Revisar el anecdotario de la pantalla chica significa reencontrarse con personas o personajes cuyo legado persiste en la memoria colectiva
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A lo largo del 2023, la sección TV Retro de cada viernes continuó su exploración por los ciclos televisivos más importantes del pasado. Y la pantalla argentina y algunas de sus figuras más emblemáticas tuvieron un merecido protagonismo en este segmento, junto a clásicos estadounidenses indiscutidos que van desde el western, pasando por una invasión de lagartos y una serie sobre un pastor alemán que escondió uno de los mayores engaños televisivos.
Un suicidio que conmocionó a la pantalla chica
Como le sucede a las figuras más queridas de la cultura popular, Leonardo Simons era uno más en la mesa de los argentinos. El conductor de ciclos como Sábados de la bondad y Finalísima era una de las caras más reconocidas de la televisión, y cada uno de sus proyectos era un éxito garantizado. Por ese motivo es que la noticia de su suicidio tiñó de luto a la pantalla de Telefe.
El martes 15 de octubre de 1996, Simons se tiró desde la ventana de su oficina, ubicada en el centro porteño. Como era de esperar, la noticia provocó un impacto muy hondo en el público, así también como en los colegas del querido animador.
En ese momento, Simons estaba a cargo de Ta Te Show, un ciclo de preguntas y respuestas que Telefe emitía todos los sábados. Como medida extraordinaria, las autoridades del canal resolvieron que Silvio Soldán fuera el encargado de conducir el programa y, al inicio de la emisión, él tuvo unas palabras muy sentidas: “A todos, muchas gracias, en nombre de Leonardo. Y vamos a intentar hacer el programa como siempre, como él hubiese querido, como si él estuviese aquí. Desde ya, les pido mil perdones en nombre de todos los integrantes del elenco, de toda la gente que hace la televisión en esta casa, de la gente de la televisión argentina porque no nos sentimos bien, pero queremos que el programa siga como siempre, como él lo hubiese querido”.
Acompañado de Teté Coustarot y al frente de Siglo XX Cambalache, Fernando Bravo era vecino de Simons en la grilla del canal. Y en ese sábado de luto, en el que la ausencia de Simons pesaba en la pantalla de Telefe, Bravo también conmovió al público, cuando expresó: “Leonardo Simons murió por vergüenza y de vergüenza, y también hizo gala, en el final de su vida, de una dignidad poco común, algo que, precisamente, no abunda en los tiempos que corren. Quiero recordar con estas pocas palabras a este compañero de treinta años”. Esa “vergüenza”, según trascendió, tenía que ver con una acusación que pesaba sobre el hermano de Simons, el entonces juez Carlos Wowe, y que mortificaba profundamente al conductor.
Con la gran firma de Jorge Guinzburg
“Con el tiempo, la personalidad de Jorge fue llevando al ciclo y al equipo para un mismo lado. Al principio, cada uno venía de lugares diferentes y él los amalgamó en un mismo lenguaje mucho más informal”, le reconoció Andrea Stivel, pareja de Guinzburg, a LA NACION. En el año 2005, Jorge puso en marcha Mañanas informales, un ciclo que demostró que las mañanas televisivas también podían ser fuente de grandes números de rating.
Con un panel ecléctico, integrado por Ernestina País, Osvaldo Bazán, Mario Mazzone y el Bicho Gómez, entre otros, Mañanas informarles era una verdadera topadora en la que se combinaba la información, el humor y la actualidad. Guinzburg capitaneaba el barco de forma inmejorable, pero dos pérdidas muy dolorosas sellaron el destino de ese ciclo: la muerte de Mazzone, y luego del propio conductor, fueron dos golpes muy duros que, si bien el resto del equipo supo afrontar, no dejó nunca de ser una herida abierta.
En el 2008, Mañanas informarles llegó a su fin, y Ernestina País expresó: “Ninguno de nosotros es el mismo que cuando comenzó este programa. Ha sido muy fuerte para todos, hemos aprendido muchísimo como personas y desde ya agradecer a Jorge Ariel Guinzburg por todo lo que ha dejado en cada uno de nosotros”. Si bien con el tiempo salieron a la luz algunas rispideces que evidenciaban que las internas florecen en todos los espacios, para el público que eligió a ese grupo como compañero de desayuno, pero sobre todo para los laderos de Guinzburg, Mañanas informales fue una verdadera escuela.
Una lectura antifascista y un gran héroe televisivo
El guionista Kenneth Johnson fantaseaba con la idea de llevar adelante una serie que versara sobre la importancia de las resistencias, sobre los grupos humanos que de forma colectiva hacen frente a un invasor. Y haciéndose eco de lo que pudieron sentir las sociedades ante la avanzada nazi, Johnson escribió la lucha de los humanos ante una invasión de alienígenas lagartos. Emitida entre 1983 y 1985, V: invasión extraterrestre fue un éxito de escala mundial, y millones de televidentes seguían son fidelidad las luchas entre la milicia clandestina de Donovan (Marc Singer) contra el ejército comandado por Diana (Jane Badler).
