Los primeros cuatro capítulos de la última temporada de la serie están disponibles desde este jueves en Netflix; dividida en dos partes, la temporada final de la serie que retrata las vidas públicas y los misterios privados de la realeza británica se acerca a su desenlace
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Sentada en una habitación de hotel en Los Ángeles dispuesta a conversar vía zoom con la prensa internacional, la imagen que proyecta Elizabeth Debicki no se diferencia mucho de cómo se la ve interpretando a Lady Di en los cuatro primeros episodios de la sexta temporada de The Crown, disponibles desde hoy en Netflix. El pelo rubio de la actriz australiana está mucho más largo del estilo que usaba la princesa de Gales pero algo en sus gestos, en su sonrisa, durante la entrevista siguen evocando a la recordada Diana. Un personaje que la misma intérprete admite que le está costando trabajo dejar atrás. Se entiende: a la actriz conocida por su trabajo en El gran Gatsby le tocó interpretar los años más difíciles de uno de los personajes más fotografiados y admirados del siglo XX y los hechos al mismo tiempo más esperados y más temidos por los espectadores de la serie creada por Peter Morgan, que desde 2016 recorre las conocidas vidas públicas y los misterios privados de la familia real británica.
La ficción, que se presenta como tal explícitamente desde la quinta temporada cuando los productores incluyeron antes de cada episodio un mensaje que advierte que lo que se verá es “una dramatización ficcional inspirada por eventos reales”, está cerca de llegar a su fin. Solo quedan nueve episodios que la plataforma decidió estrenar en dos partes, empezando hoy con los primeros cuatro y terminando el 14 de diciembre con los cinco restantes. Una estrategia de programación que cobra sentido al ver el cuarteto inicial, un conmovedor retrato de las últimas seis semanas de la princesa Diana que muestra las circunstancias que llevaron a su muerte en el accidente ocurrido en París en 1997. Aquel momento que sacudió al mundo en la realidad es reflejado en los primeros minutos de la temporada sin golpes bajos pero con una contundencia demoledora. De hecho, los cuatro episodios resultan los más emotivos de todo el programa gracias, en gran medida, a la interpretación que hace Debicki de la princesa que el mundo llora hace 26 años.
-¿Hubo cambios en tu proceso de preparación de la quinta a esta temporada, sabiendo todo lo que te tocará interpretar en los nuevos episodios?
-Fueron instancias muy diferentes para mí. La quinta temporada fue una experiencia surrealista. Es decir, estaba todo el tiempo pensando y tratando de organizar en mi cabeza todo el material de archivo que estudié durante un año y en el set intentaba armar todo el rompecabezas, lo que resultó en una interpretación muy cerebral, en mi opinión. No podía dejar de preguntarme si lo que estaba haciendo funcionaba, si la gente se lo iba a creer. Pero esta vez fue muy diferente. Hubo un descanso de tres meses entre la grabación de una y otra temporada y cuando recibí los guiones nuevos llevaba un tiempo tratando de “separarme” de Diana, algo que me di cuenta que me resultaba imposible porque aunque intentara no pensar en ella ni el programa, siempre estaban presentes. Además, estaba muy ansiosa porque sabía lo que venía en los nuevos episodios, lo difícil de mi tarea por delante y lo profundamente triste que sería todo a nivel actoral y humano. Y lo devastador que sería tener que despedirme del personaje.
-En el proceso de preparación con el material de archivo que existe en relación con Diana, su vida y su muerte, ¿hubo algo que te sorprendió o que no conocías sobre ella?
-Lo que me encantó fue que al hablar con gente muy cercana a ella todos coincidían en resaltar su alegría, su espíritu juguetón y el humor que tenía. Todos insistían en recuerdos sobre sus picardías, sobre lo graciosa y ocurrente que era y la capacidad de reírse de sí misma que tenía. También supe que estaba muy consciente de su lugar en el mundo y que era lo suficientemente astuta para manejar su fama. Hasta cierto punto, claro. Me contaron historias de ella que me hicieron reír mucho y me di cuenta de que una parte importante de mi trabajo era dejar traslucir su humor y su inteligencia emocional en mi interpretación. Un aspecto que me sorprendió mucho, quizás por mi propia ignorancia, fue el alcance de su trabajo humanitario. Sabía lo básico pero no era consciente de cómo utilizó su celebridad para dar a conocer temas que le importaban y el nivel de valentía y vulnerabilidad que tenía para hablar públicamente de su salud mental, por ejemplo, sabiendo que podría ser de ayuda para la gente que estuviera pasando por momentos difíciles. Es decir, en aquellos años no era algo que se hiciera y mucho menos alguien en su posición. Y luego profundicé en todo lo que hizo para colaborar en la lucha contra el sida y su labor en relación a la eliminación de las minas terrestres, un tópico que no tenía lugar en la agenda pública hasta que ella puso su atención en él que exploramos en la nueva temporada.
