El hombre de la Atlántida: un actor que la pasó mal en una historia ambiciosa que no llegó a cautivar
Protagonizada por Patrick Duffy -el intérprete que unos años más tarde alcanzaría la fama mundial en Dallas-, esta pieza de ciencia ficción tuvo una única temporada y llegó a ser emitida por ATC
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Existen series masivas de las que cualquiera, independientemente de la edad que tenga, se siente con autoridad para hablar. Pero también hay otras, que por sus modestas intenciones y su breve paso por la pantalla, son privativas de una elite que pasaba de casualidad por esa hora y canal. El hombre de la Atlántida pertenece a este segundo grupo, un título solo recordado por una legión de fieles, que por costumbre sintonizaba cada semana sus aventuras por ATC tratando de entender qué le estaban contando.
Olvidada hasta por las enciclopedias especializadas, este programa fue hijo de la fascinación de la época por la ciencia ficción. De Viaje a las estrellas a Tiburón, todos tenían su lugar. No importaba si esta venía del cielo, el espacio, el fondo del mar, el cine o la televisión, el público pedía más y más aventuras imposibles, protagonizadas por seres parecidos a ellos pero no tanto. Y en ese contexto, la idea de este hombre pez, con branquias pero fachero, sonaba irresistible.
Man From Atlantis fue creación de Mayo Simon y Herbert F. Solow. El primero comenzaba a coquetear desde hacía muy poco con el género y tenía el antecedente de haber escrito Futureworld, secuela de Westworld, aquella saga de films en la que Yul Brynner era un cowboy robot de sombrero negro, número puesto en las tardes de Sábados de súper acción. Solow, por su parte, tenía más experiencia en el rubro televisivo, no así en la máquina de escribir. Para comienzos de los 70 había formado parte de los equipos de La chica de CIPOL, Star Trek, Misión imposible, Centro médico y Buscando novia a papá (The Courtship Of Eddie’s Father).
Desde el título a su planteo, todo iba a girar en torno a una persona. Por lo que la elección del actor era fundamental. O no, porque con la intención de cuidar el presupuesto se prescindió de grandes nombres, en favor de alguien que supiera nadar y diera bien en cámara.. Un casting exhaustivo dejó afuera a Christopher “Superman” Reeve y confirmó a Patrick Duffy, actor en ciernes y buzo profesional. Fue el primer protagónico del joven de 27 años, que por entonces buscaba quien le prestara atención para forjarse una carrera en Hollywood. Y aunque el papel le sirvió para quedar en la mira de futuras producciones (destacándose, por supuesto, su participación en Dallas años más tarde), lo cierto es que en su elección primó su contextura física y juventud por sobre sus dotes actorales. A decir verdad, su personaje era lo suficientemente inexpresivo como para no acarrear mayores dificultades a quien lo interpretara.
Así y todo, el actor la pasó bastante mal. Los lentes de contacto que debía usar para darle a sus ojos el color adecuado le traían dolores permanentes o incluso infecciones, sumados a algún que otro accidente en el agua al no poder ver bien a su alrededor. También se afeitó todo el cuerpo y se entregó a un duro entrenamiento físico para dar con el porte estilizado que requería el papel. Lo que fuera necesario para abandonar el oficio de pintor y carpintero, con el que sobrevivía junto a su esposa hasta ese momento.
Con respecto a la historia, de Platón para acá el continente perdido de la Atlántida cosechó un halo de misterio que se convirtió en terreno fértil para ficciones que quisieran adentrarse a lo desconocido. El antecedente más cercano a la serie fue una película de 1961, dirigida por George Pal, un experto en la épica aventurera y fantástica, que previamente había realizado un clásico del cine: La máquina del tiempo.
