Netflix se enfrenta a un dilema: ser un canal de TV o una plataforma de contenidos
El 13 de febrero, Netflix , el gigante del streaming, anunció que Ryan Murphy –creador de Glee, American Crime Story y muchas series más– había dejado Fox para unirse a su equipo, gracias a un acuerdo que, según reportes, tiene un valor de 300 millones de dólares. Ese es mucho dinero, pero no es mío y, normalmente, no me importa mucho cómo utilizan sus monedas de oro los grandes mecenas. Los medios televisivos hacen grandes acuerdos todo el tiempo.
La razón por la que este acuerdo parece un punto de quiebre –al igual que el año último, cuando Netflix se llevó a Shonda Rhimes, que antes trabajaba en la cadena ABC, propiedad de Disney– es que, como con todos los asuntos de Netflix, hay un tema de definiciones. Tanto en lo artístico como en los negocios, Netflix es otra cosa... ¿pero qué? ¿Es una plataforma on demand, como YouTube? ¿Un canal de TV abierta, como NBC? ¿Una señal premium, como HBO? Los acuerdos de Netflix con Murphy y Rhimes sugieren otra cosa: es un universo televisivo paralelo y en plena expansión.
Digamos que Netflix es “el otro lado” que propone la serie de ciencia ficción Stranger Things. Con esto no quiero decir que sea una fuerza peligrosa o malvada, sino que es una suerte de dimensión alternativa que reproduce el mundo conocido de la televisión tradicional e intenta adquirir algo de cada género existente en ese universo.
En un principio, la plataforma lo intentó a través de la adquisición directa: comprando derechos de transmisión de series de televisión exitosas. Después, probó la imitación: reviviendo Arrested Development y creando contenido original, como House of Cards, con el molde de la mejor televisión por cable. Ahora está imitando a través de la adquisición, apoderándose de creadores como Murphy y Rhimes para traerlos a su plano bien remunerado.
La historia de la TV está llena de personas que buscan escalar de nivel y competidores. Mi primer instinto fue comparar a Netflix con algo como la televisión por cable, que se convirtió en competidor serio de la TV abierta en los Estados Unidos en la década de los 80.
Sin embargo, hay una diferencia importante entre el cable y Netflix (además de a quién le damos el dinero). Los canales tienen marcas; por eso eran distintos de las cadenas tradicionales, que intentaban y debían serlo todo para todos. Las señales de cable tenían especialidades: CNN era noticias; ESPN era deportes; HBO era contenido sofisticado para adultos (salvo Entourage). Una marca de cable podía evolucionar, pero la idea era ofrecer una estética específica para una audiencia específica.
Netflix no es eso; de hecho, se opone específicamente a esa estrategia. Su marca es “cosas que te gusta ver en la TV”. La plataforma desarrolló una vasta biblioteca de repeticiones de programas y, con ella, un tesoro de datos sobre a quién le gusta ver qué cosa y cuánto. Después creó o compró más contenido similar a los favoritos de sus suscriptores. Si te gustó 30 Rock, aquí está Unbreakable Kimmy Schmidt. Si te gustó Damages, aquí está Bloodline.
Veamos los últimos meses de programación en Netflix: está The Crown , un drama histórico al estilo de la BBC; Wormwood, un docudrama de Errol Morris; One Day at a Time, una nueva versión del siglo XXI de una comedia de situación multicámara de la década de los setenta; My Next Guest Needs No Introduction, una serie de entrevistas de David Letterman … ah, y por qué no: agreguemos una secuela de Cloverfield y una película de Will Smith.
Algo para cada uno: ésa era la filosofía de la televisión en la época en la que los canales se contaban con los dedos de la mano. Por lo tanto, la analogía evidente es que Netflix no es televisión por cable en absoluto; es una cadena que vende un gran catálogo.
Sin embargo, hay una diferencia muy importante. Las cadenas de TV abierta, cuyo modelo de publicidad requería tener millones de televidentes en cada programa, debían asegurarse de que todo lo que transmitían fuera atractivo para un gran rango de personas.
Por otro lado, Netflix es amplio y cuenta con nichos microscópicos al mismo tiempo. Es una plataforma que les vende contenido a todos, pero proporciona productos para gustos muy específico ¿Eso qué significa para Ryan Murphy y Shonda Rhimes ? Quizá no mucho. Ambos son productores poderosos con mucha libertad que ahora tendrán mucha más libertad y más dinero.
De alguna manera, Murphy era el productor más afín a Netflix desde el principio: había hecho de todo, desde una sitcom (The New Normal) hasta un programa de acción (9-1-1), un drama de cable sobre estrellas de cine (Feud) y una película de HBO (The Normal Heart). Podría abarcar incluso más géneros, pero eso no significa que antes lo hayan limitado. Lo que haga Rhimes en Netflix será interesante. Podría hacer algo muy distinto con la posibilidad de ver una temporada completa de uno de sus programas de un tirón. Pero si no lo hace, de cualquier forma encajará en la plataforma que revivió a Gilmore Girls prácticamente con el mismo tono y quizá con una que otra grosería. Algo curioso acerca de Netflix es que cada par de opuestos –el nicho y la masividad, el contenido familiar y el de adultos— existe en la misma plataforma y el mismo plano.
¿Valen la pena todos los acuerdos? Que Netflix esté gastando sus vastas ganancias con sabiduría para convertirse en un Salón de la Fama para estrellas establecidas no es de mi interés como crítico televisivo.
Lo que sí me importa es si Netflix puede crear arte distintivo y original, en especial si sigue haciéndose un medio alterno a la televisión, enorme y que abarca todo.
Puede ser que el enfoque de esta plataforma implique más competencia y menos contenido de poca calidad. Además, no tengo motivos para creer que Murphy y Rhimes dejarán de ser creativos porque Netflix desembolsó toneladas de dinero.
Sin embargo, si Netflix de verdad se está transformando en un universo televisivo paralelo, espero que su algoritmo tenga espacio para lo experimental y lo novedoso. Es difícil ser innovador cuando tu único propósito es llevar a la gente adonde ya ha estado.
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