Aunque las caras de los protagonistas de V: Invasión extraterrestre son muy conocidas, hubo una figura que trágicamente no llegó a formar parte de ese éxito. “Cuatro semanas después de empezar a rodar, una de mis protagonistas femeninas fue asesinada”, reveló Johnson en una oportunidad, en referencia a la actriz Dominique Dunne. Según las noticias de la época, ella había muerto luego de permanecer durante cinco días en coma, y su exnovio era el principal sospechoso. Muchos de los intérpretes se habían vuelto muy cercanos a la víctima, y la conmoción los afectó enormemente. “Ella era mi amiga. Le dije: ‘Vas a ser una gran estrella de cine’, porque estaba profundamente dotada. Uno podía verla, y sabía instantáneamente que tenía ese talento”, contó Faye Grant cuando visitó a su amiga y colega en el hospital.
Luego de dos exitosas miniseries, el canal NBC impuso que V se convirtiera en una serie semanal, una decisión que afectó la calidad de la propuesta, y que derivó en un descenso notable de rating y una anticipada cancelación. Final de historia injusto para una saga clave de la televisión ochentosa.
Una estrella argentina y un western que pateó el tablero
El western televisivo siempre fue cuna de grandes clásicos, entre los que rápidamente se destaca a Bonanza, El llanero solitario o La ley del revolver. Y en esa lista, es indudable que El Gran Chaparral tiene su lugar asegurado.
Estrenada en 1967, esta ficción de vaqueros centrada en los clanes Montoya y Cannon, atrapó a los espectadores y los llevó a ser testigos de grandes tiroteos, pero también enormes pasiones. En gran medida, la clave de ese fenómeno tuvo que ver con la vocación por romper estereotipos, en un relato en el que la representación de los mexicanos y los apaches estaban lejos de lugares comunes. Pero la señal NBC no veía con buenos ojos los grises planteados por la serie, y llegó a solicitar algunos recortes con el fin enviar un mensaje mucho menos ambiguo.
Fiel al dicho popular que reza que hay “un argentino en todas partes”, El Gran Chaparral no fue la excepción. En búsqueda del rostro que interpretara a Victoria, la heroína del título, el productor David Dortort encontró a Linda Cristal, una actriz argentina que venía de trabajar ni más ni menos que con John Wayne. “Después de tres frustrantes semanas de audiciones, la vi. En ese momento, supe que ella era Victoria. Hermosa y sofisticada, aristocrática y salvaje. Muy inteligente, capaz de moverse con soltura entre las diferentes culturas”, aseguró Dortort sobre Linda. Por ese papel, Cristal se alzó con el Globo de Oro a la mejor actriz dramática de 1970.
Muchos perros y una mentira no tan piadosa
Aunque un viejo axioma asegura que “nunca es bueno filmar ni con animales ni con niños”, Rin-Tin-Tin y sus muchas versiones pusieron esa idea en jaque. Entre los años veinte y sesenta, varios perros protagonizaron diferentes proyectos en la piel de Rin-Tin-Tin. En películas o en televisión, ese pastor alemán fue un emblema, y sus aventuras eran de las favoritas de los más pequeños. A partir del éxito de la película Where the North Begins, estrenada en 1923, el héroe perruno comenzó una andanada de éxitos, al punto de estrenar catorce películas entre 1932 y 1939.
Los años pasaban y la popularidad de Rin-Tin-Tin amenazaba con menguar. Por eso, el productor Herbert Leonard apostó por un show televisivo centrado en el pastor alemán. “Era el momento indicado para hacerlo. CBS tenía muy avanzada una serie de Lassie y yo sabía que los testeos con público les habían dado muy bien. La era dorada de los animales en TV estaba por comenzar”, contó Leonard años después. De ese modo, en octubre de 1954 llegó a la pantalla chica el ciclo Las aventuras de Rin-Tin-Tin, una propuesta que, a través de numerosas historias con moraleja, intentaba educar a los chicos sobre la importancia de distinguir el bien del mal (aunque muchos de los relatos, hoy podrían ser catalogados de racistas, misóginos, discriminadores y estigmatizantes).
La serie fue un verdadero boom, que se prolongó hasta 1959. Poco tiempo después, un inesperado secreto salió a la luz. “El Rin-Tin-Tin de la tele nunca fue Rin-Tin-Tin” , confesó el productor en una oportunidad, y detalló: “La verdad es que Rinty IV no tenía ningún talento artístico. Caminaba lento y pesado, corría y saltaba con movimientos muy poco estéticos. Era un perro noble y cariñoso, pero no servía para la TV”. Quien había realizado mucha de las proezas televisivas, era un perro llamado Flame Jr, que fue reconocido solo con el tiempo, y que vivió a la sombra del nombre de Rin-Tin-Tin.
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