hace un recorrido en el que reflexiona sobre el racismo sistemático de Estados Unidos, que va desde un intento de llevarlo preso por el simple hecho de transitar por un barrio humilde, hasta descubrir el trágico pasado de Isaiah (Carl Lumbly). Sam descubre historias que lo interpelan, y que incluso lo llevan a empatizar con el enemigo (personificados en Karli -Erin Kellyman- y los Flag Smashers). De esa manera, su llegada como el siguiente Capitán América no es arbitraria, sino que responde a un interés por renovar la esencia de ese personaje, manteniendo vivo su legado, pero estableciendo un nuevo orden de prioridades.
La redención de Bucky
Desde que Bucky (Sebastian Stan) reapareció en la vida de Steve Rogers convertido en un villano conocido como el Soldado del Invierno, su camino fue extenso. A lo largo de varias películas, el personaje luchó por liberarse del lavado de cerebro que lo transformó en uno de los asesinos más letales del mundo. Por ese motivo, en esta historia Bucky se plantea la necesidad de darle un cierre a la culpa que siente por los crímenes de su pasado. Como fiel escudero de Rogers, él entiende que su destino no ser el nuevo Capitán América (a diferencia de lo que sí sucede en los cómics), sino el de acompañar a Sam en su evolución hacia convertirse en la segunda versión de ese héroe.
A priori, el gran atractivo de esta serie parecía estar en Bucky y Falcon aprendiendo a trabajar en conjunto, coordinando su labor para conformar una dupla indestructible. Pero en realidad, y cómo revela la escena de terapia conjunta, ellos deben establecer un vínculo antes de saltar a la acción. En ese sentido, el quinto capítulo se revela como el más importante. Así como en La era de Ultrón, la famosa escena de la cabaña servía para comprender la dinámica de los Vengadores en su vida civil, la secuencia de Sam y Bucky en la casa familiar de Falcon, les significa el poder acercarse no desde el campo de batalla, sino desde la vida cotidiana. De ese modo, ambos logran una simbiosis perfecta que mejora su trabajo de equipo, y que le permite a Bucky ponerle punto final a sus remordimientos, y consolida su lugar al lado del tercer Capitán América.
Zemo y Sharon, desdibujados
La vuelta de Zemo (Daniel Brühl) era uno de los ingredientes que generaba más expectativa. El villano de Civil War, y principal responsable de manipular a Bucky para convertirlo nuevamente en asesino, regresaba a la vida de los héroes para establecer con ellos una frágil alianza. Su aparición era la promesa de verlo como el maquiavélico némesis que es en los cómics, pero su participación dejó gusto a poco. Su rol se siente desdibujado, desde el momento de su fuga de prisión -quizá uno de los más absurdos de la historia-, hasta su arbitrario cambio de perspectiva (de villano a casi héroe). Y aunque se entiende que el personaje se redime por los crímenes de su pasado y acepta que fue una tragedia familiar la que lo impulsó hacia el lado oscuro, la serie cierra sus puertas con la sensación de que sin su aparición, todo hubiera sido bastante igual.
Algo similar sucede con Sharon Carter (Emily VanCamp). La presencia de la antigua agente de SHIELD ahora devenida a mercenaria en las calles de Madripur, es más un capricho de guion que una presencia que tenga una razón de ser. Por momentos ayuda, por momentos traiciona, pero nunca resulta claro su papel en la evolución de la trama. Y ese último llamado telefónico que la confirma como una villana, solo sirve para revelar que eventualmente Sharon será el comodín para justificar el futuro plan de algún enemigo que no conocemos (o quizá sí, eso tampoco lo sabemos).
El US Agente y un folclore expandido
Ante la muerte de Steve Rogers, el gobierno de los Estados Unidos busca a un nuevo Capitán América. Ahí aparece en escena John Walker (Wyatt Russell), un soldado cuyo inmejorable desempeño lo convierte en el aspirante ideal. Pero una vez enfundado en el traje, Walker sufre varios obstáculos que lo llevan a descubrir que las botas (o el escudo) le queden demasiado grandes. El héroe paulatinamente abandona sus ideales, y ante la muerte de su compañero, cruza un límite de crueldad que lo acerca a convertirse en el principal antagonista del relato. Pero como le sucede a otros personajes de esta trama, la de Walker también es una saga de redención, y el final lo encuentra ante la posibilidad de un nuevo futuro como el US Agente. Un poco como Falcon, él padece el peso que implica convertirse en el Capitán América. Walker comprende la justicia como un fin, y no como un medio, por ese motivo, no puede evitar corromperse en su afán de ser impartir justicia a como dé lugar. En la vereda opuesta, Sam entiende la justicia como el vehículo para alcanzar otros fines, como la igualdad de oportunidades o la necesidad de una sociedad más equitativa.
Lo más interesante en la aparición de Walker, en la del mencionado Isaiah y en los Flag Smahers es cierta idea sobre qué significa ser el Capitán América. Aún desconocemos si el US Agente será una amenaza (probablemente lo sea), pero es claro que es un personaje que necesita un marco de contención, alguien que le dé órdenes y le indique un camino, sea el ejército o la Baronesa (Julia Louis- Dreyfus). Pero el Capitán América no es eso, de hecho, su esencia tiene que ver con rebelarse ante el status quo, como se vio en Civil War o en Endgame. Con esa idea en mente, Falcon y el Soldado del Invierno desnuda las grietas del escudo, el drama de aquellos que no pudieron convertirse en héroes porque el gobierno se lo impidió, en la frustración de quienes no estaban preparados para serlo y en el triunfo de quien no se sentía capacitado pero, que sin embargo, supo aceptar ese trabajo. El discurso final de Sam, reprochándole al sistema todos sus errores, se convierte de esa manera en una nueva lectura sobre qué representa ese ícono adentro (y afuera) del universo Marvel.
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