El “Puma” Goity habló de su regreso a El encargado y de la polémica que se generó con Francella
En diálogo con LA NACIÓN, el actor se refirió a su nueva participación en la serie más vista de Disney+, repasó sus inicios y sentó su postura sobre la “grieta” y la crisis que enfrenta el país
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Gabriel “Puma” Goity se volvió a calzar el traje de Matías Zambrano para hacerle frente a Eliseo Basurto (Guillermo Francella) en la nueva temporada El Encargado. Su personaje, un abogado corrupto, no teme disputar el poder y lo hace a como dé lugar, y ese tenso ida y vuelta con Eliseo se convirtió en uno de los centros de atracción de la serie de Disney+. Y aunque esta temporada se hizo desear, a partir del quinto episodio, los seguidores de esta historia pudieron volver a disfrutarlo.
Ahora, si bien en la ficción es todo un villano cuando se apagan las luces de las cámaras, el actor no solo comparte el éxito de la serie con Francella sino también una profunda amistad. En diálogo con LA NACIÓN, desde Bariloche, en donde se encuentra filmando una película, Goity habló sobre su vuelta a la serie, la repercusión que tiene esta producción y su amor al teatro, pero también se refirió a la polémica que se generó en torno a Francella.
Duelo de poder
“En este edificio, el poder no lo tiene el que da las órdenes, sino el que sabe cómo hacer que todos las obedezcan”, afirma Zambrano, revelando su visión maquiavélica. Eliseo, por su parte, a pesar de ser igual de sombrío, se gana la simpatía del público en su lucha por mantener el control en un mundo lleno de irregularidades. El duelo entre estos dos personajes complejos y llenos de matices obliga a elegir a la audiencia de qué lado está.
—Volvió Zambrano a El Encargado...
—Volvió una noche, no lo esperaban. Estoy feliz, me encanta El Encargado. Creo que hicimos una primera y segunda temporada excelente. La repercusión es increíble: no solamente en la Argentina, sino también afuera. No tengo más que decir. La gloria total. En esta nueva temporada el personaje va cambiando porque cambian las circunstancias que lo rodean.
—Aparece un nuevo amor: Piquito.
—Así es. Entra en un lugar común del tipo que se enamora, entre comillas, de una pendeja; la relación con su hijo; el vínculo con su nueva novia, en fin. La pluma de los autores es maravillosa, tienen esa mirada irónica, filosa, que los caracteriza y que es este estilo tan argentino, ¿no?
—¿Sigue siendo el enemigo de Eliseo o se convierte?
—En realidad, ¿quién es bueno en esa serie?
—¿Nadie?
—Bueno, hasta el personaje de Beba [Pochi Ducasse] que hacía de viejita divina, también se convierte. Se viene picante esta temporada. Entonces, ¿quién es bueno y quién es malo? Son todos pesaditos, eso lo hace sumamente atractivo, ¿no?
—Representa un poco nuestra sociedad...
—Representa un poco, bastante. La gente se siente muy identificada y creo que ahí radica también el éxito de un programa. Empezás a sentir: esa situación la viví. Nadie piensa de sí mismo que es así. Nos creemos que somos todos buenos, pero siempre tenemos un amigo o una cuñada, o lo que fuere, que es igual. La realidad supera ampliamente la ficción, lo podemos ver a diario. Prácticamente, El Encargado es un infantil.
—¿Va a haber serie para rato?
—Sí, hay una convocatoria para la cuarta temporada. Es gran libro y tiene un gran elenco, así que es difícil que falle.
El papel de su vida
No solo está feliz con su presente, sino también con un gran sueño que pudo cumplir: ser Cyrano de Bergerac sobre las tablas del teatro San Martín. Su conexión con la obra del dramaturgo francés Edmond Rostand, lleva casi medio siglo y fue lo que lo determinó a elegir su oficio. A sus 16 años fue a ver la obra por primera vez con su abuelo materno y cuando salió dijo las mismas palabras que hoy repite a LA NACIÓN: “Yo quería ser Cyrano”. Desde noviembre del año pasado le da vida al personaje que lo llevó a las tablas, en un proyecto que describe como “histórico”.
—Seguís con Cyrano en el teatro...
—Estamos a full con Cyrano. En el San Martín siempre son temporadas cortas de tres meses, y ya vamos por el octavo mes. Superó todas las expectativas. Nuestro contrato terminaba, me salió una película en el medio, y nos ofrecieron seguir. Entonces, filmamos de lunes a viernes y el viernes a la noche tomo un avión y hago la obra. Además, vamos a ir a Mar del Plata. Eso es algo histórico.
—¿Durante la temporada de verano?
