En ficciones como Envidiosa, Porno y helado, Margarita, Bridgerton y Agatha en todas partes, las cabelleras ayudan a contar historias, reforzar caracteres y desencadenar situaciones
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Ya pasaron algo más de dos semanas y la mayoría del público televisivo sigue hablando del regreso de Susana Giménez a la pantalla de Telefe. La emisión, que sumó 16,3 puntos de rating -un verdadero triunfo para las cifras de la TV abierta de estos tiempos- incluyó un sketch realizado en el predio de la AFA, la entrevista con los campeones del mundo Leandro Paredes y Rodrigo de Paul y hasta un saludo grabado de Lionel Messi. Sin embargo, lo que impacto causó en el discurso popular de aquel envío fue el aspecto del cabello de la diva. “Despeinada”, “desprolija”, “debe ser la humedad” y “cómo extrañamos a Miguelito Romano” fueron algunos de los muchos comentarios que invadieron las redes junto con los memes que comparaban el peinado de Giménez con los cabellos acrílicos de las muñecas Barbie.
Las reacciones frente al confuso episodio capilar dieron cuenta de un fenómeno que muchas veces se pasa por alto: lo que los personajes que aparecen en pantalla tienen en la cabeza -o, para ser precisos, sobre la cabeza- importa y mucho. La extrañeza que causaron los pirinchos desordenados de una figura tan reconocible como Susana refuerza la idea de que la construcción de la imagen es una labor comprehensiva que incluye al vestuario, el maquillaje y el peinado y que cada uno de esos rubros tiene influencia en el contrato de lectura de las historias que llegan a los televidentes.
En la ficción muchas veces una peluca llamativa, un color de pelo novedoso o un corte extremo definen al protagonista y a su antagonista tanto como los diálogos que le tocan en suerte y en ocasiones sirven para reafirmar su lugar en el relato. Lo demuestran algunos ejemplos recientes de series cuidadosamente producidas de los pies a la cabeza.
En Envidiosa, que lleva más de dos semanas en el primer puesto de Netflix en la Argentina, Vicky (Griselda Siciliani) está empecinada en conseguir el marido de sus sueños. Tan apegada está a esa ilusión que, cuando conoce a Matías (Esteban Lamothe), su vecino simpático, protector y divertido, inmediatamente lo coloca en el compartimiento de la amistad. Es que en la comparación con su jefe Nicolás (Benjamín Vicuña), empresario exitoso, de vestir prolijo y pelo cortado ídem, el aspecto de Matías, con su cabello enrulado terminado en claritos rubios, no encaja con la idea de pareja que la protagonista imagina desde la infancia. No importa que el vecino la entienda y la acepte tal como es, que el tiempo pasado con él sea divertido y carezca de la tensión que la acompaña a todas partes todo el tiempo: ese cabello decolorado funciona como una de las más evidentes barreras para que, en principio, el vínculo entre Vicky y Matías no salga del pantanoso modo platónico. En la segunda temporada de la serie, que se estrenará en el verano, tal vez haya oportunidad de ver si la chica del flequillo que por fin pudo ver más allá de los rulos desteñidos del muchacho de la rotisería, se anima al cambio de look sentimental.
Lejos de los asuntos románticos pero en pleno terreno de la comedia absurda, Porno y helado, la serie que tiene a sus dos temporadas disponibles en Prime Video, también tiene al pelo como uno de sus catalizadores narrativos centrales. En los nuevos episodios el look rolinga de Pablo (Martín Piroyansky), provoca algunas de las situaciones más graciosas de todo el programa, además de ayudar a resumir visualmente al personaje principal gracias a su distintivo aspecto. “Tampoco soy tan fan de los Rolling. No sé, me gustaban algunas canciones, me gustaba la ropa y sobre todo el flequillo”, grita Pablo cuando se da cuenta de que es el prisionero de una “secta rolinga” que busca recuperar su lugar como tribu urbana dominante, ese espacio que le arrebataron los floggers con “sus flequillos de costado que no le quedan bien a nadie”, como dice la líder de los adoradores de Mick Jagger (Gimena Accardi). Pocas veces un peinado tuvo tanta expresa importancia en una ficción como sucede en Porno y helado. “Era canchero ser ‘rolinga’ cuando iba al colegio”, confiesa el protagonista en un momento de debilidad, cuando admite que de ‘rolinga’ tiene solo el pelo.
