Dinastía: glamour, hombreras, golpes, cambios de cara y un beso que sembró polémica
Todavía Madonna no había escandalizado al público y tanto Cindy Crawford como Claudia Schiffer eran apenas dos niñas que ni pensaban en conquistar al mundo mirando fijo a una cámara. En aquellos tiempos, apenas iniciados los años ochenta, la televisión tenía la potestad excluyente de imponer modelos estéticos que luego se replicaban en las calles, en las discotecas y hasta en el cine. Y si bien Dinastía quedaría en la memoria de muchos como uno de los culebrones estadounidenses más irreverentes y estrambóticos, debido a sus cambios de elenco y a la laxa historia que proponían sus guionistas, lo cierto es que el gran protagonista del programa, y una de las claves para que se convirtiera en ícono, fue su vestuario glamoroso. De hecho, allí nació uno de los hitos de aquellos años: las enormes hombreras.
Todo ese despliegue que se sostuvo en la mayoría de sus nueve temporadas no fue casual. La idea era salir a competir, como se pudiera, con el gran éxito del momento, y para eso había que conseguir un rasgo distintivo: el glamour, aunque eso implicara sostener un nivel de presupuesto sin precedentes.
Sin espuelas y con capelinas
Corría 1981 y el maldito J.R. Ewing (Larry Hagman) era el personaje que acaparaba, desde hacía dos años, todos los comentarios tanto en los medios especializados como en las cenas familiares. El despiadado empresario petrolero era el protagonista de Dallas, la serie de CBC que retrataba la vida de un grupo de millonarios de aquella localidad estadounidense. Buenos muy buenos y un malo de antología. Esa era la fórmula que había triunfado y desde la competencia, la cadena ABC, tomaron nota.
Para desarrollar un programa que les plantara batalla a los Ewing, convocaron a uno de los grandes hacedores de éxitos: Aaron Spelling. En un principio, la idea era tan similar que de haberse llevado a cabo seguramente, habría terminado en juicio por plagio. Tantas eran las alusiones a Dallas que, en un primer momento, el personaje que terminó interpretando John Forsythe debía ser idéntico al de J.R.: un déspota machista, mal padre, mal hermano y mal esposo, capaz de todo por incrementar su fortuna.
El título que se barajó en aquel momento no deja nada a la imaginación y remitía inmediatamente a la serie de CBC: “Petróleo”. Por suerte, las autoridades de la cadena desistieron y se inclinaron por Dinastía, un nombre que remite a la realeza, al lujo y a las intrigas.
El hacedor y su mansión
Una vez que Spelling recibió el encargo, se contactó con Esther y Richard Shapiro. El matrimonio de guionistas y el productor e ideólogo de éxitos como Los ángeles de Charlie y El crucero del amor, se encontraron en la mítica mansión de Speling. Aquel enorme caserón ubicado en Beverly Hills -y en el que pasaría toda su vida de soltera Tori Spelling, hija del productor- era en aquel momento el más grande de toda California y, según trascendió luego de la muerte de su dueño, estaba valuado en 1000 millones de dólares.
Aquel lugar, repleto de cuartos inmensos, escaleras dignas de un palacio y atendido por un ejército innumerable de sirvientes se convirtió en la inspiración de los guionistas. Las acciones de esta nueva familia debían transcurrir en una mansión similar. Finalmente, se inclinaron por la mítica Filoli Garden, una histórica casa de campo con un inmenso jardín ubicada al sur del Lago Crystal Springs, en la ladera norte de las Santa Cruz Mountains, en California. Esa es la mansión que se ve en la apertura de la serie y en aquellos jardines se grabaron algunas de las escenas de exteriores.
Ni Hannibal, ni Samantha, ni la Mujer Policía, tampoco la gran Sophia Loren
Las premisas que Spelling les dio a los Shapiro fueron pocas y claras: la serie debía tener lujo,
glamour y pasión a borbotones. Faltaba aún encontrar a los protagonistas. Y como suele ocurrir, las primeras opciones no fueron las definitivas.
Inicialmente, el actor elegido para interpretar el personaje de Blake Carrington no fue John Forsythe. De hecho, el piloto de tres horas presentado a la cadena estaba protagonizado nada menos que por George Peppard. Pero el actor, que luego de su rol protagónico en Muñequita de lujo no había vuelto a brillar, se empeñaba en seguir considerándose una estrella, y se comportaba como tal. Tanto, que fue despedido por sus desplantes.
