Emma Corrin y Gillian Anderson, la novata y la veterana que coronan The Crown
La mirada esquiva de la joven Diana Spencer —que calca una actriz casi desconocida— y los manierismos de la férrea Margaret Thatcher servidos por una intérprete veterana son las nuevas armas del esperado regreso de la serie The Crown. Emma Corrin y Gillian Anderson van a sazonar esa dramatización de las vidas, amores y entorno histórico de los Windsor en sus respectivos roles de una princesa que no pudo vivir el cuento de hadas que le habían contado y el de una primera ministra poco avenida con otra mujer a la que servía: la reina de Inglaterra. Para la veinteañera Corrin significa la primera llamada a la puerta de la fama, esa que su colega Anderson adquirió por la veloz vía televisiva a su misma edad.
"He sentido una presión inmensa porque Diana era un icono", ha admitido una Emma Corrin que combate la atención mediática evitando en lo posible significarse en las redes sociales. Solo hacía un año que se había graduado en Inglés y Teatro por la Universidad de Cambridge cuando la plataforma Netflix encomendó el papel de la princesa de Gales a esta actriz principiante que había integrado el reparto de un par de películas, la última (Misbehaviour) interpretando a Miss Sudáfrica, que es la tierra de su madre. Pero fue su participación en la serie estadounidense Pennyworth la que convirtió a Corrin en una celebridad local entre sus convecinos de Kent, el próspero condado del sur de Inglaterra en el que nació hace casi 25 años (los cumplirá en diciembre). La mayor de los tres hijos de una reputada fonoaudióloga infantil y un empresario estudió en una selecta escuela católica y, antes de su ingreso universitario, se tomó un año sabático para enrolarse en un curso sobre Shakespeare en la Academia de Londres de Música y Arte Dramático.
Su prueba de fuego ha sido encarnar a una Lady Di de la que los televidentes ya tienen una idea preconcebida pero, según el veredicto de la crítica británica, borda al personaje. Desde el noviazgo de Diana Spencer con el heredero de la corona y su protagonismo en la "boda del siglo", el 29 de julio de 1981, hasta las decepciones y traiciones por ambas partes que acabaron desembocando en el divorcio. Corrin retrata tan bien la inocencia inicial de la princesa como el regusto que más tarde le procurarán los primeros atisbos de la fama, una vez se decide a proclamar en horario de prime time televisivo la infidelidad de Carlos con Camilla Parker-Bowles.
En medio del circo mediático protagonizado por el trío Diana-Carlos-Camilla, la reina mantiene la cabeza fría y sigue lidiando con sus asuntos de trabajo que, desde la primera victoria electoral de una mujer en la historia británica (1979), la aboca a recibir semanalmente y durante 11 años a Margaret Thatcher. Nunca conectaron pero, como ha explicado Gillian Anderson, el desencuentro siempre fue sutil y sin subidas de tono. Aunque la actriz estadounidense —instalada en el Reino Unido desde hace casi dos décadas— se ha procurado la peluca voluminosa, el bolso y las perlas que dibujan a Thatcher en el imaginario colectivo, no ha querido forzar la gestualidad más allá de los típicos ladeos de cabeza de la Dama de Hierro.
El listón estaba muy alto para Anderson ante un personaje interpretado por un sinfín de estupendas actrices británicas a lo largo de los años, o por la estadounidense Merlyl Streep, que se llevó por ello el tercer Oscar de su carrera. A la inolvidable agente Scully de la serie Los expedientes secretos X —su carnet hacia la fama— le obsesiona cuidar el prestigio adquirido a base de participar en series televisivas de calidad y, sobre todo, de haberse convertido en uno de los rostros imprescindibles de las tablas de Londres. A sus 52 años, lleva acumuladas tres nominaciones al prestigioso premio teatral Olivier.
A esta actriz oriunda de Chicago le ha ayudado en su carrera al otro lado del Atlántico el acento británico adquirido durante el periodo infantil que vivió con su familia en el Reino Unido. Decidió regresar en 2002, con dos divorcios a cuestas y una hija, Piper. Tras los muchos romances que le atribuyeron los tabloides de las islas, hoy lleva años como pareja estable de Peter Morgan, guionista y artífice de los éxitos cinematográfico (el film La Reina), teatral (la obra La Audiencia) y televisivo (la serie The Crown) en torno Isabel II y al devenir de su país a lo largo de siete décadas de reinado.
El periodo de los años ochenta en el que Morgan ha centrado la trama de la cuarta entrega de The Crown brinda el protagonismo a las dos mujeres británicas más poderosas en aquel tiempo, Isabel II y Thatcher, junto al personaje más mediático de su era, Lady Di. Acompañando a la actriz Olivia Colman, que repite en el rol de la soberana, se estrenan la casi novata Emma Corrin y una Gillian Anderson con muchas más millas en la mochila. "Creo que nunca he asumido un papel que implicara tanta presión", ha reconocido sin embargo Anderson, parafraseando a su joven colega. El vértigo para los intérpretes, le ha venido a decir en señal de apoyo, es siempre el mismo.
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