Eduardo Blanco: el capitán de Alta Mar, serie de Netflix que busca replicar el éxito de Las chicas del cable
Pocos actores tienen, como Eduardo Blanco , la suerte de encontrar en algunas de las historias que lo tienen como figura destacada líneas directas de conexión con una de las características centrales de su carrera artística. A Blanco le toca desde hace un buen tiempo viajar de manera constante entre la Argentina y España, sumando compromisos en cine, teatro y televisión en ambos destinos. Justamente al actor que hace una década y media acompañó a Juan José Campanella en Vientos de agua, una ambiciosa miniserie sobre inmigrantes españoles a la Argentina (y emigrantes argentinos recientes hacia la Madre Patria) y que ahora vuelve a hacer un viaje transoceánico muy semejante en la flamante serie Alta Mar, cuarta producción integral realizada en España para Netflix y disponible a partir de este viernes para los clientes de esa plataforma.
En esta nueva realización de Bambú (responsable de Velvet, Gran Hotel y Las chicas del cable), Blanco interpreta a Santiago Aguirre, el capitán del Bárbara de Braganza, un imponente transatlántico que recorre en los años 40 la ruta que va de Madrid a Río de Janeiro. "Mucha gente me pregunta si estoy de visita en Buenos Aires después de pasar bastante tiempo en España o me fui a vivir a ese país. Digamos que las dos cosas son ciertas", cuenta Blanco, jugando a los enigmas, en el comienzo de una charla en la Redacción de LA NACION.
"Estoy instalado en Madrid desde agosto del año pasado, pero no con la idea de establecerme allí definitivamente. Sigo teniendo mi casa en Buenos Aires y mi mujer, que vive aquí, va y viene a Madrid. Tengo mucha suerte, porque siempre es algo maravilloso poder trabajar en varios lugares a la vez. Llevo hechos muchos viajes de trabajo a España y esta vez me tocó quedarme por más tiempo. Teatro y ahora esta producción para Netflix".
Blanco viajó hace casi un año hacia España para sumarse al elenco de una puesta de El precio, la primera obra teatral escrita por Arthur Miller, y ahora le toca zarpar desde la ficción de Alta Mar desde Madrid hacia Río como responsable de un barco lleno de preguntas e incógnitas. "La historia de esta serie transcurre en medio de un viaje, y como en todo viaje aquí también pasan cosas detrás de cada personaje: aventuras, misterios que espero entusiasmen al público. Este capitán que interpreto ha recibido a todos los pasajeros del barco, que son unos 1600, y tiene algún acontecimiento emocional en su vida que, quién te dice, influya en este recorrido. A lo mejor lo sabremos, a lo mejor no…"
El mayor de esos misterios es el asesinato en alta mar de una pasajera que nadie puede identificar, pero que parece vinculada de algún modo con el resto de los personajes centrales de la historia. Entre ellos dos hermanas interpretadas por Alejandra Onieva e Ivana Baquero, dos actrices muy populares en España y casi desconocidas entre nosotros. Junto a Blanco aparecen en papeles protagónicos el cotizado actor y modelo Jon Kortajarena y, en una actuación especial, José Sacristán.
Blanco dice que los responsables de la serie jamás le explicaron por qué imaginaron para la historia de Alta Mar un capitán argentino. Y él tampoco preguntó la razón. "Era natural –justifica- que en un barco que recorre alta mar un capitán pueda ser de cualquier nacionalidad. Algo así podría ocurrir también con cualquier pasajero. La gente va y viene, se mueve por todo el mundo. Por eso no me pareció raro que este barco fuese conducido por un argentino. ¿Por qué no?".
Al actor, reconocido en nuestro país sobre todo por sus trabajos en cine y en teatro con Juan José Campanella, lo que más le llamó la atención de Alta Mar es el poderío y el despliegue de recursos que exhibe la serie en materia de producción. "Lo que vi durante la filmación es alucionante. Me acordé del barco que construímos acá para Vientos de agua, la miniserie de Campanella que hice en 2005. Se hizo la parte de la proa, en tamaño real, y después se metía en el mar por computadora. Lo que avanzó la tecnología en ese sentido es sorprendente. La producción ocupó varios estudios y en cada uno de ellos construyó distintas partes del barco. Vos estás dentro del decorado, te asomás a alguna de las ventanas y parece que estuvieras en el mar. Hay pantallas Led que te pueden meter una tormenta, un oleaje de 10 metros o un día pleno de sol. Y lo pueden cambiar de inmediato apretando un botón. Te da la sensación de estar de verdad en alta mar. A mí todo esto me asombra como a un chico", relata.
Además de sorprenderse por tantos prodigios técnicos, Blanco celebra que personajes como el suyo en Alta Mar funcionen como ejemplo de un cruce cada vez más grande de miradas y culturas en el presente de la producción audiovisual española, cuya consecuencia más visible es el crecimiento de las oportunidades que se presentan allí para figuras argentinas. Su ejemplo se replica en otros casos recientes como los de Rodrigo de la Serna, Guillermo Pfening y Eleonora Wexler: "Todo comenzó hace unos años muy tibiamente con las coproducciones para el cine. Pero ahora es impresionante lo que está pasando con esto de incluir actores de varios países en una misma producción. Lo vemos en el caso del streaming cada vez más y también en las producciones para el aire o el cable, como ocurre con las producciones de Antena 3 que luego llegan a Netflix. A mí todo esto me atrae más allá de las posibilidades de trabajo, que son muy grandes, porque las historias se enriquecen y las culturas se entremezclan mucho más. Estamos viviendo una época increíble y no somos todavía conscientes del todo de lo que significa".
Es la primera vez desde que Blanco encontró una veta prolongada de trabajo artístico en España que su permanencia se extiende más de lo imaginado. Eso se debe a la exigente temporada teatral que llevó adelante para El precio, con puesta y dirección de la actriz catalana Silvia Munt. "Voy y vengo desde los tiempos de El hijo de la novia, pero nunca había hecho teatro fuera de la Argentina –admite- y es una aventura maravillosa. Por suerte no me toca hablar como español. A mí me desconcentra mucho estar pensando en cómo tendría que pronunciar en vez de concentrarme en la línea de acción del personaje, que es lo más importante".
Ahora, dice Blanco, llega el premio más importante de esta etapa artística española que transita. El 28 de agosto será el estreno en Madrid de Parque Lezama, la obra adaptada y dirigida por Campanella que tuvo un gran éxito en la Argentina (más de 850 funciones) y se reproducirá en la capital española tal cual se hizo en Buenos Aires. "Tenía la fantasía y el deseo de poder hacerla alguna vez en España y nunca pudo darse hasta ahora. Va a ser todo exactamente igual. Va a estar Campanella dirigiendo y Luis Brandoni me va a acompañar. Tal vez cambiemos alguna mínima palabra para que se entienda mejor, pero todo lo demás no va a cambiar".
Sobre Campanella, dice Blanco: "Es un gran amigo. Nos conocemos desde hace mucho, para qué voy a hacer números, cuando él y Fernando Castets estudiaban cine y yo estudiaba teatro, y a ellos se les ocurrió hacer conmigo un largometraje en Super 8. Filmamos todos los fines de semana durante 14 meses y eso inauguró nuestra amistad. Juan cuenta historias como nadie y las disfruto muchísimo, me toque o no participar en ellas. A mí me cuesta mucho ver al Campanella exitoso. Siempre lo veo a mi amigo Juan. Y es la única persona con la que me pasa algo así".
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