El colapso, una serie inquietante y cautivante
El colapso (L’Effondrement, Francia, 2019). Dirección y guion: Jérémy Bernard, Guillaume Desjardins y Bastien Ughetto. Elenco: Ludna Azbal, Marie Buvet, Philippe Rebbot y Bellamine Abdelmalek. Disponible en: Flow (completa) y en AMC el lunes 22, a las 20, hacen una maratón de todos los capítulos. Nuestra opinión: muy buena.
Esta serie sobre el fin de la civilización industrial fue rodada en Francia y se estrenó en ese país a fin de 2019. Al resto del mundo llegó en plena pandemia, algo que puede ser visto mucho menos como una coincidencia que como una prueba contundente de su postura y la de los colapsólogos (una disciplina coincidentemente iniciada en Francia en la década pasada) que predicen que nuestra entrega al hiperconsumo nos conduce a una inevitable y cercana autodestrucción que se iniciará, en los proféticos versos de T.S. Eliot, “no con una explosión, sino con un gemido”. En todo caso, las nuevas circunstancias de nuestra vida no hacen más que potenciar la inquietud que nos provoca el lento apocalipsis que nos muestra esta ficción.
El colapso del título no está provocado por un suceso extraordinario como el posible impacto de un cometa o la aparición de un plaga zombi sino por la llegada del momento en que nuestro planeta ya no puede seguir sosteniendo a sus economías extractivas: empieza con cortes de luz, desabastecimiento en supermercados, falta de combustible, pérdida del valor del dinero, protestas y migraciones masivas: algo que en el primer mundo es entendido como el principio del fin de todo y, en el nuestro, como la vida cotidiana. Un espectador de la Argentina actual notará que la mirada de la serie es inevitablemente eurocéntrica: fuera de los países desarrollados existen millones de personas que viven desde siempre en las condiciones aquí presentadas. La ficción no los menciona pero sugiere, en los episodios que muestran cómo dos millonarios lidian con la crisis, que para aquellos que nunca disfrutaron de la industrialización y la riqueza que llevó al planeta a su punto de no retorno las consecuencias son aún peores, ya que carecen de los recursos y el privilegio para asegurar su supervivencia.
La serie tiene un conjunto de señas particulares: se trata de apenas ocho episodios de entre 15 y 22 minutos, cada uno independiente de los demás y situado en una locación diferente. Todos están rodados íntegramente en un plano secuencia, es decir, sin un solo corte durante todo el metraje, algo que también implica que suceden en tiempo real: no hay elipsis ni saltos temporales dentro de cada episodio y los 22 minutos que dura un capítulo son también 22 minutos en la ficción. Esta elección estética otorga una sensación de urgencia e inminencia de la desgracia. Los resultados son inevitablemente dispares ya que para evitar los tiempos muertos siempre hay un personaje en acción compulsiva y en medio de un conflicto: en los episodios más logrados, como el que sucede en una estación de servicio en la que se desata el caos cuando se acaba el combustible (el primero en ser rodado y el que convenció a Canal+ de financiar la serie) se produce un efecto de realismo, perentoriedad e inmersión en los acontecimientos tal que el recurso se vuelve invisible. En cambio, en el episodio en el que una mujer navega sola en su velero en busca de una isla en la que se refugian los millonarios, la interpretación hiperquinética de Lubna Azabal (revisa un mapa, busca una galleta, sube a cubierta, baja al camarote, come otra galleta, vuelve al mapa y así) termina resultando neurótica e irritante.
Cada episodio es una viñeta que ingresa por unos minutos en algunos eventos del derrotero de diferentes supervivientes: comienza en medio de una acción y, aunque tiene un pequeño desarrollo narrativo, termina en medio de otra acción; ninguno presenta una transformación, vuelta de tuerca o sorpresa que tenga el efecto de un final. Se trata de escenas aleatorias, fragmentos de un evento en pleno desarrollo. La estructura de casi todos es idéntica: un personaje quiere lograr algo (escapar de un supermercado con comida, salir de una estación de servicio con un camión cargado de combustible y alimentos o llegar a un aeropuerto para tomar un avión) y otros lo obstaculizan; la única variación o interrogante es si lo logrará o no. Para un episodio de 20 minutos, registrado en plano secuencia, que narra un colapso global con un presupuesto moderado de modo convincente y cautivante, es más que suficiente.
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