Dos series para descubrir a la pareja dorada de la era del jazz: Zelda Sayre y F. Scott Fitzgerald
Z: The Beginning of Everything ilumina la juventud de la escritora, mientras que The Last Tycoon, que se estrenará el mes próximo, adapta la novela inconclusa sobre Hollywood del autor de El gran Gatsby
Si bien Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) sigue iluminando el firmamento literario gracias a las adaptaciones cinematográficas de sus cuentos y novelas (como El gran Gatsby o El curioso caso de Benjamin Button) y el periódico (re)descubrimiento de obras inéditas, ahora le ha tocado a la televisión obsesionarse con la pareja hermosa y maldita que conformó con su esposa, Zelda Sayre (1900-1948), cuya juventud es retratada en la serie de Amazon Prime Video Z: The Beginning of Everything.
Lo primero que queda en claro es que esta ficción –ya renovada para una segunda temporada y basada en la novela de Therese Anne Fowler, Z: A Novel of Zelda Fitzgerald– tiene como eje excluyente a Zelda (interpretada por Christina Ricci ), una joven de familia acomodada de Alabama sin intención alguna de dejarse cercar en sus pasiones y deseos de divertirse. Sin intentar introducir elementos de su vida futura, la ficción narra apenas los orígenes de la relación que emprendería con Fitzgerald (David Hoflin), que sería extensamente representada como "la pareja dorada de la era del jazz". Toda esa ebullición, en todo caso, quedará para futuros capítulos.
Zelda Sayre es un personaje complejo de describir –fuera y dentro de esta ficción, especialmente por su trunca carrera literaria y su trágica muerte en un incendio del hospital en el que se encontraba internada, el último de muchos– y tal vez sea por eso que sólo con el paso de los episodios se descubren sus motivaciones, sobre todo a través de otros personajes, que suelen mostrarse escandalizados por su falta de apego a las costumbres de su época. Así como en Medianoche en París, de Woody Allen es Hemingway el encargado de describirla (allí es interpretada por Allison Pill), en la serie, Zelda es todo lo que excede los límites que marcan quienes la rodean: las normas del padre (David Strathairn), las buenas costumbres de la madre, la mirada prejuiciosa de las hermanas y desconocidos, y la sorpresa de los hombres que la sacan a bailar. Incluso en el título se cuela algo de todo esto: "La amo y eso es el comienzo de todo” se cita célebremente a F. Scott Fitzgerald en pantalla, cuando se ve a la joven saltar desnuda al agua. Su entonces ignoto marido aún no ha aparecido en la trama.
Un primer plano difícil
Quizás justamente por el peso específico que tiene F. Scott Fitzgerald en el imaginario colectivo y por la necesidad que tiene la serie de dar vuelta la relación para dejarla a ella en primer plano, es que el autor de Suave es la noche, con su prolija raya al medio, queda desdibujado en Z: The Beginning of Everything, incluso al borde de lo increíble. Ambientada en plena Primera Guerra Mundial y antes de sus éxitos literarios, la ficción lo muestra solo como un joven impactado por el desenfado y la pasión arrolladora de la mujer que ama casi instantáneamente, a poco de ir al campo de batalla y desesperado en muchas oportunidades.
Hay mucho que la serie elige dejar de lado. De hecho, al terminar los diez episodios, vemos a un escritor que ni por asomo es quien sería pocos años después, cuando el exilio autoimpuesto en París y su relación con los grandes escritores de la época lo dotaran de un aura mítica. Incluso unos cuantos nombres propios de la década del 20 (la actriz Tallulah Bankhead o el editor Max Perkins) tienen sus momentos en pantalla, pero nadie crece dramáticamente lo suficiente como para opacar a Zelda. Es difícil imaginar, por como está representado, por el modo de actuar de David Hoflin o por los espacios que no llega a ocupar, que detrás de ese muchacho soñador de uniforme y sonrisa franca se encuentrala pluma responsable de El crack-up.
La tarea de Ricci, mientras tanto, es ardua y notable, y en su trabajo constante por mantenerse entre la fragilidad y la fuerza volcánica a veces termina prendiendo fuego a su compañero. Es que la química no es el fuerte de la serie creada por Dawn Prestwich y Nicole Yorkin, que permanentemente lleva a Zelda al centro de la escena, la ilumina, expone y hace brillar.
¿La revancha de Fitzgerald?
El último magnate es la última novela de Fitzgerald. Célebremente inconclusa al momento de morir su autor en 1940, es sin embargo una de las obras más reconocidas del escritor, donde reflejó sus experiencias como guionista en Hollywood, una nueva encarnación de ese sueño americano carcomido por la angustia existencial. En 1976, la novela fue adaptada al cine por Harold Pinter, dirigida por Elia Kazan y protagonizada por Robert De Niro como el productor cinematográfico Monroe Stahr. Con vínculos literarios con El gran Gatsby, la novela se mueve con naturalidad por lo que otros ven de modo extravagante, inmenso o aterrador, dos razones por las que Amazon Prime Video decidiera transformarla en una serie de 10 episodios, con estreno previsto en nuestro país y todo el mundo para el 28 de julio, escrita y dirigida por Billy Ray, responsable de adaptar El secreto de sus ojos en Hollywood.
Allí, en el centro de la escena está Stahr, un muchacho que pasa de pandillero a dueño de los destinos de las estrellas –el personaje está inspirado en Irving Thalberg, mandamás de MGM– encarnado por Matt Bomer (White Collar, Magic Mike, American Horror Story). Lo acompañan, dentro de una larga lista, Lily Collins y Kelsey Grammer como Celia y Pat Brady, el rival del magnate en el estudio.
Sin participar como personaje pero con la posibilidad de filtrarse en cada rincón de esta nueva ficción, tal vez encuentre F. Scott Fitzgerald aquí una revancha para el pantallazo juvenil que le ofrece la ficción protagonizada por Christina Ricci.
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