Echo, la nueva serie de Disney+ que no termina de convencer
Está protagonizada por Alaqua Cox, pero la historia está llena de falencias y deja sabor a poco
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Echo (Estados Unidos/2023). Dirección: Catriona McKenzie, Sydney Freeland. Guion: David Mack, Marion Dayre, Josh Feldman, Steven Judd, Ken Kristensen. Fotografía: Kira Kelly, Magdalena Gorka. Música: Dave Porter, Mato Standing Soldier. Elenco: Alaqua Cox, Vincent D’Onofrio, Devery Jacobs, Zahn McClarnon, Charlie Cox, Dannie McCallum, Alejandra Jaime. Cantidad de episodios: 5. Disponible en: Disney+. Nuestra opinión: regular.
Nada bueno se extrae cuando se rasca el fondo de la olla y Marvel insiste con esa costumbre desde hace tiempo. Si 2023 marcó el comienzo del fin para las historias de héroes, superhéroes y similares -tanto en cine como en plataformas-, con propuestas como Echo, 2024 no promete ser más auspicioso.
Elegir un personaje como el de Maya López para llevar adelante una propuesta seductora, tiene de entrada el problema de su poca participación en los cómics de Marvel. Incluso aquellos a los que le resulta familiar el nombre (que no son tantos) saben que la chica sorda y experta en artes marciales nació en el universo de Daredevil como una figura secundaria más bien opaca. Además de unos pocos momentos de lucimiento y habiendo sido funcional y transversal a otros títulos de la compañía, su halo de misterio nunca fue de proporciones. Por ello, al principio se podía imaginar que la serie llegaba a suplir esa falta y colocarla finalmente en un lugar privilegiado. Pero no. Si en las viñetas pasó sin pena ni gloria, en su adaptación a imagen real no le va mucho mejor.
Luego de una serie de flashbacks, la serie se desarrolla luego de los eventos vistos en Hawkeye. Maya (Alaqua Cox, actriz que además de tener una pierna ortopédica es, como su personaje, sorda) regresa a su pueblo natal por “temas de negocios”. Esto es, luego de creer haber matado a Kingpin (Vincent D’Onofrio), terminar con su reinado de terror y erigirse como sucesora. Claro que el regreso a sus raíces, no solo las de su familia sino también las de su cultura como descendiente de nativos Choctaw, genera en ella una contradicción, llevándola a replantearse su futuro, como así también su presente.
En cuanto a destreza física, el trabajo de Cox es impecable. Ya en el primer episodio se da una secuencia de lucha contra Daredevil (profusamente anunciado en la previa del estreno, al punto de opacar el protagonismo de Echo) que corta el aliento. Este y otros momentos similares que se suceden a lo largo de los cinco episodios que componen la primera temporada, alcanzará para emocionar al fan menos exigente, fundamentalista de la compañía y sus adocenadas franquicias.
Menos atractiva resulta la intérprete al tratar de dotar a su personaje de la personalidad necesaria en una protagonista de un producto aventurero. Su permanente malhumor opaca cualquier intento de darle a Echo un arco argumental parecido a una evolución. Mientras en los cómics es una mujer fría, calculadora y seductora, en la serie es directamente apática. Conforme avanzan los episodios queda claro que no se trata de un error, sino de una decisión artística, lo que es más grave todavía.
En la misma línea se coloca el guion, que busca ofrecer un drama para adultos alejándose de las exageraciones que el Universo Marvel vuelca en el cine. Sin embargo, en el camino parece que han pasado por alto que “serio” y “tedioso” no son sinónimos. Todo lo contrario pasa con las escenas de acción -que tampoco son tantas-, que sacuden la pantalla y hacen alarde de una virtuosidad visual que dialoga con el espectador llevándolo a experimentarlas a partir de las limitaciones del personaje principal.
Esta falta de equilibrio es lo que domina la totalidad del producto, soslayando unos cuantos méritos como los antepasados de Maya, sus motivaciones, su lucha interna. Elementos interesantes en su desarrollo que terminan enterrados en la abulia de un todo que nunca termina de cautivar.
Echo quizás sea el producto más alejado del Universo Marvel, tal cual se conoció hasta ahora. Y aunque eso a priori podría entenderse como una buena noticia, evidencia también una necesidad artificial de coquetear con él. En esa indecisión a la hora de jugarse de lleno y apostar a una historia diferente, sin forzados cánones preestablecidos, radica su mayor flaqueza. El dicho dice que “el mundo no es para los tibios”, y menos si se trata de una superheroína o, en todo caso, de un grupo de creadores que hablan a través de ella.
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