-¿Hubo algo de todo eso que resultó especialmente útil para tu interpretación?
-Creo que las imágenes de la última vacación, sus semanas finales en el yate de la familia Al Fayed me quedaron grabadas en la memoria más que todo lo demás. Aunque sabemos que fue una época complicada por la persecución de la prensa, en las fotos también se vislumbra su alegría y su conexión con sus hijos, lo cercanos que eran y lo expresiva y amorosa que se la veía en su rol de madre. Y en términos del último día en París, más allá de todas las imágenes conocidas que resultaron de la persecución mediática a la que estaba sometida, lo que más me ayudó fue ver el material de los circuitos cerrados del hotel Ritz porque en ellos se ve el vínculo entre ella y Dodi Al Fayed (Khalid Abdalla) y aunque nadie sabe realmente lo que sucedía entre ellos en esas imágenes se puede contemplar la intimidad y el lazo que tenían incluso en esos momentos tan tensos.
“Perdió el derecho a cometer errores”
-¿Qué opinas de cómo retratan los nuevos episodios el sufrimiento y los peligros a los que están sometidos quienes experimentan ese tipo de celebridad extrema?
Está claro que todo lo que vemos es una gran advertencia sobre sus consecuencias más trágicas. Pienso que el concepto mismo de fama es difícil de definir para la mayoría pero que se vuelve una realidad tangible para algunas personas y como tal es horrendo. Desde afuera puede parecer algo deseable porque se supone que otorga acceso a cosas que creemos desear pero lo cierto es que nos despoja de una de las cosas más preciosas que tenemos en la vida que es la privacidad, una fuente de sanidad mental que hay que cuidar. Una de las cosas que más me impactaron en el trabajo de investigación es lo imposible que se puede volver todo si estás en el ojo del público constantemente, como le sucedía a Diana. De alguna manera perdió el derecho de cometer errores y dar pasos en falso que llevan al aprendizaje y el crecimiento. Son necesidades básicas de los seres humano y estas personas, los integrantes de la monarquía no tienen esa opción. Creo fervientemente que debería haber alguna manera de que esas personas puedan protegerse de ese nivel de invasión a su privacidad.
-En los nuevos episodios a través de dos escenas muy emotivas se cuenta la resolución del vínculo entre Diana y el príncipe Carlos. ¿Cómo fue su proceso de grabación?
-En el caso de la secuencia en el segundo episodio en la que Carlos y Diana se encuentran cuando él retira a sus hijos para llevarlos de vacaciones a Escocia, la verdad es que fue un momento muy feliz porque lo que muestra es como ambos personajes llegaron a un lugar de entendimiento, que de alguna manera hicieron las paces y ya no tienen que vivir en la hostilidad que marcó su vínculo por tanto tiempo. En el caso de la escena que los vuelve a reunir después de la muerte de Diana, en una suerte de impasse imaginario, fue mucho más difícil todo. Decidimos no ensayar el diálogo, no sabíamos muy bien lo que iba a pasar pero al mismo tiempo tanto Dominic (West, el actor que interpreta al ahora rey Carlos) como yo teníamos claro que sería una secuencia muy dolorosa de interpretar y al mismo tiempo el texto escrito por Peter (Morgan) era muy bello. Es un momento devastador porque todos sabemos que cuando perdés a alguien querido darías lo que fuera para poder hablar con ellos al menos una vez más. Ahora sigo emocionándome al recordar ese momento en la filmación. Se trata de una Diana imaginaria que se permite decirle a Carlos lo que nunca pudo expresar antes: que, más allá de todas las peleas y las dificultades, su amor por él fue tan profundo e intenso como doloroso.
-¿Al haber pasado tanto tiempo interpretando a Diana llegaste a comprender más cabalmente la fascinación que despertó, y que de alguna manera sigue despertando, en todo el mundo?
-Sé que interpretarla me enseñó mucho a nivel humano y no es muy usual que eso pase en este trabajo. Debe decir que lejos de ser una autoridad sobre el tema lo que puedo decir desde mi lugar como actriz que interpretó una versión de Diana, investigó sobre su vida y habló con mucha gente que la conocía, es que vivió impulsada por el amor. Era una especie de ética de vida, le entregó mucho al mundo de una manera genuina en la que parecía no advertir ningún límite ni afectación. Voy a extrañar estar cerca de esas sensaciones extraordinariamente hermosas. Y creo que la tragedia que asociamos con ella tiene que ver con haber visto a un ser humano que daba tanto de sí no recibir el amor que merecía. Me parece que de ahí nace la tristeza que sentimos colectivamente en relación a ella. Es una dicotomía entre esas circunstancias de su vida y el modo en que conectaba con la gente, como se abría con ellos y, en ese sentido, era correspondida garantizando un espacio dónde todos se sintieran vistos y escuchados. Diana entendía de manera natural que eso era lo que todos necesitamos. Esa capacidad no es común y creo que fue lo que el mundo perdió cuando la perdimos a ella.
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