El simpatizante es una comedia negra que narra el conflicto de Vietnam dando voz a un espía del Viet Cong
La serie de siete episodios con Robert Downey Jr. está basada en la novela homónima ganadora del Premio Pulitzer y cuenta con Park Chan-wook entre sus realizadores
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El simpatizante (The Sympathizer, Estados Unidos/2024). Creada por: Park Chan-wook y Don McKellar. Dirección: Park Chan-wook Fernando Meirelles y Marc Munden. Guion: Don McKellar y Park Chan-wook. Fotografía: Kim Ji-yong. Edición: Jin Lee y Vikash Patel. Elenco: Hoa Xuande, Robert Downey Jr., Toan Le, Sandra Oh y David Duchovny. Se emite los domingos a las 22 hs. por Max. Nuestra opinión: muy buena.
La guerra de Vietnam acaso sea el enfrentamiento bélico más frecuentado por la pantalla norteamericana. Si bien, a diferencia de la Segunda Guerra, el tono sobre la intervención de Estados Unidos siempre es crítico, la empatía que se extiende al pueblo vietnamita no llega tan lejos como para darle nombres propios y mucho menos voz. Los vietnamitas son figuras anónimas que decoran aldeas arrasadas o que empuñan armas con fervor sanguinario. Refutando el lugar común, la historia de esta guerra la escribieron los vencidos.
El simpatizante -cocreada, coescrita y mayoritariamente dirigida por el gran realizador coreano Park Chan-Wook-, por el contrario, es una anomalía porque narra el conflicto en primera persona desde el punto de vista de un soldado del Viet Cong. No se trata de un soldado más: es, tal como él mismo se presenta, “un espía, un topo, un agente infiltrado, un hombre con dos caras”. En verdad, El Capitán, tal es el único nombre con el que se lo conoce, tiene más de dos caras: es un comunista encubierto en el ejercito anticomunista, un informante de la CIA, un vietnamita educado en Estados Unidos y alguien “birracial”: asiático por parte de su madre y europeo por parte de su padre. Aunque el actor Hoa Xuande es solvente en el rol, lleva unas lentes de contacto coloreadas tan artificiales que hacen pensar en una posesión demoníaca antes que en ancestros caucásicos. El fin es hacer visible su diferencia, acentuar que se trata de alguien que no pertenece a las comunidades por las que transita. La extranjería es una característica que comparte con el autor de la novela original, Viet Thanh Nguyen, ganador del premio Pulitzer por este libro, quien nació en Vietnam pero emigró muy joven junto a su familia a los Estados Unidos, tras la derrota del sur.
La multiplicidad de roles del personaje central, esa porosidad entre el ser y el parecer, subraya la pregunta central del relato por la identidad. ¿Hay una esencia interior, vinculada al origen, a la genética, a la patria, que define lo que somos o lo que somos es maleable, tan cambiante como lo que parecemos? Una pregunta similar puede extenderse a la identidad de las naciones, en particular a Vietnam, que cambió radicalmente tras el triunfo de la revolución. Si hay una esencia en El Capitán es bastante escurridiza porque es un simpatizante del régimen comunista tanto como lo es de los coreanos del sur y de los Estados Unidos.
Llena de ironía
Por esta posición excéntrica, por la habilidad del narrador para habitar en varias dualidades, su relato no es simplemente la otra cara de la moneda, la versión vietnamita de la historia. El Capitán es un narrador irónico con una distancia doble, es decir, puede no solo ver a los Estados Unidos desde afuera sino también a sus compatriotas, que lejos de estar idealizados, suelen aparecer como ineptos, corruptos y traicioneros.
El relato comienza pocos días antes de la caída de Saigón -el evento que en abril de 1975 marcó el fin de la guerra- con los preparativos para la fuga en un avión provisto por la CIA de los mandatarios del sur hacia los Estados Unidos. “Siempre puedo tener otra hija”, afirma resignado uno de los oficiales cuando se le informa que no hay lugares en el vuelo para toda su familia. El más prominente de ellos es El General (Toan Le), jerarca para quien nuestro narrador trabaja como ayudante de campo, un rol que facilita su tarea de espionaje. Contrariamente a sus expectativas, el espía recibe la orden de acompañarlo a Norteamérica para contener cualquier posible actividad contrarrevolucionaria. Ya en el nuevo continente, la historia de El Capitán da un giro hacia la picaresca, no solo porque se incrementa el componente satírico sino porque tiene un conjunto de aventuras episódicas que van de lo grotesco a lo sórdido y trágico.
El único protagonista occidental de la serie es Robert Downey Jr., quien interpreta no uno sino cuatro personajes en una inversión del cliché racista: ante ojos asiáticos todos los blancos son parecidos. Las cuatro actuaciones de Downey son caricaturas y adentran a la serie en el terreno de la parodia, quizás en un registro más exagerado que el resto. El tema, el actor y la abundancia de maquillaje y prótesis inevitablemente nos reenvían a su personaje en Una guerra de película, la comedia de Ben Stiller acerca de la filmación de una película sobre Vietnam. Esto se acentúa en el episodio dirigido por Fernando Meirelles, que encuentra a El Capitán contratado como “consultor de autenticidad” en el rodaje de un película que remite a Apocalypse Now. El protagonista de ese film es un actor del “método” (David Duchovny), que interpreta a un comando fanático y nunca sale del personaje, algo que ocasiona continuos disturbios en el set. Este rodaje de ficción pretende exponer el narcisismo, el imperialismo cultural y las convenciones orientalistas de Hollywood, como, por ejemplo, que todos los asiáticos, ya sean chinos o vietnamitas, son intercambiables. Sin embargo, momentos antes habíamos visto a la descendiente de coreanos Sandra Oh a interpretar aquí a una japonesa, algo que sería totalmente irrelevante si la propia serie no eligiera ironizar sobre esta cuestión.
El surrealismo tenue que Park suele imponer a sus creaciones cuaja bien con el tono irreverente que emana del texto original. Si bien se nota la fuente literaria en recursos como la abundante autorreferencia o que toda la narrativa es la escritura de una confesión, Park y sus colaboradores logran convertir recursos novelísticos en visuales para crear una serie que, con sus imperfecciones, encuentra aristas novedosas en uno de los escenarios más visitados por el cine de los últimos 50 años.
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