Dr. Kildare: el drama hospitalario que triunfó como alegoría de un país en crisis y se hundió luego de caer en una melosa tentación
En la piel de un viejo personaje literario, Richard Chamberlain ayudó a inmortalizar, entre 1961 y 1966, la figura del médico de guardapolvo blanco, comprometido desde lo profesional y lo humano con su paciente, serie que impulsó de manera definitiva a este género televisivo
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Basado en un urólogo real, llegó a convertirse en héroe popular de la literatura, la radio, el cine y la televisión. Desde la trinchera sanitaria, definió las características básicas del moderno drama hospitalario televisivo, y ayudó a instalar el guardapolvo como imagen icónica del conocimiento profesional, la idoneidad humana y el compromiso ético con el paciente.
Entre 1961 y 1966, Richard Chamberlain encarnó en la pantalla chica al mítico Dr. Kildare y los espectadores comenzaron a tratarlo como si fuera un médico de verdad, pidiéndole autógrafos y diagnósticos por igual. Habló de aborto, alcoholismo, consumo de drogas, suicidio, eutanasia, abuso intrafamiliar y mala praxis profesional. Tomó posición sobre el mundo bipolar del momento, la guerra de Vietnam y los daños colaterales producidos por los bombardeos atómicos durante la Segunda Guerra Mundial, con tanto éxito que hasta la administración Kennedy le pidió ayuda para instalar sus políticas públicas de salud. Tenía todo a favor, pero se equivocó al cambiar el vademécum por la telenovela melodramática y terminó pagando muy caro ese error.
Un médico por allí
“Pulp”. Así bautizaron en los Estados Unidos a las revistas impresas con el desecho de la pulpa de madera, cuya característica principal era un papel amarronado de bajísima calidad. Por lo general, en cerca de 200 páginas por número, cada publicación ofrecía desaforadas historias fantásticas, policiales, del oeste o en escenarios exóticos. A muy bajo precio, eran leídas y pasadas de mano en mano, exaltando la imaginación de estudiantes y trabajadores por igual, sobre todo durante la crisis del ‘30. El Zorro, Tarzán, Conan, las Crónicas marcianas de Bradbury, Los mitos de Cthulhu de Lovecraft, los negros relatos de Hammett y Chandler, entre otras sagas hoy consideradas clásicas de la literatura, aparecieron durante la edad de oro de la pulp fiction, mucho antes de que Tarantino bautizara a una de sus películas más famosas con esta denominación de origen.
Frederic Schiller Faust (1892-1944) fue uno de los principales artesanos del medio. “Bajo el seudónimo literario de Max Brand, entre 1918 y su muerte en el frente italiano de la Segunda Guerra Mundial, escribió al menos 15 folios diarios con aventuras del lejano oeste, ganándose el sobrenombre de Shakespeare del western”, anotó su biógrafo Robert Easton en el libro The Big “Westerner”. Buscando ampliar su horizonte profesional, Faust tomó la experiencia personal de su amigo, el urólogo George Winthrop Fish, y dio forma al cuento “Internes Can´t Take Money”, publicado por la revista femenina Cosmopolitan en marzo de 1936. La historia, que seguía los pasos del recién recibido Dr. James Kildare, cirujano que dejaba la granja familiar para trabajar en un gran hospital público citadino, pasó sin pena ni gloria.
Pero entre sus lectoras estuvo Sharon Lyn, que además de ser una actriz bastante reconocida, era la esposa de Benjamin Glazer, uno de los fundadores de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los EE.UU. y, por ese entonces, productor de Paramount Pictures. “Acá hay algo, me dijo, y vaya si tenía razón. La ética de la profesión médica, la corrupción política y los códigos del mundo criminal. Y en el medio, la decisión de Kildare por ganar su plata digna y honestamente, en plena Gran Depresión”, recordó Glazer décadas después. Protagonizada por Barbara Stanwick y Joel McCrea como Kildare, la película Internes Can’t Take Money se estrenó en cines el 16 de abril de 1937. A la crítica le pareció intrascendente y al estudio no le sirvió el resultado de taquilla, pero el nombre de Dr. Kildare pasó a ser reconocido por los hombres, además de las mujeres.
