Enjambre: el fanatismo ciego en la era de las redes sociales, en el foco de la nueva serie del creador de Atlanta
Donald Glover reafirma su particular personalidad artística con este serie protagonizada por una joven que se obesiona con una estrella pop y se embarca en un alocado raíd de violencia.
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Enjambre (Swarm, Estados Unidos/2023). Creador: Donald Glover. Elenco: Dominique Fishback, Chloe Bailey, Nirine S. Brown, Karen Rodriguez. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: muy buena.
En junio de 2019, un presunto incidente protagonizado por Beyoncé fue noticia viral: Nicole Curran, la esposa del dueño del equipo de la NBA Golden State Warriors tuvo un breve diálogo con Jay-Z, pareja de la famosa cantante. Fue un ratito antes del inicio de un partido con los Toronto Raptors, y el video que circuló fue un fragmento de la transmisión de ESPN donde se ve a Curran y la estrella del hip hop conversar breve e informalmente, separados por Beyoncé, que está sentada en la platea entre ellos dos y parece, eso es cierto, algo incómoda con la situación. Se supone que Beyoncé hizo un leve movimiento con las piernas para señalarle a Curran con un empujoncito que la charla debía terminar. Pero ese detalle, con el que un programa de chimentos puede estar una semana, es menor en relación a otro realmente espeluznante: el de la reacción de los fans de Beyoncé, los incondicionales “BeyHive”, capaces de ponerse en pie de guerra en los momentos más inesperados y armar un revuelo bastante más espeso.
En verdad, lo que pasó excede la categoría de detalle. Fue una muestra explícita de la violencia que es moneda corriente en las redes sociales, un problema que dispara siempre la discusión del huevo y la gallina, pero que más allá de su origen hoy merece atención. Los insultos -de todo calibre imaginable- y las amenazas de muerte que recibió Curran -decenas de miles- motivaron la reacción de la propia Beyoncé, que salió a pedir calma desde sus redes sociales para detener el linchamiento.
Artista inquieto y multifacético (su versión musical como Childish Gambino también tiene su encanto), Donald Glover es uno de los que apuntó sus antenas a este drama contemporáneo que muchas veces también tiene tintes bizarros. Enjambre -alusión directa a los fans de la “Abeja Reina” Beyoncé- tiene tono de sátira desbocada porque el tema que aborda también está marcado por la extravagancia. Hay otro hecho que tuvo como protagonista a Beyoncé y sirve para explicarlo. En 2018, alguien del entorno de la cantante hizo circular el rumor de que una mujer había mordido la cara de la diva en una fiesta de famosos. De inmediato se especuló con que podría ser una actriz. Y que las candidatas podrían ser Lena Dunham, Jennifer Lawrence, Gwyneth Paltrow y Amy Schumer. Todo en potencial (podría, podrían) y armando una espiral imparable que esta serie recupera para condimentar el relato, reproduciendo el ataque caníbal como disparador de un escándalo entre fans.
La protagonista de esta ficción que cruza con mucho ingenio la parodia con algunos recursos del cine de terror low-fi es una fanática con potencial notorio de serial killer. Dre (un muy buen trabajo de la joven Dominique Fishback, la Darlene de The Deuce) es una devota ferviente de Ni’Jah, una cantante exitosa que también tiene, como todas las grandes estrellas, una tribuna de venenosos detractores. Perturbada por los haters que insultan a su ídola y referente, ella también creció en ese ambiente contaminado y reacciona en consecuencia. Defender a su protegida es lo primero, cueste lo que cueste. Glover presenta un personaje que lleva esa convicción al extremo, al borde del ridículo, para hacerla más llamativa. La cultura del fandom, la mecánica perversa de la adulación, nos dice, puede causar desastres.
Más que explicaciones relacionadas con argumentos psicológicos, el recurso más usual para la justificación de los traumas en las ficciones de este tipo, la serie se centra en el paisaje que rodea a Dre, prototipo del consumidor compulsivo abducido por la cultura de masas, pendiente full time del teléfono móvil mientras acumula síntomas de alienación. La historia de Enjambre es también la de su soledad y su desesperada búsqueda de identidad.
Janine Nabers, la guionista que ya había colaborado en Atlanta, hasta ahora el pináculo de Glover y una de las series que aborda la problemática del racismo en Estados Unidos con más originalidad, explicó que para la escritura de Enjambre fue importante toda la rumorología de Internet, esa cháchara muchas veces disparatada que puede terminar teniendo ecos peligrosos en la realidad concreta. La campaña sucia contra Hillary Clinton, independientemente de lo que cada uno piense de ella, claro, fue una prueba trágica: la viralización de un rumor falso (e insólito, además) terminó con un partidario de Donald Trump tiroteando una pizzería de Washington DC.
