El maestro: ¿Qué ve la danza cuando se mira en el reflejo de la televisión?
La serie de la dupla productora Pol-ka-Turner recrea la vida cotidiana de bailarines clásicos; ellos la miran con ojos entendidos y hablan sobre lo que hay detrás de una de las ficciones del año
Es el primer día de la primavera y en el salón comedor del subsuelo del Teatro Colón almuerzan por lo menos una veintena de bailarines. Parecen a medio vestir con la ropa de ensayo: en manga corta o de breteles, pero con calentadores de lana y accesorios térmicos hasta en los pies. Con la mirada sobre el plato de ensalada, el tenedor en una mano y el dedo gordo de la otra scrolleando la pantalla del celular, conversan. "¿Alguien ve El maestro?" La pregunta se origina en una mesa de cuatro, donde de forma unánime niegan con la cabeza: "No, siempre son clichés: no hay película ni serie que refleje lo que es el día a día", argumentan los escépticos que nunca faltan. Entonces se dispara un efecto dominó que lleva la consulta de viaje por una larga hilera de mesas, hasta el fondo y vuelve, con una conclusión: lo miren o no, todos ahí dentro saben de qué se trata. Como Lourdes, una joven bailarina de refuerzo del Estable, que cree quela serie de Pol-ka-Turner representa fielmente el espíritu de una clase y, de paso, deja mal parados a los concursos.
Unas semanas y seis episodios más tarde, instalada ya la primavera, la ficción lleva emitidos la mitad de sus episodios en el aire de El Trece , la pantalla en la que lo sigue la mayoría de su audiencia (también se puede ver por TNT y on demand, en Cablevisión Flow). En las semanas que pasaron, sin duda, la trama ganó atractivo y tensión, a la vez que la danza fue convirtiéndose más en una excusa que en un tema central.
Pero la tendencia en la comunidad de bailarines, estudiantes, coreógrafos, directores de ballet se mantiene: a nadie le pasa inadvertido el programa que protagoniza Julio Chávez como Prat: un ex bailarín clásico que supo ser estrella internacional y al que la vida le da hoy revancha un poco a regañadientes en una academia de barrio donde matiza su paleta de problemas familiares con un nuevo amor.
Hasta a las grandes figuras "reales" les intriga saber qué muestra y cómo cuenta esta historia la televisión: Paloma Herrera sigue buscando un tiempo que todavía no encuentra para ver la tira; llegada de Londres sólo por unos días, Marianela Núñez está al tanto de la trama; y, del otro lado del charco, Julio Bocca se podrá ahora arreglar para verla, ya que Flow anunció su desembarco en Uruguay, pero a priori cree que si se habla de ballet... bienvenida sea.
Entonces, cuando la danza se mira en el espejo de la televisión, ¿qué ve en ese reflejo? "Es como preguntarles a las fuerzas policiales por CSI o si Grey's Anatomy muestra la realidad de un hospital. Todas las respuestas son la misma: no. Sin duda, aquí hay un perfume a lo que sucede en lo cotidiano, que de alguna manera da color a lo que se quiere contar", observa con criterio Ricardo Alfonso, director del Ballet del Sur. "El estudio de danza tiene un aire a muchos que he conocido y hay que reconocer que el look y las actitudes de Chávez se asemejan a esos bailarines que con los años devinieron maestros y mantienen todavía esa cosa de otros tiempos, cuando se bailaba con más pasión que técnica. También la serie tiene razón en enfatizar la confianza que debe crearse entre alumno y maestro: hay que entregarse por completo en las manos del otro".
¿Quién es quién?
El principal responsable de que Chávez sea verosímil -más allá de él mismo, dueño de un comprobado talento- es el ex bailarín y respetado maestro Raúl Candal, asesor artístico de esta ficción, quien trabajó arduo con el actor y con Carla Quevedo, la actriz de El secreto de sus ojos que interpreta a Luisa: una joven y humilde aspirante a quedarse con una beca que propulsaría su carrera en Canadá. Sin embargo, El maestro está rodeada de profesionales reales de la danza. "No es un reality show -aclara rápidamente el bailarín del Colón Emanuel Abruzzo-. Es una ficción dramática con un guión escrito para generar conflictos que tal vez en una escuela o en una compañía no existen". Delante de cámaras, él baila el pas de deux del cisne negro en el capítulo 3 y hace un puñado de apariciones más como partenaire de Bianca, el personaje de Luz Cipriota, contrincante de aquélla en la beca alrededor de la cual se tejen los nudos de esta historia, además de novia y protégée de la inescrupulosa Paulina (Inés Estévez), ex de Prat. En verdad, el compromiso de Abruzzo en el proyecto es mayor y anterior a las grabaciones: "Luz me pidió que la preparara para el casting; buscaba más técnica. Y cuando quedó, me llevó a mí. Trabajó de forma increíble y logró cosas que no se aprenden de un día para otro: la rotación, las puntas, los port de bras".