“Entró con el pie izquierdo y aires de diva”, contó Esther Shapiro en una entrevista. Y explicó: “Todo le parecía mal y no hacía mas que morder su enorme cigarro y escupir al suelo. Tuve que decirle: ‘¡Pará! ¡Estás ensuciando el suelo de mi mansión!”. Luego, el actor encontraría revancha con su papel de Hannibal en Brigada A, pero sus aires de superioridad seguirían igual de inflamados: su compañera de elenco, Melinda Culea lo señaló como el responsable de su partida de la serie.
Sin Peppard, Spelling pensó en un viejo amigo: Forsythe. El actor le había puesto la voz, durante toda la serie, al enigmático jefe de Los ángeles de Charlie. “En un principio, un personaje así podía resultar antipático para la audiencia estadounidense, pero Forsythe supo dotarle de un control ante la situación, una firmeza en sus argumentos, una fiereza en su mirada que lo hacían verosímil. Es la referencia del hombre de negocios contemporáneo”, explicaron los Shapiro tiempo después.
Para el rol de la cándida Krystel los responsables de la serie querían a Angie Dickinson, pero la protagonista de Mujer Policía rechazó el papel por considerarlo demasiado débil y porque creyó que la serie no pasaría de la primera temporada. Entonces, pensaron en Elizabeth Montgomey, la actriz de Hechizada, pero tampoco aceptó. Así, el rol quedaría en manos de Linda Evans.
Con el icónico rol de Alexis pasaría algo similar. La primera opción para interpretarlo fue nada menos que Sophia Loren. La segunda, Elizabeth Taylor. También se pensó en Rachel Welch y en Jessica Walter. De hecho, cuando se filmó la primera escena del personaje, en el último episodio de la primera temporada, todavía no estaba definida la actriz que lo encararía. Por eso, se la ve de lejos, con lentes oscuros y sombrero de ala cubriendo parte de su rostro. Aquel primer cameo de la malvada más recordada de la tele no fue interpretada por una actriz, sino por una amiga de los productores. En la segunda temporada aparecería, sí, la mítica Joan Collins.
Malísimo, malo, aburrido,
Cuando a Forsythe le propusieron formar parte del proyecto, solo puso una condición: que su personaje se mantuviera siempre fiel a su esposa. De esta manera, a pesar de que durante la primera temporada de la serie Blake Carrington fue el “malvado” indiscutido de la trama, su “puritanismo” lo fue diferenciando cada vez más del de J. R. en Dallas. Con la llegada de Alexis, en la segunda temporada, su rol fue cada vez más híbrido, convirtiéndose en casi un expectador de lo que ocurría a su alrededor, incluídas las recordadas peleas, con golpes, empujones y tirones de pelo incluídas, entre su actual mujer y su ex.
De hecho, los guionistas querían que durante la séptima temporada el patriarca sufriera amnesia y se enamorara de su ex, Alexis, pero el actor recordó aquella condición que había puesto y no hubo pasión ni romance entre ellos. Blake se mantuvo firme y, mágicamente, mejora al reencontrarse con su amada Krystle.
De avanzada, pero no tanto
Uno de los rasgos más marcados de Blake durante la primera temporada era su homofobia. Es que, entre otras cosas, Dinastía cuenta en su haber con un hito: el de haber presentado por primera vez un protagonista abiertamente gay.
Steven, uno de los hijos de Blake y Alexis, era constantemente denostado por su hermano mayor, Adam (Gordon Thomson) y por su propio padre. Durante la primera temporada, cuando el joven invita a la casa familiar a su mejor amigo y el patriarca los encuentra abrazados frente a la chimenea, enloquece y lo golpea. Como consecuencia, el invitado cae, se golpea la cabeza y muere.
El actor que interpretaba a Steven, Al Corley, estaba orgulloso de ser el primero en dar vida en la pantalla chica a un personaje gay que elegía vivir su vida sin esconderse. Por eso, decidió dar un paso al costado cuando la cadena cedió ante las presiones y decidió “curar” al personaje. Entonces, hizo su entrada en la serie Jack Coleman, un actor que en nada se parecía a Corley, pero que a partir de ese momento interpretaría al malogrado personaje.
Para fundamentar el cambio, los guionistas no se esforzaron demasiado. Explicaron que Steven se encontraba en una plataforma petrolera en el momento en el que se produjo una explosión y que los médicos debieron reconstruirle el rostro sin tener a mano una fotografía que les sirviera de referencia.
Esta sería la primera de una seguidilla de cambios en el elenco y de explicaciones descabelladas e infantiles. Cuando Coleman decidió también abandonar el programa en 1988, fue sustituido nada menos que por Corley. Y así, el personaje recobró su vieja cara en el especial Dynasty: The Reunion, de 1991.