El único que se percató del filón fue Louis B. Mayer, último apellido de la tríada Metro-Goldwyn-Mayer, que de inmediato se contactó con Faust, obtuvo los derechos cinematográficos de Kildare y convenció al autor de escribir los guiones para la serie de películas que estaba proyectando. Sólo le pidió una modificación, sumarle al registro melodramático una dosis más potente de acción y aventura. De acuerdo con Easton, Faust fue un poco más allá y “reconfiguró las características del drama médico como género narrativo. Un interno joven e idealista, dedicado con pasión a cumplir su juramento hipocrático, en tensión constante con su jefe, un profesional adulto y experimentado que oficia de mentor. La discusión, tan emocional como filosófica, aparecerá siempre por los dilemas éticos que traigan al hospital las distintas emergencias”.
Bajo estas premisas, Faust definió la base de la futura licencia. Kildare pasó de cirujano a médico clínico recién llegado al Hospital General Blair de New York, dirigido por el Dr. Leonard Gillespie, especie de guía y supervisor personal. Juntos salvarán la vida de los pacientes, colaborarán con la Justicia, influirán positivamente sobre la comunidad e irán desarrollando, como puedan, sus vínculos familiares y sentimentales. El 14 de octubre de 1938, Young Doctor Kildare se estrenó en los EE.UU., protagonizada por Lew Ayres y Lionel Barrymore como Kildare y Gillespie, respectivamente. Fue un suceso instantáneo e inauguró la lógica comercial de acompañar cada película con su correspondiente versión literaria, siempre a cargo de Faust (firmando como Max Brand) en la revista pulp Argosy. Enseguida, Kildare alcanzó el mismo estatus que otras estrellas de la casa, como Tarzán, El Zorro y los westerns de Zane Grey.
A raíz de dos o tres films por año, la saga acumuló nueve entregas hasta 1942; y otras seis películas dedicadas sólo al Dr. Gillespie entre 1942 y 1947. Habiendo saturado la oferta audiovisual, Ayres y Barrymore saltaron al radioteatro con The Story of Dr. Kildare. El programa de media hora, emitido semanalmente por más de doscientas radiodifusoras de los Estados Unidos y Canadá, se mantuvo activo entre 1949 y 1952.
“Después de triunfar en el cine y la radio, a Kildare sólo le quedaba desembarcar en la TV”, aseguró Easton. MGM puso manos a la obra y, para 1953 había terminado dos episodios de prueba, con Ayres interpretando a un Kildare más maduro, a cargo del Hospital Blair tras el retiro de Gillespie. Los testeos funcionaron y la cadena televisiva consiguió el apoyo económico de una importante marca de cigarrillos, pero Ayres se negó a seguir trabajando con ese tipo de sponsoreo. “Una serie médica como la nuestra, que también está dirigida a los chicos, no debe ser utilizada para vender tabaco”, dijo. Ante la insistencia del estudio, Ayres renunció al proyecto. Los nuevos sondeos dieron por resultado que el público no aceptaría a otro Kildare; y la serie se canceló antes de estrenarse.
Guardapolvo blanco
“Nuestro trabajo es mantener con vida a la gente. No podemos decirles cómo tienen que vivir ni cómo tienen que morir”. Al leer este parlamento en un viejo guion para la descartada serie de Kildare, el productor Norman Felton supo que había llegado el momento de resucitar aquella iniciativa. Era 1960, ya no había tabacaleras en danza y Lew Ayres aceptó retomar su icónico papel. “El capítulo piloto se filmó en tiempo record, pero no funcionó -recordó Felton-. Definitivamente, el Kildare de Ayres no era el Kildare que fueran a amar las nuevas generaciones de televidentes”.
Decididos a retomar el formato clásico de la franquicia, Raymond Massey fue elegido para interpretar al Dr. Gillespie; pero las cosas se complicaron con el protagonista. Las dos primeras apuestas de Felton, William Shatner (futuro capitán Kirk de Viaje a las Estrellas) y James Franciscus (que estaba al frente de La ciudad desnuda), declinaron cordialmente la invitación. Sobre la hora, se decidieron por Richard Chamberlain, un joven desconocido con bastante experiencia teatral y algunas participaciones en TV, “cuya sonrisa era un gran capital televisivo”, según Felton.
El nuevo piloto tenía a los dos médicos colaborando con el psiquiatra Theodore Bassett (a cargo de Wendell Corey), que no lograba diagnosticar correctamente a su paciente. “El resultado fue insatisfactorio -aseguró el productor-. Si bien el capítulo funcionaba muy bien y la química entre Chamberlain y Massey era superior a la que imaginábamos, el resultado final no encajaba en el perfil de historias que estábamos buscando”. De inmediato, Felton tomó dos decisiones que terminaron siendo cruciales. Por un lado, eliminó del metraje filmado toda referencia a Kildare y Gillespie, transformando al episodio en el puntapié de un nuevo programa, el thriller psicológico The Eleventh Hour, que se estrenó en 1962. Por otra parte, envió al guionista E. Jack Neuman a recorrer los hospitales de New York en busca de datos e historias que dotaran de realismo a la serie de Kildare.
