El fenómeno Luis Miguel, la serie: la fascinación por los ídolos con pies de barro
¿Dónde se esconde el encanto de esta bioserie? Más allá de la prodigiosa actuación de Diego Boneta, su arma secreta son las lagunas que deja en el relato, que permiten que los espectadores se sientan un poco detectives
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El estreno de la segunda temporada de Luis Miguel, la serie confirmó una certeza: salvo por la prodigiosa actuación de Diego Boneta esta serie no tiene nada de excepcional. Así era ya en su lanzamiento en 2018 y lo sigue siendo ahora y sin embargo su capacidad de fascinar a los espectadores permanece intacta. ¿Dónde se esconde el encanto de este drama? Es posible que el gran despliegue de producción contribuya a distraer la atención de las debilidades del guion pero eso no explica que tantos hayan señalado a los nuevos episodios disponibles desde el domingo como el mejor antídoto frente al aciago presente pandémico.
Se sabe que la figura de Luis Miguel, los misterios que rodean a la desaparición de su madre, sus romances y su entorno más íntimo siempre atraparon el interés de la prensa y el público, y que el elemento nostálgico de volver a escuchar canciones que forman parte de la memoria afectiva de muchos también le suben el volumen al atractivo de la historia. Sin embargo, quizás lo que justifique más contundentemente el fenómeno de la serie es tanto lo que cuento como aquello que omite: lo que no se muestra fascina igual o más que lo que se expone en pantalla. Esas lagunas en el relato creadas tal vez por necesidades narrativas o por las exigencias del propio Luis Miguel –que sigue siendo productor de la serie– incentivan la intriga y hacen del consumo del programa algo así como una construcción colectiva.
Lo que la pantalla exhibe-o retacea-, funciona como la chispa que enciende la conversación, la curiosidad y la búsqueda. Sin Google a mano, probablemente el suceso de la serie no sería el mismo. Salvando las distancias geográficas e históricas, lo que sucede con la historia de Luis Miguel se asemeja algo a la fascinación que despierta The Crown, que en cada capítulo abre nuevas líneas de investigación amateur a los espectadores más inquisitivos. El juego de las diferencias entre la ficción y la realidad siempre es efectivo y más si el público tiene alguna conexión sentimental con lo que se cuenta, como sucede con Luis Miguel, la serie.
Ante la duda de si los nuevos episodios lograrán el mismo vínculo con sus seguidores de la primera temporada al mostrar al cantante ya como adulto y único responsable de sus decisiones en medio del formativo pasaje de hijo a padre, todo parece indicar que sí. No importa si algunos extrañan-con mucha razón-, la presencia de Luis Rey (Óscar Jaenada) y las nuevas contrafiguras del ídolo no dan la talla porque el fenómeno construido alrededor de la serie tiene tanto que ver con lo que se ve en pantalla como lo que sucede del otro lado cada vez que suena aquello de “hasta que me olvides voy a intentarlo”.
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