El precio de la historia: el revisionismo es tendencia en la ficción global
El precio de la historia. La revisión del pasado se convirtió en una de las fórmulas más buscadas de la temática de las ficciones armadas para la televisión y sus amplísimas extensiones actuales. Hasta podría decirse que algunas plataformas de streaming funcionan para muchos de sus usuarios como auténticas bibliotecas visuales si partimos de la avidez con la que se buscan este tipo de producciones en un tiempo de discusiones agitadas, de dudas sin resolver y de muchas ganas de volver a escribir sobre hechos que reclaman nuevas lecturas e interpretaciones.
La impronta del revisionismo recorre cada vez más las pantallas. De esa actitud que lleva a poner en cuestionamiento algunas verdades reveladas o asuntos fuera de discusión nacieron proyectos instalados en toda clase de experiencias históricas. Esa palabra clave, revisionismo, envolvió desde el comienzo una idea tan ambiciosa como Hollywood, la serie creada por Ryan Murphy y hoy disponible en Netflix que se propuso como meta una suerte de desmitificación en masa de buena parte de la historia clásica de la llamada Meca del Cine. Algunas letras de molde de esa memoria que parecían indiscutidas ahora se convierten en objeto de disección y relectura, al menos desde la mirada de sus artífices.
En verdad, buena parte de lo que vemos en Hollywood por parte de nombres y apellidos muy reconocidos de esa historia ya eran un secreto a voces desde hace bastante tiempo. Lo que hizo Hollywood fue aplicar con bastante astucia una fórmula bien conocida: incorporar a la trama algunos personajes ficticios centrales y ponerlos al servicio de una trama en la que se explotan al máximo hechos y conductas que la historia oficial escondió durante mucho tiempo. El juego adopta otro giro cuando el revisionismo, en este caso, se transforma en ucronía, término que alude a la reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos, según la definición del diccionario de la Real Academia Española. De la revelación de esa verdad histórica hasta allí oculta, por lo tanto, nace una historia alternativa. Las cosas se acercan más al sueño imaginado por sus creadores que a lo ocurrido de verdad.
El regreso de Perry Mason aporta otra variante a este enfoque. En este caso el revisionismo es también literario. Y, por extensión, relativo a la propia fuente televisiva de esa obra. Es un dato incuestionable de la historia de la TV que la serie original tenía una característica permanente: cada episodio transcurría en su mayor parte dentro de una sala de juicios orales. Y si bien el personaje central se dedicaba a las pesquisas de cada caso que lo involucraba, lo importante era mostrarlo mientras resolvía esos mismos casos como abogado y en los tribunales.
Estas premisas tomadas de las novelas de Erle Stanley Gardner, que también era abogado, se alteran en la remake que acaba de estrenar HBO. El revisionismo transforma a Mason en un personaje casi prototípico de las novelas de la serie negra (desengañado, fisgón, moviéndose siempre en los márgenes) y su condición de abogado tarda bastante en aparecer. No solo eso: lo que en la versión original era lo fundamental aquí parece accesorio. Esta conducta revisionista también se revela en un cambio de enfoque y de actitud muy notorio en el texto mismo y, por consiguiente, también en el retrato de los personajes.
Si hay un lugar en el que los debates sobre la historia adquieren un tono cada vez más encendido a través de las pantallas, es Estados Unidos. Todo lo que se sigue discutiendo sobre la cuestión racial tuvo un momento de estallido muy evidente cuando HBO Max anunció que eliminaría de su catálogo de títulos en streaming un clásico como Lo que el viento se llevó. La decisión no hizo más que despertar un interés por conocer qué se decía en esa película de 1939 que se mantuvo en letargo por muchísimo tiempo. Finalmente, la plataforma anunció el regreso de la película con advertencias explícitas y la inclusión de un par de agregados, entre ellos el video de un panel de expertos discutiendo el componente racista en la temática de la película.