En verdad, la que más cerca estuvo de Cipriota, tanto como su sombra, es Alejandra Baldoni. Además de asumir el pequeño papel de Rosalía, una ensayista a las órdenes de Bianca y Paulina, la bailarina del Teatro Argentino es quien dobla los pasos de la actriz, que traía a favor la plasticidad del patín que le dio Soy Luna. "Después de Aniceto siempre me quedaron ganas de seguir actuando, y ahora con casi 40 años y en otra situación, con el teatro tan parado [se refiere a la escasa actividad que hay en La Plata], me dieron ganas de retomar". En ese contexto, Baldoni llegó entonces a un proceso de selección que estuvo cerca de asignar los roles protagónicos a los mismos cuerpos que con mucha sabiduría había elegido Leonardo Favio para su ballet-film (porque también Natalia Pelayo, que en la película fue La Francisca, participó también del casting para el programa de TV, aunque finalmente no quedó). "Daniel Barone, el director de la serie, me notó parecida a Luz, a quien además de enseñarle a bailar había que doblar, porque en esta carrera las cosas llevan años". De manera que es ella la que despliega los développés y da los saltos cuando la cámara se aleja, y también la que se dedicó a ser "la maestra" de Cipriota en el backstage. "Vi toda la serie por Flow, en un atracón de dos días. No podía parar, y creo que me hubiera pasado lo mismo si yo no hubiera estado involucrada. Admiro mucho a Julio y a Inés, y creo que hacía falta una cosa tan distinta en la televisión. El maestro cuenta eso que sabemos y vivimos los bailarines, como la relación de Mario (Juan Leyrado) con un bailarín más joven, el conflicto de egos, lo que se pone en juego cuando llega la maternidad. Esta carrera se trata de estar solo, aunque tengas familia y amigos, de estar solo con tu danza. ¿Cuánta gente tuvo un maestro que lo ayudó o un novio obsesivo? ¿Y cuántos quieren salir del lugar donde viven, un sitio muy humilde, movido por una pasión? La danza hizo mucho de todo eso, no tenemos más que mirar casos de bailarines que llegaron a Europa para confirmarlo", analiza Baldoni.
Del lado otro lado del ring -la metáfora del cuadrilátero debería interpretarse como una cita en homenaje a Billy Elliot-, Carla Quevedo es "la buena" de este cuento, antagonista de Cipriota, alumna de Chávez y... algo más. Luisa en la ficción, su doble de cuerpo se llama Fernanda Colmegna. Esta bailarina es también la que, en un juego fragmentado de contornos y contraluces, aparece en la presentación del programa, muy inspirada en la de la serie americana Flesh & Bones, todavía disponible en Fox Play -aunque a diferencia de ésta, en aquélla el foco está en el transitado y rendidor lugar común del sacrificio y la descarnada competencia del ballet-. También del Argentino de La Plata es Esteban Schenone, el varón de esta presentación que tiene su gran imán en la música: el remix de Capri del tema "Como tú (Magic Music Box)", de León Larregui, proclama contagioso: "A mí me gustan como tú/ rebeldes y obstinadas?".
Y, así, se podría continuar corriendo el velo de quién es quién en esta ficción: Luciana Barrirero, también del Colón, hace del personaje de Inés Estévez cuando era joven, mientras que Valentín Batista, que baila en Estados Unidos, aparece como Chávez en los flashbacks.
Grabada en Unione e Benevolenza (escenario de las rondas eliminatorias de la beca) y el Auditorio de Belgrano (allí trascurre la final), es sin duda el Teatro Colón el escenario que más reconocimiento despierta en el televidente. Paulina sube las escalinatas de ese foyer como si fuera la dueña de casa, o se detiene en el umbral de mármol, a la vera del salón Dorado, en una charla nerviosa con su novia que afloja con pastillas. Cuentan quienes trabajan en el teatro que durante la jornada que se grabó allí no paraban de sonar los teléfonos. Querían saber de las coronas de flores que bajaban de un camión sobre la calle Libertad.
En qué se parece...
- Lo que sí. El respeto por el maestro de danza y la autoridad de su figura están representados con justicia en la serie. Desde el punto de vista de los bailarines, las escenas de las clases son las más fidedignas: desde la recreación del salón de Prat, similar a muchos de los reales, hasta el enojo que puede causar un alumno mascando chicle en la barra.
- Lo que no. Los que han pasado por esto señalan que el concurso por la beca está rociado de equívocos: las aspirantes tienen 20 años, cuando a esa edad en el ballet el tren ya pasó. Tampoco es creíble la consigna para fomentar el compañerismo "entre rivales" ni que las rondas eliminatorias sucedan a la vista de todas. El tema de ensayar en un ring de boxeo... toda una licencia.
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