En Los miserables, un mundo cruel y desigual que sigue girando hasta el presente
Para LA NACIONPaula Vázquez Prieto
Los miserables (Les misérables, Gran Bretaña/Estados Unidos, 2018-2019). Dirección: Tom Shankland. Guion: Andrew Davies (basado en la novela de Victor Hugo). Elenco: Dominic West, David Oyelowo, Lilly Collins, Adeel Akhtar, Olivia Colman, Ellie Bamber, Natalie Simpson, Mailow Defoy, David Bradley, Derek Jacobi. Disponible en: StarzPlay. Nuestra opinión: buena.
La propuesta del británico Andrew Davies (Orgullo y prejuicio) en la adaptación del clásico de Victor Hugo consiste en afirmar su visionario realismo como retrato de un mundo cruel y desigual, no demasiado distinto al contemporáneo. La idea de comprender la explotación en la persistencia de la injusticia fue el ánimo del escritor francés luego del fracaso de la gesta napoleónica y el regreso brutal de la monarquía de la Restauración. Por ello en esta versión ya no quedan rastros de las veleidades musicales, ni distanciamiento posible en la puesta en escena, sino la potencia de una realidad ocre y dolorosa, concebida según una fábula de héroes y villanos cuyo origen nos demuestra que la vida tiene bastante de melodrama.
Para ello la aspiración es definir a sus personajes a partir de actos que forman su carácter. Thénardier (Adeel Akhtar) se presenta con el gesto más miserable: el robo a uno de los moribundos soldados bonapartistas de Waterloo y la consecuente invención de una fama como héroe de batalla. Esa lógica también se aplica a los buenos, como Jean Valjean (Dominic West) y Fantine (Lily Collins), consagrados a la gestación de su moral en las peores adversidades. Sin embargo, de todos ellos es Javert el que logra condensar su inquietante perfidia en un rostro sereno, animado por ideales y honestas convicciones. David Oyelowo (quien fue Martin Luther King en Selma) ofrece la materia misma de una obsesión, un personaje consumido en la persecución de un enemigo fantasmal, convertido en trágico casi a su pesar.
Los inconvenientes de la miniserie se originan en la ambición de trasponer una obra literaria de la densidad de Los miserables en la evidencia de su clave ideológica. La idea de que el amor y la solidaridad pueden transformar el alma de un hombre, pilar de la mirada de Hugo sobre la condición humana, se convierte en algunos pasajes de la ficción de Davies en simples declaraciones del monseñor que interpreta Derek Jacobi o en gritos desesperados de Fantine en un callejón. La intención de despojar a la obra de los adornos que le adosaron numerosas adaptaciones lleva a Davies a cargar las tintas sobre el "mensaje", y a convertir a la noción de justicia y las tensiones entre el bien y el mal en discursos subrayados.
Pese a ello, uno de los hallazgos es la mueca irónica con la que Olivia Colman interpreta a su malvada posadera. Es en ese humor que despliega en los momentos más terribles cuando nos demuestra que el mal puede tener tanto el amparo de intenciones egoístas como el artilugio de una simpática sonrisa.
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