El mago: una serie distinta que dividió opiniones y no pudo escaparle a su trágico destino
Protagonizada por Bill Bixby, esta ficción que se emitió en 1973 cosechó tantos seguidores como detractores
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La magia escénica como temática ha sobrevolado periódicamente al cine y a la televisión, aunque nunca logró imponerse al punto de dejar huella. Sí sucedió con la biografía de ilusionistas como Harry Houdini, referencias o tramas que se valían de trucos o estratagemas para un determinado fin (la saga de Nada es lo que parece). Pero todavía no ha nacido la obra que le permita a la especialidad atravesar las fronteras de los escenarios para conquistar el terreno de lo audiovisual. Por si a esta altura no quedó claro, se habla de artistas de la prestidigitación y el ilusionismo, no de “magos” a lo Harry Potter, con poderes sobrenaturales más cercanos a la brujería.
Sin embargo, hubo una serie en la década del 70 que intentó combinar ilusiones con una trama policial, y aunque con el tiempo se transformó en objeto de culto, su paso por la pantalla se transformó en una enorme frustración para sus creadores. Especialmente para su protagonista Bill Bixby, que se cargó al hombro el proyecto y se convirtió en su primer gran fracaso.
El mago -que en nuestro país se emitió en 1979 por ATC y luego se repuso en la década del 80 con un éxito aún mayor por Canal 9- era una serie sobre un artista de la magia encarcelado en una prisión sudamericana, acusado injustamente de espionaje. Así lo presentaba su protagonista en una entrevista previa al estreno: “No es un hombre que tiene poderes, no hipnotizo a la gente. Tampoco es una serie como Batman y Robin, un dibujo animado con actores. Se trata de un hombre que en el pasado sufrió mucho, física y psicológicamente, por haber estado preso injustamente. Él escapó, y se llevó a su compañero de celda, que estaba allí por razones políticas, tenía una gran cantidad de dinero en Suiza y el gobierno lo quería. Muere como consecuencia de los malos tratos que sufrió en la cárcel y le deja todo su dinero”.
Así, al igual que el conde de Montecristo, Tony Dorian (que luego del piloto cambia su apellido a Blake para que no haya confusiones con un prestidigitador del mismo nombre que existía en la vida real) desarrolla su carrera como mago, pone sus habilidades al servicio de quien lo necesite y lleva una vida excéntrica: vive en un avión, solo toma vino blanco, conduce un Corvette Stingray 74, de color blanco que incluso tiene un teléfono en su interior, una rareza para la época.
Un héroe diferente
A pesar de que los ojos infantiles se iban en los lujos del protagonista y en sus habilidades para todo tipo de trucos, existió en El mago una segunda lectura que intentó modificar el concepto de las series de detectives.
Bill Bixby explicaba cuál fue el objetivo desde un primer momento: “La magia es un oficio, un arte practicado durante muchísimos años no para menospreciar a las personas o hacerlas sentir tontas, sino para entretenerlas con ilusiones, para sorprender jugando con su mente. Lo que me parece más interesante de esta serie es que el héroe, el mago, es un tipo diferente de hombre. Es vulnerable, puede ser herido. A lo mejor intentando salvar a alguien me rompo un brazo, y entonces tal vez me salve la persona que yo estaba intentando salvar. Es otro concepto de héroe. Tampoco es una serie violenta, nunca peleo con nadie sino que uso mis conocimientos de magia para salir de los problemas. En lugar de luchar con alguien puedo lanzarle una paloma a la cara. Y lo más importante de Tony Blake es la compasión por sus semejantes. Él sufrió tanto en su vida anterior que se ve obligado a ayudar cuando conoce alguien que está en problemas. No sale a buscarlos ni vienen a él, simplemente se cruzan”.
El mago debutó con un episodio piloto de una hora y media el 17 de marzo de 1973 que se destacó por la solidez de su trama y de sus personajes, como también por el hecho de que Bixby hacía cada una de las ilusiones. Previo a la filmación, el actor estuvo varios meses entrenando sus habilidades con Mark Wilson, una leyenda de la prestidigitación por haber sido pionero en llevar su arte a la televisión.