Una serie que nunca salió a flote
El hombre de la Atlántida debutó como telefilm -algo bastante habitual para la época- el 4 de marzo de 1977 por la cadena NBC. La historia comenzaba con el hallazgo de un hombre agonizando en la costa. Luego de ser llevado al hospital y ver cómo toda forma de reanimarlo fracasa, la bióloga marina Elizabeth Merrill (Belinda J. Montgomery) descubre que este ser no tiene pulmones sino branquias. Así, decide devolverlo al mar, y de esa forma logra recuperarse. Sin recuerdos de su origen o su pasado, el anfibio es bautizado como Mark Harris, y enseguida se ponen en valor sus características y habilidades: fuerza sobrehumana, hablar y respirar bajo el agua, nadar a velocidades increíbles, membranas en dedos y pies, y una anatomía compatible con los habitantes del océano.
En relación con su forma de desplazarse bajo el agua, su serpenteante estilo inspiró a una gran cantidad de chicos a aprender natación solo para copiar sus movimientos, aguantar la respiración o abrir los ojos en la pileta. Duffy siempre destacó esto como un gran mérito de la serie.
El éxito de este primer telefilm llevó a que se produjeran tres más, todos estrenados durante la primera mitad de 1977, y enseguida una serie. Lo peculiar de la premisa alcanzó para captar a un público fiel, que todavía estaba intentando asimilar lo que le estaban contando. El problema llegó cuando esa misma audiencia se dio cuenta de que no le estaban contando demasiado.
Pasada la sorpresa inicial, El hombre de la Atlántida comenzó a nadar en círculos. Aunque siempre se buscó cautivar al público infantil, el secreto de su buen arranque fue el de ofrecer un producto innovador y atractivo para televidentes de múltiples edades. Sin embargo, la falta de originalidad en las tramas, y algunos personajes exagerados (desde el villano del gran Victor Buono, en adelante) convirtieron al programa en un pastiche sin demasiado que ofrecer. En su indefinición llegó incluso a cuestionar el origen de Harris, dando por tierra con título y premisa, especulando con la idea de que se trataba de un extraterrestre. La hipótesis quedó enterrada en el guion de uno de los capítulos, pero vista en retrospectiva, tenía tanta verosimilitud como la que decía que se trataba del último habitante del continente perdido. Así que el protagonista podía ser del espacio, del fondo del mar, o de ninguno de los dos lugares. A los efectos de la trama parece que daba más o menos lo mismo.
Trece capítulos, más los cuatro telefilms previos conformaron las 17 aventuras televisivas de El hombre de la Atlántida, antes de que la cadena decidiera su levantamiento. Con más pena que gloria, el programa no llegó a posicionarse en las preferencias de nadie, a pesar de que todavía hoy se lo recuerda con cariño.
Una curiosidad relacionada a su breve paso por la pantalla chica es que, por entonces, los ejecutivos buscaban y rebuscaban en los cómics ideas para nuevos programas. El éxito de El increíble Hulk los había entusiasmado para revolver el archivo de Marvel en busca de nuevas ideas. Y una de las que más los entusiasmaba era Namor (el Aquaman de ellos). Pero primero por similitud y luego por resultados, decidieron descartarlo y concentrarse en Spiderman, que sí llegó a la pantalla chica con resultados más o menos parecidos. Si todavía hoy es difícil replicar la estética de los cómics en imagen real, en aquella época era mucho peor.
Marvel de todos modos tuvo su revancha porque luego de cancelada la serie editó unas revistas basadas en el personaje que anduvieron muy bien. Patrick Duffy también aprovechó aquella oleada de fama temprana y editó una novela donde buceaba en los orígenes del oriundo de Atlantis, mientras imaginaba una nueva aventura junto a todos sus compañeros de reparto.
A diferencia de muchos otros programas que quedaron enterrados en el olvido, con los años El hombre de la Atlántida se convirtió en una serie de culto. Su original punto de partida sobrevivió a la chatura de su desarrollo, y dejó un recuerdo, entre nostálgico y respetuoso, en aquellos que pudieron disfrutarla entonces. El resto, continuará acercándose con la curiosidad que brinda la conjunción entre historia, leyenda y fantasía, en el fondo del mar.
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