American Gods: el ocaso de los dioses o la lucha entre Odín e Internet
En la serie basada en la novela de Neil Gaiman –que el lunes estrena Amazon Prime Video– los dioses del viejo mundo viven entre nosotros y se preparan para ir a la guerra contra las deidades de hoy: la tecnología, los medios y la fama
Por primera vez en mucho tiempo, Shadow (Ricky Whittle) parece tener un golpe de suerte: lo dejan salir de la cárcel unos días antes de lo previsto. Enseguida comprende que su suerte no cambió en absoluto. Si lo liberaron una semana antes fue para que pudiera asistir al funeral de su esposa, que acababa de morir en un choque de autos mientras le practicaba una fellatio a su mejor amigo. Sin una razón para volver a su hogar, Shadow decide aceptar un trabajo de guardaespaldas que le ofrece un extraño en un encuentro fortuito (pero nada es fortuito en esta historia). El extraño, inexplicablemente, parece saberlo todo acerca de él. ¿Cómo es esto posible? Para los versados en mitología (Neil Gaiman, el autor de la novela en la que se basa esta serie, es un experto), su nombre ofrece una improbable explicación que, como todo lo improbable de este relato, resulta cierta: el extraño de un solo ojo se llama Mr. Wednesday, señor Miércoles, es decir, el día que la mitología nórdica dedica a Odín.
En efecto, este personaje, que parece salido de una película de gánsteres (en la serie lo interpreta el gran Ian McShane, que les puso su impávida cara a un millón de pesados en el cine inglés), no es otro que el "padre de todos los dioses", el dios eslavo de la guerra, que lidera en la batalla final contra las fuerzas del caos (o Ragnarok). En pleno siglo XXI, Odín o Mr. Wednesday vive en los Estados Unidos, usa un elegante traje cruzado y sigue empeñado en cumplir este destino.
American Gods es una serie de ocho episodios producida por Starz que aquí emitirá, a partir del lunes, la plataforma de streaming Amazon Prime Video (en este caso, se estrenará un capítulo por semana), centrada en la lucha de los dioses tradicionales, de los nórdicos a los africanos, con las deidades del siglo XXI, de los medios a Internet, por el favor de los hombres, de quienes obtienen su poder.
En la historia original, escrita por Neil Gaiman y publicada en una novela de 600 páginas en 2001, los dioses están vivos y trabajan, comercian y comparten este mundo con nosotros. Otra versión de esta idea ya estaba en su gran éxito anterior, la historieta Sandman, una de las pocas que obtuvieron un premio dedicado a la literatura (el World Fantasy Award), publicada a lo largo de 75 cómics, entre 1988 y 1996. Allí, el protagonista es Dream, el dios de las historias, de los sueños y de las pesadillas, que ocasionalmente desciende al plano terreno, donde se cruza con dioses de otros panteones, por ejemplo dioses sumerios del transporte o diosas africanas de la sexualidad, que se presentan como personas normales con trabajos mundanos (un hombre de negocios y una "bailarina exótica" en esos casos), aunque, a la vez, siguen siendo dioses, entes sobrenaturales con acceso a habilidades y a un mundo vedados a los humanos.
La naturaleza de los dioses en American Gods es similar: son idénticos a los hombres y a la vez radicalmente diferentes, habitan en varios planos a la vez. En una escena del libro, Shadow tiene una visión inexplicable de Mr. Nancy, un colaborador de su jefe Mr. Wednesday, en la que lo percibe como el hombre negro que es, pero también como un niño vestido con ropas tribales y como una araña gigante. Mr. Nancy no es otro que Anansi, el dios africano del engaño, representado habitualmente como un arácnido. Todos estos dioses fueron traídos a este mundo por quienes creen en ellos. Cuando los migrantes se movieron de África a Europa o de Europa a América llevaron consigo a sus deidades. Por eso Odín, Anansi y muchos otros viven en los Estados Unidos.
Está claro que los inmigrantes y el multiculturalismo son cuestiones centrales en el libro. Sin embargo, su visión tiene inevitablemente el optimismo de un mundo que ya no existe. La novela fue escrita antes del conflicto de Siria, antes incluso del 11 de septiembre de 2001, en consecuencia, la inmigración y la diversidad cultural no pudieron ser presentadas como el tema central que son en el presente, con la amenaza del terrorismo islámico y las crisis de los refugiados en Europa y las noticias que tienden a vincular ambas cosas. En nuestro mundo, el extranjero, el oriental, el de tez oscura es visto nuevamente como un peligro. Aunque el tema principal del libro, el conflicto entre la modernidad y el pasado, es rabiosamente actual (incluso de modos que Gaiman no pudo prever, como el resurgimiento de las tradiciones islámicas en grupos radicales y en países que habían avanzado en el camino de la secularización), al mismo tiempo, su dimensión política está ausente. El libro no resuena en nuestro mundo. Quizá la serie pueda remediar esto. En el texto de Gaiman, en su incansable buena fe, la diversidad étnica no produce conflictos y la lucha entre lo viejo y lo nuevo se presenta como una suerte de intriga palaciega: hay planes, tramas y contratramas de un grupo de conspiradores para derrotar al enemigo y alcanzar el poder.
