El Oso: relaciones humanas y la vorágine de una cocina, en el eje de esta brillante serie
La ficción de Star+ sobre un chef que debe dirigir un pequeño restaurant en Chicago, se revela como una de las mayores sorpresas del 2022
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El oso (Estados Unidos/2022). Creada por: Christopher Storer. Elenco: Jeremy Allen White, Ebon Moss-Bachrach, Ayo Edebiri, Oliver Platt. Disponible en: Star+. Nuestra opinión: muy buena.
Hay algo en El Oso que atrapa desde el minuto uno, y es el vértigo de sumergirse en el caos que se respira en la cocina de un local gastronómico. Y como un juego de niveles escondidos dentro de más niveles, ese lugar es apenas el marco del feroz (des)orden mental que habita en la cabeza de Carmy (Jeremy Allen White), un joven cocinero que debe sacar adelante un pequeño restaurant de Chicago que amenaza con hundirse irremediablemente.
A lo largo de ocho episodios de su primera temporada, El oso gira alrededor del mencionado Carmy, un prestigioso chef que cuenta con un verdadero medallero de distinciones, entre las que se destaca el haber sido destacado a los 21 años como uno de los nombres más prometedores de la cocina mundial. Pero la muerte de su hermano, que dirigía un modesto local de comida en Chicago, empuja al protagonista a hacerse cargo de ese lugar, cuyas reglas y cocineros le son totalmente ajenos. Poco a poco, Carmy busca la manera de organizar ese negocio, exprimir sus bondades y resolver sus conflictos a medida que se afianza en ese mundo alienígena, al que logra conquistar a través de su cocina.
Carmy debe aprender a trabajar con el equipo que lideraba su hermano. A algunos de esos empleados les cuesta desprenderse de viejos vicios, mientras que otros muestran un sincero interés por aprender nuevas formas de acercarse a la cocina. Y si bien conquistar a cada uno de esos cocineros representa un pequeño desafío, ninguno de ellos será tan conflictivo como Richie (Ebon Moss-Bachrach), el primo de Carmy y gran amigo de su fallecido hermano. Richie es irascible, poco dispuesto al diálogo y tóxico por naturaleza. Se trata de un personaje que boicotea de manera sistemática cualquier tipo de posibilidad de avance para el restaurant y que, una y otra vez, no deja de encontrar excusas para discutir de forma violenta con Carmy. Sin embargo, se trata de una presencia clave para que el protagonista pueda reclamar como propio ese terreno que le es ajeno.
Entre Carmy y Richie hay una dinámica perfecta, un punto de quiebre que ejemplifica lo abrumadora que resulta la mirada omnisciente de ese familiar que partió. Por un lado, el cocinero se descubre sometido a las viejas directivas con las que su hermano dirigía ese lugar, y por eso es que necesita reinventar esa cocina que está podrida hasta en la última de sus hornallas. Y a lo largo de ese proceso, Carmy deberá dilucidar por qué se siente arrastrado hacia un lugar que, a priori, parece quedarle chico. ¿Por qué un chef prestigioso del mejor restaurante de Nueva York querría ir a un dinner de mala muerte? Esa es una respuesta que, desde luego, no la tiene el protagonista, y resolver qué se esconde detrás de ese impulso es el fascinante motor de esta historia.
La música machacona, la adrenalina de la cocina, las órdenes a los gritos y el apagar incendios en medio de la batalla que significa entregar un plato es un combo adictivo, y ese es el caramelo con el que Christopher Storer, autor de esta ficción, engancha a su público. Y claro lo logra, pero poco a poco la historia viaja hacia su verdadero núcleo, que es la mente de Carmy. El protagonista se encuentra en la búsqueda por definir su esencia, y cuál es su verdadera motivación en el marco de ese caos que es el restaurant heredado. Y mientras el espectador conoce en mayor profundidad a ese chef, los momentos de respiro, irónicamente, tienen que ver con esa cocina/campo de batalla, en la que el personaje se puede dar el lujo de no pensar en su vida, porque antes necesita resolver su cocina. Y resulta que en ese proceso, es en donde termina por encontrarse a sí mismo.
El oso no apuesta por los cliffhangers, no busca romper el molde ni presentar mil vueltas de tuerca. Es una saga familiar de personajes rotos que buscan reivindicarse desde su vocación y, en el camino, derrotar a viejas sombras que no dejan de extender sus manos (o sus cuchillos, mejor dicho). Y quizá por eso resulta tan fácil entusiasmarse con esta propuesta, porque de alguna manera refleja la lucha que llevan o llevaron adelante casi todas las personas: la de encontrar un camino propio a partir de difícil proceso de dejar atrás a los fantasmas del ayer (y del hoy).
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