Six Feet Under, originalmente emitida por HBO, fue una de las primeras series que se centró en el duelo y la pérdida; sus protagonistas, los Fisher, son una familia que heredan muy a su pesar una casa mortuoria
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A 22 años de su estreno, una de las mejores series de la historia acaba de desembarcar en el catálogo de Netflix. Se trata de Six Feet Under, la aclamada ficción de HBO que partía de una verdad dura pero incontestable: “la muerte y la vida son inextricables”, según declaraba el productor Alan Poul algunos años atrás.
Frustrado porque su sitcom Oh, Grow Up no estaba teniendo el desempeño esperado, Alan Ball se puso a escribir el piloto de un programa al que le sumó variantes de los personajes de la tira fracasada. “Uno de los personajes era un hombre gay muy conservador: había una especie de hijo pródigo con pocos escrúpulos, y una precoz hija adolescente”, recordó durante una charla con el New York Times.
Esos eran los hermanos Fisher, que lidiaban con sus problemas existenciales mientras trabajaban y vivían en los confines del negocio familiar: una casa de pompas fúnebres. Cada uno de ellos representaba también distintas facetas de la personalidad de su creador. “En tanto hombre gay, para la construcción de David tomé mi propia experiencia”, dice el guionista, que describe a David, el imposible hermano interpretado por Michael C. Hall, como “un hombre cuyo peor enemigo es él mismo”. “A mí me llevó mucho tiempo crecer, y puse todo eso en el personaje de Nate –agrega Ball–. A partir de mis aspiraciones artísticas inventé a Claire.”
A lo largo de cinco temporadas, Six Feet Under —que se estrenó el 3 de junio de 2001— fue el centro de la programación de los domingos de HBO. La serie conquistó nueve premios Emmy y el cariño de millones de espectadores, que cada semana se quedaban embobados ante los avatares emocionales de los Fisher. La tira representó una verdadera revolución en cuanto al tratamiento en TV del duelo y de la pérdida, y por su intensidad equilibrada con un humor inteligente y poco convencional.
“Me gratifica saber que ha mantenido una vigencia tal como para dar pie a esta conversación”, dijo el actor Michael C. Hall cuando se cumplieron 20 años del estreno de la serie.
Nombres que fueron clave
Si bien HBO casi no se metió en el concepto de la serie imaginada por Ball, sí presionó para que el elenco incluyera al menos un nombre conocido. La cadena pensó que el papel recurrente de Nathaniel, el patriarca de los Fisher, que muere en el primer episodio de la serie y que se aparece como fantasma a los suyos, sería ideal para convocar a una gran estrella. Ball logró convencer a HBO de que el actor indicado era Richard Jenkins, y dejó contentos a los ejecutivos eligiendo para el papel de Brenda a Rachel Griffiths, que acababa de ser nominada al Oscar por su papel en Hilary y Jackie.
“Yo estaba interpretando el personaje del maestro de ceremonias en la producción de Cabaret de Sam Mendes, y me invitaron a participar del casting –recuerda Hall sobre su desembarco en la tira–. El hecho de que hubiera una conexión previa entre Mendes y Ball me hizo pensar que podía ser un gran éxito”. Hall no había trabajado nunca en TV, y pronto descubrió que sus resquemores encajaban perfectamente con el estado de ansiedad permanente del personaje que debía interpretar. “Me alegró que David Fisher, especialmente al principio, fuese tan tenso y acomplejado, porque a mí también me generaba tensión actuar frente a la cámara”, expresó. “Después, para la audición de Rachel, le pedimos a Peter Krause que leyera con él. Cuando los vimos juntos, nos dimos cuenta de que eran ellos dos”, recordó Ball.
El humor, hasta en momentos impensados
La serie contaba historias que solían alternar lo lúgubre y lo hilarante. Claire (Lauren Ambrose) roba un pie de la funeraria y lo mete en el casillero del idiota de su novio. Un hombre se agacha desde el asiento del conductor para levantar del piso el diario y muere aplastado por su propio auto. Una predicadora evangelista confunde unas muñecas sexuales infladas con helio que flotan en el cielo con el ascenso de los justos al Paraíso. “No sé escribir nada que no tenga humor”, dice Ball.
Bruce Eric Kaplan, uno de los guionistas y productores de Six Feet Under, más conocido como humorista gráfico en la revista The New Yorker, dice que el tono de la serie “no estaba demasiado lejos del de mis historietas, en tanto ambos integran el humor, el dolor y el horror existencial de la vida cotidiana”.
Los autores construían las historias en base a sus propias experiencias y la serie demandaba una enorme capacidad de adaptación de parte de los actores, que debían transmitir emociones profundas y al mismo tiempo evitar la risa fácil. “Era interesante tener que encontrar el humor inherente a situaciones donde al mismo tiempo estaba encarnando a alguien que, al menos inicialmente, tenía poca capacidad de reírse de sí mismo”, dice Hall.
Ball recuerda una escena del piloto en la que Frances Conroy, que interpretaba a la matriarca, Ruth Fisher, debía arrojar tierra sobre la tumba de su esposo. Conroy lloraba desconsolada, moqueando por la nariz, y Ball se le acercó. “Cuando terminó la escena, le dije que había estado increíble, pero que necesitaba capturarlo desde un ángulo distinto. Le pregunté si creía que podía hacerlo de nuevo. Y ella se secó las lágrimas y me dijo, ¡Claro, por supuesto!”
Poul y Ball convocaron a numerosos cineastas independientes para que dirigieran algunos episodios, como los directores Rodrigo García y Nicole Holofcener. El estilo de la serie también se proponía transmitir secretamente una visión sobre las relaciones románticas y familiares. “Los personajes de la serie no se conectan unos con otros”, dice el cineasta Alan Caso. “Cada uno estaba más o menos en su propia isla.”
Six Feet Under fue rápidamente elegida por los fans y celebrada en los premios Emmy: en 2003, recibió más nominaciones que ninguna otra serie. Y los Fisher fueron cambiando sutilmente y no tanto: Nate hizo cargo de la funeraria, David salió del closet y Claire se lanzó a su carrera artística. La serie fue avanzando y explorando facetas inesperadas de la vida interior de sus personajes, desde la adicción al sexo de Brenda hasta el tremendo encuentro de David con alguien que hacía dedo en la ruta, en el episodio “That’s My Dog”.
Ahora, la tira puede disfrutarse en Netflix, en donde se encuentran las cinco temporadas completas; es quizás la incorporación más jugosa al catálogo de la plataforma en el último tiempo.
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