Por ser tan diferente a lo visto en la pantalla chica de la época, el programa obtuvo comentarios divididos. Mientras los críticos lo miraban de reojo, a los especialistas no les gustó nada que se mostraran los entretelones de su trabajo, y menos al servicio de intrigas policiales. Ni siquiera el aura de Bill Bixby, teniendo en cuenta que venía de éxitos televisivos como Mi marciano favorito (My Favorite Martian, 1963) o Buscando novia a papá (The Courtship of Eddie’s Father, 1969), morigeró las opiniones.
Una de las críticas que más se escucharon entonces tenían que ver con la irrealidad que rodeaba al protagonista, algo que el actor rápidamente refutó: “La gente puede decir que lo de vivir en un avión no es real, pero en realidad lo es. Porque el avión existe, solo que no todo el mundo tiene la plata para tener uno. Pero, por ejemplo, Hugh Heffner sí”.
Una suma de problemas llevaron a que los guionistas de El mago se vieran obligados a cambiar sobre la marcha varias ideas originales, sin poder dar demasiadas explicaciones al respecto y sellando el destino trágico de la serie.
Nada es lo que parece
El controvertido Jet 707 desapareció promediando la primera temporada, y Tony pasó a vivir en el conocido Magic Castle de Los Ángeles. Esta modificación trajo aparejada también el cambio de varios actores del elenco acompañante en función de las nuevas necesidades de la historia.
Pero si en la ficción todo pasaba como si nada, la cadena y los productores tenían sus motivos para un cambio tan radical. En 1973 se desarrolló la denominada “crisis del petróleo” en Estados Unidos por parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo. La falta de combustible era un tema de interés nacional en la sociedad estadounidense, por lo que los responsables del programa decidieron acompañar esa preocupación y evitar que el protagonista anduviera de aquí para allá en un avión.
No fue la única crisis que golpeó a El mago en su único año de vida, también en el 73 hubo en Hollywood una huelga de escritores, por lo que varios de los talentos contratados para la serie se dieron de baja, y hubo que salir a buscar nuevas firmas. Un caso emblemático fue el de Joseph Stephano (guionista de Rumbo a lo desconocido, Psicosis, y Star Trek La nueva generación), que ideó el piloto y delineó las características del personaje para luego no volver a participar en la serie.
El que sí estuvo siempre al pie del cañón fue Bill Bixby, no solo como actor sino también como consultor creativo: “Tengo un privilegio que muy pocos actores tienen, que es el de poder recibir el material, leerlo, decir qué no me gusta y pedir algún que otro cambio. Pero siempre aportando una posible solución. No peleamos, simplemente debatimos, y de esas charlas con los guionistas surgen mejores ideas y mejores guiones. He llegado a un momento de mi vida en que puedo elegir los papeles, si me va bien o mal es mi responsabilidad. Y El mago es un paso adelante en mi carrera porque tiene acción y además es divertido”.
Al menos eso creía, porque tantas expectativas no pasaron de ser una expresión de deseo. A pesar de su originalidad, que sí fue reconocida en otros países como la Argentina (donde tuvo más éxito que en Estados Unidos) luego de su primera temporada de 21 capítulos, El mago fue cancelada.
Fue un duro golpe profesional para el actor, que por primera vez no había tenido que compartir protagonismo en una serie con nadie. Al estado de bronca, le siguió la depresión y las dudas sobre cómo seguir. Tanto así que en un primer momento no quiso saber nada cuando el productor y guionista Kenneth Johnson lo llamó para ofrecerle el protagónico de El increíble Hulk, la serie que cambiaría su vida para siempre.
A pesar del mal trago que significó el fracaso del proyecto, Bixby continuó su relación con la magia. Hizo shows en teatros y presentaciones en televisión, además fue anfitrión de la serie The Wonderful World of Magic; también compartió escena con David Copperfield en uno de sus especiales, y participó en la película que protagonizó Paul Michael Glaser (Starsky & Hutch) en 1976 sobre la vida de Houdini. La serie, por su parte, fue referenciada en Los ángeles de Charlie, Quantum Leap y The X Files, demostrando su vigencia en el imaginario popular.
Como se dijo, la magia escénica aún no logró imponerse en otro formato que no sea el del show en vivo. Sin embargo, todavía hay intentos como la serie Deception, que merecía un mejor camino; o la película Giro de ases, interesante aproximación nacional al tema. En estos y otros proyectos siempre habrá algo de El mago, una serie que dejó bien clara su huella en aquello de perpetuar, como diría René Lavand, “la maravillosa mentira del arte”.
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