Tu cara no me suena
Durante la primera temporada, Krystel no debía pelear con Alexis por el amor de su marido. Su gran enemiga era Fallon, la hija de su amado. Aquel personaje errático, que se enamoraba y se desenamoraba con una facilidad pasmosa y que adoraba a su padre fue uno de los pilares fundamentales de la historia durante sus comienzos. Pero la actriz que la interpretaba, Pamela Sue Martin, se aburrió de la serie y quiso probar suerte en el cine. Entonces, el personaje corrió una suerte similar a la de su hermano.
Fallon, entonces, también sufría un accidente del que salía desfigurada. Y al reaparecer, no solo lo hizo con otro rostro, sino con un marcado acento británico. Es que, como reemplazo, la producción eligió a la actriz inglesa Emma Samms.
Estaba claro que desde la producción de Dinastía no estaban dispuestos a aceptar reclamos por parte de sus actores secundarios. Esa intolerancia se hizo evidente cuando Lee Bergere -quien interpretó a Joseph, el mayordomo de la familia Carrington durante tres temporadas- fue despedido luego de que se atreviera a pedir más tiempo en pantalla para su personaje.
Algo parecido sucedió con Catherine Oxenberg o con Bo Hopkins, que abandonó la serie tras el final de la primera temporada por “diferencias de criterios” con Spelling. Como si se trata de una pequeña venganza, el todopoderoso productor siempre le encargaba a los guionistas que les dieran a los personajes que iban quedando en el camino finales de lo más truculentos.
“Donald Trump en versión femenina”
Como ya contamos, la aparición de Alexis fue tan espectacular como inesperada. En rigor, el personaje hace su entrada durante el juicio que se lleva a cabo contra Blake por el asesinato del “amigo de su hijo”, con toda la intención de testificar en su contra.
En contraposición a lo que ocurrió con el personaje del patriarca de la familia, el personaje interpretado por Collins no iba a ser tan malvado como terminó siendo. Hasta ese momento, el programa no lograba su cometido de imponerse ante Dallas por el podio del rating. Pero la llegada de Collins lo cambió todo.
“Ella entendió el papel en el primer momento. Y también comprendió que la línea entre ella y el papel que interpretaba necesitaba confundirse”, explicó su coestrella, Forsythe, en una entrevista. Y es cierto. Su acento británico, su porte de estrella de otros tiempos, su erotismo a cuentagotas y su mirada siempre penetrante dotaron al personaje de un aura nueva, inquietante y magnética.
La idea de que Alexis se convirtiera en una especie de J.R. pero en versión femenina fue justamente de la actriz, que era fanática expresa de Dallas. Y, ante las condiciones impuestas por Forsythe, la cadena consideró que la idea era genial. “Alexis era como Donald Trump hecho mujer”, expresaría años después la actriz británica para referirse a su más recordado personaje.
Moda, estilo y una estética que marco una época
Uno de los grandes aciertos del programa fue contratar al vestuarista Nolan Miller. Fue él el encargado de crear los atuendos que luego se volverían icónicos. El éxito fue tal que de ser un simple vestuarista pasó a ser uno de los diseñadores más venerados de aquellos años.
Todas querían llevar los trajes que lucían Krystel, Alexis, Amanda o Claudia. Y el revuelo durante el primer desfile de Miller fue tal que terminó en escándalo. Con los tres protagonistas de la serie en la célebre tienda neoyorkina Bloomingdale’s, la gente comenzó a enloquecer. “Empujaban las puertas y lo que iba a ser un desfile pronto se convirtió en una pesadilla. Golpes, vasos rotos, una histeria incontrolable. Nadie se fijó en la ropa. Mucha quedó destrozada”, relataría por aquellos tiempos el diseñador.
En total, Miller diseñó alrededor de 3 mil trajes para las mujeres de la serie. El presupuesto semanal con el que contaba durante los primeros años era de 35 mil dólares. “Necesitábamos crear un vestuario que fuera tan excesivo y rotundo como los personajes. Y así nació un clásico: las hombreras. Creaban una imagen potente, como la de Joan Crawford en sus películas. Y contábamos con materiales lujosos, sedas y pieles. Hicimos un vestido que pesaba mas de diez kilos por la cantidad de lentejuelas”, recuerda el diseñador.
Con respecto a las joyas, en muy pocas ocasiones eran cedidas por famosas casas como Tiffany o Harry Winston. En general, eran creadas por el mismo Miller, quien años más tarde confesó que todas aquellas gemas que despertaban admiración desde la pantalla eran falsas.
Sangre, glamour y lágrimas
Si, es cierto: las escenas más recordadas de Dinastía tenían a sus actrices principales como protagonistas. Y no solo por el despliegue de joyas y vestuario. Los momentos más icónicos eran sus peleas.
