El regreso de Black Mirror: estrellas pop secuestradas, CEOs turbios y amistades virtuales
Black Mirror , la Dimensión Desconocida de la era de la hiperconectividad y las redes sociales, regresa con una nueva temporada de tres episodios que indagan en las consecuencias de los avances tecnológicos sobre la vida humana. La serie suele hacer hincapié en los aspectos negativos y solo en ocasiones deja entrever un haz de luz esperanzadora sobre esos espejos negros en los que la sociedad actual no para de mirarse.
Uno de los aspectos más publicitados de esta temporada, que llega luego del experimento interactivo de Bandersnatch, fue la participación en ella de Miley Cyrus . En el último episodio, "Rachel, Jack and Ashley Too", la cantante y actriz interpreta a una estrella pop agobiada por las exigencias de una tía-manager que explota inescrupulosamente todo su potencial creativo y comercial. Una muñeca robótica hecha a imagen y semejanza de la cantante se convierte en la única amiga de Rachel (Angourie Rice), una adolescente que se acaba de mudar a una nueva ciudad y tiene dificultades para hacer nuevos amigos, además de no llevarse muy bien con su hermana Jack (Madison Davenport), tras la muerte de su madre.
Hasta ahí se puede contar para no caer en el spoiler, un terreno muy peligroso en el caso de Black Mirror, ya que una de sus características ineludibles son sus vueltas de tuerca, recurso del que el creador y guionista, Charles Brooker, vuelve a utilizar en esta nueva temporada, con distintos resultados. "Rachel, Jack y Ashley Too" tiene un resolución ocurrente, con una gran escena durante los créditos, pero toca demasiados temas sin profundizar, ni ofrecer algún tipo de reflexión (algo que no es necesario per se en una serie pero parece ser una de las ambiciones de Black Mirror).
No hay un "San Junipero" en esta nueva entrega de la serie, es decir, una historia que como aquel celebrado episodio de la tercera temporada logre tocar fibras emocionales al mismo tiempo que plantee un escenario tecnológico original y sorprendente. "Striking Vipers", que abre la temporada, apunta a cierta profundidad emocional pero no llega a esos niveles con la historia de dos amigos de la juventud, interpretados por Anthony Mackie y Yahya Abdul-Mateen II, que descubren otra forma de relacionarse a través de un juego de realidad virtual. La historia plantea temas como el significado de la fidelidad cuando la tecnología abre nuevas posibilidades de conexión con otras personas; los distintos tipos de amor (romántico/amistoso) y la identidad sexual fluida.
También aquí la vuelta de tuerca final no resulta tan impactante aunque sí satisfactoria. No es el caso del segundo episodio, "Smithereens", cuyo desarrollo funciona con mucho mayor intensidad que los otros dos pero la revelación de la motivación casi termina arruinando lo visto hasta entonces. Andrew Scott –conocido como el sacerdote de Fleabag y el Moriarty en Sherlock – interpreta a un chofer que busca clientes a la salida de las oficinas de Smithereens, una red social ficticia tipo Twitter. Cuando un empleado sube al auto para un viaje, el chofer lo secuestra con un particular objetivo.
Además de tener un suspenso potente que mantiene el interés durante todo el episodio, "Smithereens" cuenta con el gran personaje de esta temporada. Se trata de un CEO tecnológico que cumple con los clichés imaginables pero está encarnado con la suficiente humanidad por Topher Grace. La actuación del protagonista de That 70’s Show y la de Scott son el corazón de este episodio que, a pesar de caer en la obviedad, resulta un viaje emocionante.
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