—A partir de octubre, El Tronador quiere que vayamos todos los fines de semana. Es una locura hermosa, llevar la obra a Mar del Plata, los sábados y domingos de octubre y en diciembre arrancaríamos de jueves a domingo con la temporada de verano como corresponde.
—Es la obra que definió tu vocación...
—Salí de esa sala después de ver a Ernesto Bianco arriba del escenario y le dije a mi abuelo: “Quiero ser Cyrano”. No le dije: “Quiero ser actor”. Él me respondió: “Bueno, para eso tenés que ser actor”. De alguna manera, entré a estudiar teatro para hacer Cyrano, y luego me encariñé con la profesión. Hoy estoy haciendo la misma obra en la misma sala, la Coronado.
—¿Es la primera vez que hacés Cyrano?
—No lo había hecho nunca, aunque siempre quise. La verdad es que me enamoré del teatro y todo lo que conlleva. Cyrano no era una asignatura pendiente, aunque siempre fue especial para mí. Fue un proyecto que llegó en el momento justo y estoy muy agradecido por ello. Todo comenzó a partir de un homenaje a Bianco, en el que sus hijas me invitaron a participar. Ahí conté la anécdota de mi abuelo en el teatro y lo filmaron para un documental sobre su padre. Ya con eso estaba hecho.
—Entonces, ¿cómo terminaste interpretando a Cyrano?
—Estando sobre el escenario de la Coronado, donde Bianco trabajó por última vez y donde yo me enamoré de Cyrano, le pregunté a sus hijas: “¿Quién dirige este teatro?” Me dijeron que Gabriela Ricardes, la actual Ministra de Cultura. Fui a verla y no digo que partí la puerta, pero casi. Los motivé tanto que la hicimos y nos fue glorioso. Volver a estrenar Cyrano, homenajear a Bianco, a mi abuelo, y a mí mismo, y sobre todo, darle trabajo a más de 40 actores y técnicos, fue increíble. Trabajamos más de 100 personas en este proyecto, reactivando el Teatro San Martín. Fue tan exitoso que renovamos el contrato varias veces, algo inusual en una programación oficial. Y todavía seguimos. Ahora estamos preparando una escenografía más pequeña para sacarla de gira. Así que hay Cyrano para rato.
¿Hay grieta entre los actores?
En abril, Francella expresó su esperanza por el futuro del país frente los ajustes planteados por el Gobierno.“Las medidas que se tomaron eran más que necesarias y sabíamos que iba a haber una cirugía mayor”, expresó el actor en esa oportunidad. Tras la fuerte repercusión que generó su comentario, el intérprete de El secreto de sus ojos decidió mantenerse en silencio y esperar que el paso del tiempo calmara las aguas. Recién en julio, se limitó a afirmar a LA NACIÓN: “No pertenezco a ningún partido político y lo único que le pido a Dios es que nos ilumine. Que nos vaya bien como argentinos”.
—Francella fue criticado por algunos colegas, ¿hay grieta entre los actores?
—No. Esa grieta no existe. Hubo un par de opiniones desafortunadas y punto. Fueron solo tres o cuatro y somos 15.000 actores. De hecho, hay muchísimo trabajo en teatro, no se consiguen salas para actuar, es interesante destacarlo. Si querés hacer una obra de teatro comercial o de teatro independiente: no se consiguen salas. Quiere decir que sigue funcionando y todos trabajamos, cada uno con sus ideas, pero con el objetivo común de hacer buen teatro. Eso marca lo que pasa realmente en la comunidad actoral. No hay ninguna grieta entre los actores.
—En marzo vos también hablaste de la crisis y la falta de ficción en la Argentina.
—Lamentablemente, tenemos un país que está destrozado, está hecho pelota. Tampoco podemos ser muy exigentes. Uno no se puede hacer el exclusivo cuando el país no está bien. Tiene que ver con un todo. Tengo esperanzas de que esto empiece a mejorar. El tema es no borrar los entes culturales, eso sería un error absoluto. Hay que esperar.
El futuro
—¿Estuviste grabando una película en Bariloche?
—Estoy filmando una hermosa producción. El último contrato que firmé decía que no podía decir nada hasta que la autorización corra. No entiendo mucho, pero las plataformas son tan celosas, que parece como si estuviéramos haciendo espionaje. Creo que ahora estoy autorizado, así que sí, estoy filmando. Estuve en Brasil, y en este momento en Bariloche. Por ahí voy preso por hablar.
—¿Quiénes participan?
—No puedo decir nada más. Aunque diré algo: es para Netflix Brasil. Listo, con eso ya creo que me descuentan el 30%.
—¿En dólares o reales?
—Patacones. Tengo trabajo que no es poco, amiga.
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