El encargado: Guillermo Francella se luce en la segunda temporada de la serie, que transforma a Eliseo de villano en antihéroe
Los nuevos episodios de la comedia creada por Mariano Cohn y Gastón Duprat plantean más desafíos a un personaje cuyo maquiavélico encanto le permite superar cualquier tipo de obstáculo
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El encargado (Argentina/2023) Creado por: Mariano Cohn, Gastón Duprat, Martín Bustos. Elenco: Guillermo Francella, Gabriel Goity, María Abadi, Martín Slipak, Darío Barassi y Gastón Cocchiarale. Disponible en: Star+. Nuestra opinión: muy buena.
El encargado fue uno de los grandes títulos de 2023. Creada por la dupla integrada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, y protagonizada por Guillermo Francella y Gabriel “Puma” Goity, esta serie se convirtió en un fenómeno televisivo que trascendió la pantalla, para dar nacimiento a guiños y referencias que se instalaron en el cotidiano del público (hasta el punto de de dar pie a un absurdo comunicado por parte de una agrupación de porteros que aseguraban que dicha ficción no representaba la realidad). Y debido a esa popularidad, es que la segunda temporada se encontraba ante el desafío de estar a la altura de las expectativas.
Inicialmente los nuevos episodios hacen foco en la llegada de Lucila Morris (María Abadi), una mujer responsable de una asociación de beneficencia, famosa por sus actividades solidarias. Dueña de un instinto natural que la lleva a indagar en los silencios y lo que está oculto, esta nueva propietaria se convierte en una rival natural para Eliseo (Francella), cuando empieza a observar distintas irregularidades en las expensas, que podrían ocultar sobreprecios en servicios prestados al consorcio. Esa investigación amenaza con dejar expuesto a Eliseo, quien tiene innumerables chanchullos, y cuya imagen de hombre desinteresado y servicial se derrumbaría en caso de no desactivar esa bomba de tiempo.
En el otro extremo se encuentra Zambrano (Goity), antiguo rival de Eliseo y cuyos negocios non sanctos también peligran a partir de la aparición de Morris. Frente a ese panorama, los antiguos enemigos deben hacer causa común y establecer una tregua para desterrar juntos a la nueva copropietaria. Con ese fin, Eliseo y Zambrano pondrán en marcha toda clase de oscuras maniobras que al parecer, resultarán inútiles frente a una mujer que no está dispuesta a dejarse amedrentar.
La aparición de Morris es el gran arco sobre el que gira la segunda temporada, una idea que facilita no solo la llegada de una nueva villana, sino algo mucho más interesante, porque con esa excusa el relato explora nuevos aspectos de Eliseo. Descubrir (o redescubrir) a este personaje se revela como el gran corazón de esta temporada, que comienza a abandonar la representación maquiavélica del encargado para explorar los grises y establecer que si bien él suele ser un hombre tremendamente oscuro, también se puede permitir esporádicos actos de nobleza. A su manera, Eliseo es un hombre fiel a sus principios (aunque esos no sean los mejores), y explorar el modo en el protagonista percibe el mundo que lo rodea es uno de los rasgos más interesantes de la segunda temporada.
El primer año de El encargado dejó una compendio de escenas que se repetían una y otra vez, como un loop de aquello que conformaba una rutina que es mucho menos gris de lo que parece. Asustar a transeúntes al azar o sumergirse en charlas con el portero vecino eran parte de ese devenir cotidiano. Y en los nuevos capítulos, a esas postales se les suma una mucho más reveladora, que es la de Eliseo practicando toda clase de expresiones frente al espejo del ascensor. Esos momentos de intimidad (que prueban la pasmosa plasticidad de Francella), son relevantes porque permiten descubrir la intimidad de Eliseo, y el instante en el que este portero entra en calor para sumergirse en el rol de alguien servicial, ocultando su esencia ante prácticamente todos aquellos que lo rodean. Y la aparición de nuevos personajes (como Maxi, interpretado por Martín Slipak) permitirán también profundizar en esas dos caras del encargado.
A tono con el Guasón de Heath Ledger en El caballero de la noche, Eliseo cuenta de mil formas distintas un mismo capítulo. El villano de Batman fabulaba los posibles orígenes de sus cicatrices en la cara, mientras Eliseo reinventa constantemente el instante en el que enviudó. Él utiliza ese recurso para buscar una empatía inmediata, camuflando en el proceso ese mal que subyace en cada una de sus acciones. Hasta que una muerte inesperada dejará un nervio al descubierto.
El decirle adiós a una persona, impacta profundamente en Eliseo y revela una verdad que parecía escondida. Se trata de una pérdida que evidencia su naturaleza no tan solitaria, ya que él se constituye como un hombre que elige con exquisita exigencia a quienes elige cuidar. Como un dios soberbio que se cree dueño de ejercer el bien o el mal, Eliseo se comprende a sí mismo desde un lugar de alguien todopoderoso que domina los pasillos de ese (su) edificio, y no acepta la imposición de nadie por sus hombros (sea Zambrano en la primera temporada, o Morris en la segunda). Pero desde luego que Eliseo no es ningún dios, y de hecho, ni siquiera es infalible. Y la mencionada muerte que tanto lo afecta, deja al descubierto no solo sus límites estratégicos, sino también su lado más vulnerable.
De forma sutil, Cohn y Duprat humanizan con elegancia a este villano. Claro que eso no lo hacen para convertirlo en un héroe, sino más bien para brindarle a los espectadores al enriquecedor proceso de comprender por qué nos gusta (y en qué nos parecemos) a Eliseo, aceptando que a veces ser el malo también puede estar bien.
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