En The Righteous Gemstones, el ácido retrato de una familia de televangelistas en descomposición
The Righteous Gemstones (Estados Unidos, 2019). Creador: Danny McBride. Elenco: Danny McBride, John Goodman, Adam Devine, Edi Patterson, Kenton DuMont, Cassidy Freeman, Tony Cavalero. Disponible en: HBO y HBOGo. Nuestra opinión: muy buena.
Danny McBride, heredero de la llamada Nueva Comedia Americana, alcanzó cierto reconocimiento justo en los estertores de esa etapa del género, en la curva de su agotamiento y su repetición. Vital en los 90, la tradición que combinó los ingredientes escatológicos con la parodia iracunda, cuyo apogeo fueron los Farrelly, lo mejor de Ben Stiller y la irrupción de Judd Apatow, decantó en un estudio autoconsciente de su propia gestación que tuvo en la película Este es el fin (2013) su mejor ejemplo. Ahí aparece McBride, quien también es el alma máter y creador de series como Eastbound & Down y Vice Principals. Ese universo encuentra en The Righteous Gemstones, el ácido retrato de una familia de televangelistas, su eficaz continuación.
Los Gemstones son el claro síntoma de la celebridad contemporánea, una cruza entre el culto y la vacuidad. El mega bautismo en China del primer episodio, situado en una inmensa piscina para 5000 nuevos fieles de aquella tierra lejana, es la síntesis de la clave que manejan McBride y el director David Gordon Green, uno de los productores ejecutivos. Pese a la magnitud del espectáculo religioso, las internas de la familia Gemstone se cuelan en el detalle de la ceremonia, disputas que ponen en evidencia que el humor nace del seno de esa familia disfuncional para la que el éxito y el dinero nunca resultan suficientes.
Jess (McBride) es el hijo mayor que aspira al control del imperio, una especie de parodia febril y verborrágica de Sonny Corleone, quien intenta ganar el afecto y la confianza de un padre que resulta tan ajeno como ese Dios anhelado. Es que Eli (John Goodman) se encuentra perdido desde la muerte de su amada esposa, y el rigor en la custodia de la fe parece haberse desmoronado. Junto a Jess están Kelvin (Adam Devine), el musculoso hijo menor que amenaza con descarriarse, y Judy (Edi Patterson), la hija que debe compensar con astucia el desplazamiento que padece, ya que los sermones y los negocios son solo cosa de hombres.
Luego de las presentaciones, de un recorrido por la fastuosa mansión que recuerda la Graceland de Elvis, y de las sucesivas parodias de esa concepción de la religión como un show en continuado, McBride instala el corazón del relato: la aparición de un estrafalario grupo de extorsionadores que amenazan con derribar el prestigio y el aval social de los Gemstones. Es allí donde el sentido anárquico de la comedia funciona a pleno, evocando desde la tradición de los hermanos Marx hasta los juegos de disfraces y dobleces de Jerry Lewis. Entre apóstatas e inadaptados, la serie consigue apoyarse en la vitalidad de los personajes como complemento de la burla, para hacer queribles y fascinantes a la criaturas más absurdas.
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