Sucede que Odín tiene un problema, y es que su panteón se está apagando: en el tercer milenio no queda demasiada gente que crea en el Valhalla. Al mismo tiempo, cada vez más personas son devotas de las tarjetas de crédito, de Internet y de la televisión. Estas devociones construyeron nuevos dioses que les roban acólitos a los viejos. Aparentemente, la fe religiosa es un juego de suma cero: los feligreses que se ganan en un lado se pierden en otro, y los viejos dioses están perdiendo. Este estado de cosas lleva a Mr. Wednesday a un peregrinaje por la América profunda, con sus zonas visibles e invisibles, mágicas y terrenales, para reclutar aliados, otros dioses del viejo mundo, y de este modo cumplir con su destino: desencadenar el Ragnarok, lanzar su batalla final contra las nuevas, poderosas y petulantes deidades del mundo moderno para, de este modo, refundar la realidad y volverla nuevamente favorable a los arcanos dioses del pasado.
La novela y la serie son el relato de esa travesía, historias del camino que encuentran tantas bifurcaciones como tienen las rutas americanas. Sin embargo, los lectores o espectadores carecemos de un mapa que nos permita ver la historia desde arriba. No tenemos más remedio que seguir a quien nos representa, el perplejo Shadow, y acompañar su lenta comprensión de los eventos que le toca atravesar. "Es importante seguir las reglas", explica uno de los viejos dioses, Czernobog (Peter Stormare), quien tiene una compulsión por aplastar cráneos con su enorme maza. "Pero nunca nadie me explica cuáles son", protesta Shadow. Los espectadores también estamos condenados a descubrir las reglas de este mundo mientras lo transitamos. Y el camino, parece, es largo.
Según se anunció, la primera temporada de esta serie, que suma ocho episodios, apenas cubre un tercio de la novela original. Está claro que su responsable, Bryan Fuller (creador de Hannibal), está dispuesto a tomarse su tiempo para contar una historia que, según dijo, lo fascinó desde que la leyó, en el momento de su publicación.
Hace más de diez años que esta novela va circulando por los estudios de televisión. A mediados de la década pasada, HBO llegó a encargar la escritura de un piloto, pero el proceso se dilató y terminó desvaneciéndose. Eventualmente, los derechos volvieron a Gaiman y allí entraron en escena Fuller y su coguionista Michael Green. Green expresó que "fue una suerte que la novela no haya sido adaptada antes; NBC habría hecho una serie llamada Escuadrón divino, con todos los dioses subidos a una furgoneta y resolviendo los casos policiales de la semana".
Afortunadamente, la versión que finalmente llegó a la pantalla es mucho más respetuosa del texto original, pero también fiel a la extraordinaria visión de Fuller, que ya se mostró como un guionista dotado en Dead Like Me (2003), Wonderfalls (2004) y Pushing Daisies (2007), pero fue en Hannibal (2013) donde encontró su voz. Esa serie no solo logró resucitar a Hannibal Lecter, el gran personaje creado por Thomas Harris que había quedado exangüe tras ser exprimido en adaptaciones, precuelas y secuelas. Fuller no sólo reinventó el personaje, sino que lo incorporó a un mundo de pesadilla que es deudor, en partes iguales, de David Lynch y de El Bosco. Hannibal hizo ingresar a la estética habitualmente despistada de la TV en su período barroco. Una visión similar es la que anima esta adaptación: la historia puede requerir cierta paciencia, en particular a aquellos que no hayan leído la novela, pero las imágenes siempre encuentran algo con que deslumbrarnos. Más allá de la eventual respuesta del público, es indudable que el estreno de American Gods es, junto con otra adaptación, The Handmaid's Tale, basada en la novela de Margaret Atwood (que se estrenó anteayer en los Estados Unidos en la plataforma Hulu), uno de los eventos televisivos del año.
Quién es quién en el panteón de la serie
Mr. Wednesday - Ian Mc Shane
En Europa es conocido como Odín, el viejo dios de la sabiduría y de la guerra. En América es un estafador de poca monta que quiere evitar ser borrado del mundo por el olvido. Es el líder en la lucha contra los nuevos dioses y quien se encarga de reclutar aliados para el enfrentamiento.
Mr. Nancy - Orlando Jones
Anansi es el dios arácnido del folklore africano que suele engañar a otros animales para que caigan en su red. Es un tramposo empedernido y no se puede confiar en él, aunque aquí parece haber prestado su lealtad a Mr. Wednesday en su guerra contra los nuevos dioses.
Czernobog - Peter Stormare
El dios eslavo de la oscuridad. Trabaja en un matadero, liquidando animales de un golpe fatal en la cabeza. Sus acólitos creen que las cosas malas suceden porque las provoca Czernobog. Con él viven las hermanas Zorya, que representan la mañana, la tarde y la noche.
Bilquis - Yetide Badaki
La vieja diosa pagana de la sexualidad y el amor, también conocida como la Reina de Sheba. En América es bailarina y prostituta. Sus habilidades dan una nueva dimensión al mito de la vagina dentada.
El chico técnico - Bruce Langley
Es el nuevo dios de Internet. Si bien en la novela era representado como un típico geek, un gordito con acné, en la serie, tras la gran transformación que experimentó la cultura online en la última década, es más parecido a un youtuber, es decir, un millón de veces más insufrible.
Media - Gillian Anderson
Es la nueva diosa de la televisión. Es una suerte de híbrido entre los dioses de los medios y la de la fama. En la novela se manifiesta como Lucy Ricardo, la protagonista de Yo quiero a Lucy, pero en la serie aparece como David Bowie o Marilyn Monroe u otros famosos muertos, es decir, Gillian Anderson haciendo de David Bowie, algo que habrá que ver.
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