De regreso, Neuman trajo consigo mucho más que un amplio catálogo de patologías y circunstancias personales, había conseguido el acompañamiento técnico de la Asociación Médica de los EE.UU. (AMA, por su nombre en inglés) para el desarrollo del programa. Con este aval, además de presentar enfermedades y tratamientos existentes, la serie pudo priorizar el impacto social del universo hospitalario en pacientes y trabajadores de la salud. En lenguaje directo y coloquial, el novato Kildare y el veterano Gillespie discutieron cómo debía abordarse el alcoholismo, el consumo de drogas legales e ilegales, la salud mental, el suicidio, las discapacidades, el abuso intrafamiliar de menores y la eutanasia, pero también la violencia juvenil, los incidentes de tránsito como principal causa de muertes evitables, la eficacia de las medicinas alternativas, la judicialización de las prácticas hospitalarias y la mala praxis.
Para Janine Marchessault, profesora de Cine y Medios en la Universidad de York (Canadá), “en lugar de sobrepasar los límites físicos de la naturaleza, Kildare los introdujo en el espacio antiséptico de la modernidad -la sala de emergencias o el quirófano-, donde las diferencias entre las personas desaparecían al borde de la vida o la muerte. El drama telemédico sobre cuerpos disfuncionales, máquinas rotas y almas perdidas, pasó a ser entendido como la alegoría de un país en crisis. Y frente a ello surgió, precisamente, la imagen más confortable, idealizada y mitológica que la medicina pudo ofrecer a la sociedad: el guardapolvo blanco como síntesis del compromiso humano entre médico y paciente”.
El 28 de septiembre de 1961, Dr. Kildare debutó en la pantalla de NBC; cuatro días después, ABC estrenaba Ben Casey. Los dos programas gozaron de un éxito rotundo e inmediato, inaugurando la era de oro de las series médicas. “El público nunca eligió entre Kildare y Casey -confió Felton-, siempre eligió a Kildare y a Casey. Quizá porque, sin buscarlo, las series se complementaron y no compitieron entre sí. Funcionaron como médicos con especialidades distintas, atendiendo en el mismo hospital”.
Cambio de paradigmas
Con el paso de los meses, el éxito de Dr. Kildare siguió en alza. Según la AMA, se duplicó el ingreso de estudiantes a Medicina y la imagen positiva del médico clínico creció en la opinión pública. Al mismo tiempo, el rostro sonriente de Chamberlain se reprodujo en infinidad de revistas, juguetes, novelas, cómics, figuritas y golosinas. Elevado a la categoría de estrella de la industria, grabó dos discos con canciones románticas que hicieron estragos entre el público femenino juvenil. “Todo pasó demasiado rápido -contó Chamberlain a la cadena Fox el año pasado-. Los estudios empezaron a recibir un promedio de 12 mil cartas semanales para mí, algunas pidiéndome atención médica como si fuera un doctor de verdad. Cada vez que salía de gira publicitaria, la gente hacía horas de cola para llevarse mi autógrafo. Era algo maravilloso, pero no era por mí. Era por Kildare”.
Fuera por quien fuera, ninguna estrella de Hollywood (consagrada o en ascenso) quiso quedar fuera del fenómeno. A lo largo de las temporadas, Robert Redford, Charles Bronson, Fred Astaire, Lauren Bacall, Jack Nicholson, Gloria Swanson, James Caan, John Cassavetes, Joseph Cotten, Douglas Fairbanks, Linda Evans, Peter Falk, Carolyn Jones, Dorothy Malone, Lee Marvin, James Mason, Walter Matthau, Sal Mineo, Ricardo Montalbán, Leonard Nimoy, Walter Pidgeon, Claude Rains, Basil Rathbone, Cesar Romero y el propio William Shatner, entre muchos otros, pasaron por los consultorios del hospital.