En el caso de Margarita, la exitosa nueva tira juvenil creada por Cris Morena disponible en Max y que se emite también diariamente por Telefe, la importancia del cabello está implícita pero no por eso es menos determinante. En el universo de la ficción, los villanos tienen el pelo lacio y peinado con esmero por manos profesionales; ese es el caso de Delfina (Isabel Macedo), que aun cuando intenta cambiar su estilo de vestir recargado para mostrarse más cálida y accesible, mantiene su cabellera batida, como si los centímetros que le agrega el pelo la colocara tan por arriba de los demás como ella cree estar. Y en el extremo opuesto, Margarita (Mora Bianchi), la heroína de la historia, luce bucles que dan cuenta de su espíritu juguetón, optimista e ingenuo. Aunque la realidad intente aplastarla, sus rulos la levantan como un resorte una y otra vez. “Ser y parecer es lo mismo”, dice Delfina en el primer episodio de la tira, con un grado de cinismo que demuestra su deshonestidad y, por el contrario, confirma la transparencia de la joven del título.
De reina a bruja
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— Bridgerton (@bridgerton) June 14, 2024
Algunas veces los diseños de peinados y pelucas -un oficio que los premios Emmy reconoce en tres categorías distintas- funcionan como un recordatorio de que todo lo que se está viendo en pantalla es una ficción, una versión relativamente creíble aunque lejos de ser fiel a la realidad. Así operan las muchas pelucas y tocados que utilizan los personajes de Bridgerton, la serie de Netflix que ganó dos Emmy por sus locos peinados viejos. Cada aparición de la reina Charlotte (Golda Rosheuvel), uno de sus personajes libremente inspirados en la vida real, es una oportunidad ideal para los guionistas y productores de señalar, sin decirlo, que el mundo que crearon es pura fantasía, una exageración evidente que se manifiesta en las plumas, piedras preciosas y hasta la caja de música que suelen adornar los tocados de la reina. Accesorios que fueron volviéndose cada vez más elaborados con el pasar de las temporadas, construcciones que desafían las leyes de la física y hacen juego con la personalidad de la monarca que ostenta su poder mechón por mechón.
De cierto modo, el personaje central de Agatha en todas partes, la serie de Disney+ derivada de WandaVision, hace lo mismo. Encarnada por Kathryn Hahn, Agatha es una temible bruja en busca de recuperar los poderes que le arrebataron. El camino para lograrlo la lleva a través de una serie de desafíos que la ponen a ella y a su grupo en los escenarios más inesperados. Un trayecto cuyas diferentes estaciones son señaladas por los cambios de vestimenta y peinados del aquelarre. Cada vez que el personaje central necesita modificar su aspecto, las diferencias se notan en su cabello. Cuando lo lleva suelto y al viento está en su versión más honesta y despreocupada, mientras que al tiempo que se lo recoge queda claro que algo está ocultando bajo el rodete. Acompañada de su aquelarre en los episodios más recientes disponibles en la plataforma, Agatha se transforma de pies a cabeza en una adinerada ama de casa y más tarde en la imagen de una artista musical de los años setenta. Las ropas y los peinados en permanente rotación ayudan a revelar los diferentes aspectos que el personaje se esfuerza por ocultar, esas zonas oscuras que con cada nuevo estilo quedan expuestas y empiezan a borbotear hacia la superficie de la pócima de la bruja.
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