En este último fin de semana, el estreno en la televisión por cable de la Argentina de una miniserie sobre George Washington coincidió con la llegada a la plataforma Disney+, todavía no disponible en nuestro país, de la versión cinematográfica de Hamilton, el musical con letra y música de Lin-Manuel Mirandaque cosechó todos los reconocimientos imaginables en su paso por Broadway. Y que en las últimas horas también muchos tuvieron la oportunidad de ver en la Argentina gracias a las muchas ventanas abiertas que ofrece el streaming.
El cotejo entre el musical y los hechos históricos puede verse en el caso de Hamilton como un antecedente muy plausible de esta conducta revisionista que hoy parece afirmarse como nunca. Hamilton se estrenó en agosto de 2015 en el Richard Rodgers Theatre de Nueva York, el mismo lugar desde el que se grabó la versión que ahora llega a la plataforma de Disney y que iba a estrenarse en los cines, hasta que el coronavirus alteró muchos de los planes de los estudios de Hollywood en cuanto a lanzamientos.
Muy poco después arrancaron las discusiones entre los historiadores. Lo que Lin-Manuel Miranda ponía en escena era lo suficientemente provocativo como para disparar el debate: Alexander Hamilton llegaba a Nueva York desde tierras caribeñas para aprovechar su oportunidad en la lucha por la independencia de Estados Unidos y la constitución de una sociedad que desde la mirada del musical se afirma ante todo en su identidad multicultural. Los personajes de la obra están interpretados por actores de diferente extracción racial (latinos, afroamericanos) y solo la figura del rey de Inglaterra emerge como genuina representante de los blancos. Y a la vez, Miranda recrea aquella historia con un exuberante despliegue en letra y música de buena parte de las expresiones actuales de la cultura popular, entre ellas el rap.
Hamilton también sobrevuela un tema tan delicado como la relación que tuvieron los padres fundadores de Estados Unidos con el tema de la esclavitud. Es sabida la posición abolicionista que tuvo Hamilton en la vida real, y el musical sugiere en boca de una de sus protagonistas que el prócer norteamericano pudo haber hecho más en contra de la esclavitud de no haber tenido una vida tan corta. Murió a los 47 años.
Quien mantuvo la propiedad de esclavos durante buena parte de su existencia fue Washington, tal como queda expuesto en la miniserie estrenada en el canal History durante el fin de semana y que desde mañana estará disponible vía streaming, completa, en la plataforma History Play. Esta producción realizada como parte de las celebraciones por los 25 años de la señal sigue una línea ya expuesta en otras miniseries del mismo origen. Aquí, los momentos dramáticos funcionan como ilustraciones de una presentación que tiene dos dimensiones: la exposición de los hechos a través de un narrador (Jeff Daniels en la versión original en inglés) y la presencia de expertos y personalidades (académicos, historiadores, políticos) que aportan miradas. observaciones y juicios de valor.
Queda claro no solo en su conducta frente a la esclavitud que Washington aparece representado como una figura alejada del bronce. Lo vemos aquí en el comienzo de su historia política como un militar vacilante y propenso al error de cálculo, pero también resuelto a aprovechar algunos giros favorables del azar y una gran determinación desde la cual construyó su estrategia política.
Los debates históricos hoy aparecen en toda clase de escenarios de ficción. Rusia, por ejemplo, queda expuesta a esas discusiones en múltiples abordajes. Desde el que plantea en tiempos más recientes la miniserie Chernobyl (HBO) hasta las cuestiones no resueltas de los tiempos protagonizados por los últimos zares. En este último caso hay que agregar que los interrogantes sobre la familia Romanov esperan desde la pantalla una mirada mucho más lúcida y menos pueril de la que ofrece la floja miniserie disponible en Netflix, llamada justamente Los últimos zares. .
Y por el lado de Francia, un largometraje de reciente estreno dedicado a la figura de Charles De Gaulle se une a varios debates planteados en los últimos tiempos alrededor de la conducta política del militar que desde su liderazgo en la Segunda Guerra Mundial emergió como un líder decisivo en las décadas que le siguieron. Cabe imaginar que la lista de proyectos prontos a estrenarse o que están en preproducción alrededor de estos temas es gigantesca y también resta esperar que en algún momento esa marca llegue a nuestro país, todavía reacio a revisar muchos aspectos de su propia historia.
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