El personaje de Dre es un emergente claro de esta época neurótica, como el activista de extrema derecha que irrumpió en el Capitolio en 2021 disfrazado de chamán sioux. Ante la demora de las respuestas de las religiones tradicionales, muchos jóvenes prefieren la inmediatez de un objeto de culto al alcance de la mano. Y esa cercanía hoy es posible porque ya no hace falta tener contacto real, corporal con la estrella. Hay una vida paralela que tiene muy buen rating, lo que la aparición de la comunidad Second Life, creada por la compañía americana Linden Lab, hizo todavía más explícito y ahora profundizará con su versión de app para smartphone: cada vez más tiempo conectados, viviendo una vida sobrecargada de estímulos. Dre queda atrapada en esa lógica, y sus contactos con el resto de lo que la rodea (no ya “el mundo real”, porque el mundo real incluye obviamente a la virtualidad) son incómodos y problemáticos. A veces no tolera ni siquiera a otros devotos de Ni’Jah.
Lo que sucede con Dre en esta ficción alude a un fenómeno palpable: aun cuando haya signos ostensibles de violencia, se les presta poca atención por ser casi un insumo básico de las redes, ya casi naturalizado. Algunas veces terminan siendo el prólogo de una desgracia. Por eso la serie insiste con una advertencia: “Esta no es una obra de ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales, es intencionado”, se aclara antes del inicio de cada capítulo de Enjambre, que también incluye un juego de metaficción como los que ya habíamos visto en Atlanta. Esta vez se trata de un falso documental sobre una asesina serial que termina con la inserción en los créditos de una entrevista con el propio Glover hablando sobre el desarrollo de una serie sobre esos crímenes, es decir, sobre Enjambre. Es una marca del estilo de este autor, ocupado siempre por experimentar con la narrativa y desmarcarse de las formas más convencionales.
Párrafo aparte merece la aparición de Billie Eilish, formidable en su debut como actriz, controlando con elegancia su sugestivo rol de líder espiritual de un grupo de empoderamiento femenino, una especie de secta de mujeres blancas de clase alta y estética hippie chic en el que Dre obviamente no encaja del todo bien: el racismo es un tema vertebral en las ficciones de Glover y asoma de muy diferentes formas. En ese mismo capítulo también se trabaja muy bien la transformación gradual de un paisaje idílico -armónico, equilibrado, luminoso- en otro cargado de nubes negras y pesadillas. Es que las sensaciones de inquietud y extrañeza que despierta Enjambre no están relacionadas solamente con la conducta imprevisible de su protagonista: también su tratamiento formal -la luz, los encuadres, la edición- es muy elocuente.
Más allá de sus fortalezas y logros, la serie también ha sido el centro de una polémica pública fogoneada por quienes han señalado como estigmatizante que la protagonista sea una asesina queer. En su libro Ausencia y exceso. Lesbianas y bisexuales asesinas en el cine de Hollywood, la ensayista española Francina Ribes Pericàs detalla minuciosamente la operación ideológica destinada a discriminar a la disidencia sexual que detectó investigando la historia del cine de la gran industria: el villano fue demasiadas veces el “desviado” de las normativas sexuales y de género. Ese dato justifica el cuestionamiento: la cantidad de casos es asombrosa, así que conviene estar alerta. Dicho esto, no está claro que Enjambre reproduzca ese prejuicio.
Con sus arrebatos gore -herederos de la violencia estilizada del film de animé Perfect Blue (1998), de Satoshi Kon-, algo del ambiente desquiciado que suelen tener las historias de David Lynch y una banda sonora exquisita y muy funcional, la serie de Glover es el resultado de una fantasía a la altura de su imaginación, la pintura levemente cínica de un trastorno social, más que individual. En una entrevista previa al estreno, el creador confesó que su sueño al idear Enjambre era “cruzar una versión de la era de la posverdad de La pianista de Michael Haneke con El rey de la comedia de Martin Scorsese”. Dueño siempre de una voz propia, seductora e intrigante, el creador californiano efectivamente logró algo que a primera vista podía parecer imposible, esa combinación de la perversión con el humor agudo a la que aspiraba sintetizada en una nueva radiografía social que plantea legítimos interrogantes.
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