De hecho, el furor llegó hasta la Casa Blanca. Bajo la administración Kennedy, el vicepresidente Lyndon B. Johnson pidió la colaboración de la serie en la concientización de dos temas sanitarios que eran importantes para el Gobierno: las enfermedades venéreas y la pastilla anticonceptiva. “Con los guiones escritos y las grabaciones en curso, NBC decidió cortar la producción de esos episodios -reveló Felton-. Nunca supimos bien el por qué, pero suponemos que tuvo que ver con la bajada de línea nada conservadora que habíamos elegido. En su lugar, terminamos realizando un capítulo con referencias a la Cortina de Hierro y otro sobre los incendios forestales, el primero rodado y emitido en colores”.
Para la tercera temporada (1963-1964), el programa modificó sustancialmente la premisa original. En la ficción, Kildare era promovido a médico residente, pasando a ocuparse parcialmente de las capacitaciones de nuevos colegas. “Y como buscábamos darle mayor prioridad al punto de vista del paciente, aprovechamos para correr el eje dramático de las historias del personal médico a las familias en tratamiento”, aseguró Felton. La pantalla se llenó con el drama de personas con esclerosis múltiple, diabetes, obesidad, epilepsia, artritis, leucemia, alzheimer y senilidad, a la espera de trasplantes o atravesando embarazos sencillos y complejos, buscados o producto de violaciones. En un caso puntual de connotaciones psicológicas, la producción oficializó una interconsulta entre los profesionales de Dr. Kildare y The Eleventh Hour, aventura que terminó convertida en el primer cruce televisivo de los EE.UU. por ocupar un capítulo de cada serie. A pesar del trajín, Kildare no le corrió el bulto a las cuestiones sociales y se metió con el aborto, la inmigración ilegal, el racismo, la guerra de Vietnam y la responsabilidad ética ante las consecuencias humanitarias del bombardeo nuclear a Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial.
En base a la positiva recepción popular de las modificaciones, que le granjearon a Chamberlain su primer Globo de Oro como mejor actor de TV, la producción redobló la apuesta por el cambio. “La caldera del diablo era el líder televisivo, así que todos empezamos a volcarnos hacia la telenovela, como si ese fuera el único rumbo posible. Aunque visto en perspectiva, no sé si fue la mejor idea”, analizó Chamberlain. Dr. Kildare comenzó a abandonar el formato de historias unitarias para abrazar el “continuará” y sumar subtramas que se desarrollaban a lo largo de varios capítulos. La principal tuvo que ver con la vida romántica de Kildare, que estuvo a punto de casarse en dos oportunidades. La primera, con Francesca Paolini (interpretada por Daniela Bianchi), una prominente representante de la nobleza italiana, y la segunda con Carol Tredman (Angie Dickinson, una década antes de convertirse en la estrella de Mujer policía), una colega fuerte y empeñada en ocultar su pasado.
El público no acompañó tanta dulzura y romanticismo. El rating cayó de manera bastante brusca y NBC terminó de complicar el panorama. Buscando parecerse aún más a La caldera del diablo, que salía al aire tres veces por semana, dividió cada capítulo de una hora de Kildare en dos entregas de 30 minutos cada una, emitidas los lunes y martes. A pesar del agregado definitivo del color, el remedio fue peor que la enfermedad y la medición de la serie terminó cayendo al fondo del pozo. El 5 de abril de 1966, con cinco temporadas y 191 episodios, Dr. Kildare colgó el guardapolvo blanco y salió del hospital, convertido en clásico global de la pantalla chica.
A Chamberlain le costó mucho tiempo y esfuerzo despegarse del rol que lo hizo famoso. Priorizó el teatro por sobre la televisión y logró superar el encasillamiento recién en 1983, con el suceso internacional de El pájaro canta hasta morir, que lo coronó como rey del novedoso formato de las miniseries televisivas. En 2006 aceptó interpretar de nuevo a Kildare, durante la gala de entrega de los premios TV Land, dentro de un clip satírico en homenaje a Grey’s Anatomy, que contó con la participación de Chad Everett (Centro médico), Jane Seymour (Dra. Quinn), Diahann Carroll (Grey’s Anatomy), Bernie Kopell (El crucero del amor), Loretta Swit (M.A.S.H.) y Ed Begley Jr. (St. Elsewhere), entre otros médicos televisivos adorados por el público. “Es fácil entender por qué un personaje como Kildare sigue tan presente en el corazón de las personas -aseguró Chamberlain-. Todos sabemos que algún día nos vamos a enfermar y necesitaremos que nos atienda un médico. Y en ese momento, vamos a querer que sea un médico como Kildare. Que se preocupe por nosotros, que nos escuche y nos ayude. Pero sobre todas las cosas, que nos trate como a un ser humano”.
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