Hasta ese momento, la lucha física en las ficciones estadounidenses estaban monopolizadas por los hombres. Pero Dinastía cambió para siempre esa premisa. Tanto, que gracias a los enfrentamientos a golpes entre Alexis y Krystel se acuñó un nuevo concepto: “pelea de gatas”.
Esas escenas, que terminaron convirtiéndose en la columna vertebral del culebrón, eran tan reales que despertaron los rumores de que Collins y Evans en realidad se odiaban. Ellas guardaron silencio durante un tiempo, alentadas por la producción, que creía que aquella teoría contribuía al éxito del programa, pero terminaron confesando que eran amigas.
Pero mientras los medios insistían en que las dos divas de la tele no se podían ni ver, la realidad dentro del set era otra. Los que realmente se llevaban a las patadas eran Collins y Forsythe. “Joan pensaba que era homosexual porque jamás mostré interés alguno por ella ni sus avances”, declararía el veterano galán años más tarde. La aludida, en tanto, respondió con una carcajada cuando la prensa le preguntó si eso era cierto.
El beso más comentado
Fueron varias las estrellas devaluadas que gracias a su paso por Dinastía vieron florecer sus carreras. Una de ellas fue el galán de Hollywood por excelencia, Rock Hudson, quien entró en la serie como interés amoroso de una siempre sufrida y abúlica Krystel.
Todos esperaban que ese primer beso entre la cándida protagonista y Daniel Reece, su amante, asombrara a los televidentes. Lo que nadie se atrevió a pensar es que se convertiría en uno de los momentos más extraños, oscuros y comentados de aquella época.
Dos años atrás, justamente en Denver, Colorado -el lugar en el que transcurre la historia de Dinastía- se produjo la primera conferencia sobre el sida en aquel país. Allí se dieron a conocer las cifras que, ya para esa altura, eran alarmantes: el virus se encontraba presente en 33 países y solo en los Estados Unidos había 3 mil casos confirmados y 1.283 víctimas fatales.
Para 1985, el año del tan comentado beso, salía al mercado una prueba serológica de metodología inmunoenzimática para diagnóstico de la infección por VIH, pero los casos seguían en aumento: el virus ahora estaba presente en 51 países y en San Pablo, Brasil nacía el primer bebé infectado.
En su autobiografía Recipes for Life: My Memories, Evans recordó: “En lugar de besarme apasionadamente, ponía sus labios sobre los míos y los separaba”. La escena se repitió una, dos, tres veces hasta que el director estalló de furia. “Por favor, Linda, besalo vos con pasión”, le pidió a la actriz. Meses después, Hudson contaría que tenía sida. “Fue increíblemente conmovedor que quisiera protegerme”, expresó Evans en sus memorias.
Sin embargo, sus compañeros de elenco recuerdan aquel momento de manera muy distinta. “El día que rodaron la escena del beso, Linda estaba muy nerviosa. Los rumores corrían por todo el set. Mi peluquero me susurró: ‘Tiene sida’. ‘¿Qué es eso?’, le pregunté yo”, aseguró Collins. Y afirmó: “Todo el mundo le decía a Linda que no lo besara, que no lo tocara. Fue imposible. Después del rodaje, Linda histérica se lavaba la boca con todo tipo de dentífrico y jabón, arruinándose el maquillaje”.
Otra de las coestrellas del programa, Diahann Carroll, coincidió: “No sabíamos nada y la ignorancia es una de las cosas más dañinas para el ser humano”. Hudson moriría meses después de su participación en la serie, y la imagen de aquel beso se convirtió en la tapa de muchos medios gráficos con titulares catastróficos.
Ovnis, terroristas y un final que se hizo esperar
Si el alto presupuesto fue una constante durante los primeros siete años de la serie, dejó de serlo a partir del sexto, y de manera drástica en el último.
Los guionistas habían hecho estragos con la historia, para suplir la falta de dinero. Uno de los hechos más descabellados ocurrió con Fallon en el spin off de la serie, Los Colby : luego de perder la movilidad de sus piernas, de sufrir amnesia y de cambiar de rostro, la hija mimada de la familia Colby fue ¡abducida por los extraterrestres!
Sin embargo, ni siquiera esos giros tan sorpresivos como poco creíbles pudieron revivir el interés de los televidentes. Otro de los giros argumentales más ridículos ocurrió en el final de la quinta temporada: con motivo del casamiento de Amanda -antes interpretada por Oxenberg y por ese entonces por Karen Cellini- con el príncipe de Moldovia, todo el elenco se encontraba reunido en una iglesia cuando una tropa de guerrilleros irrumpe en el lugar y comienza a disparar a mansalva. Luego de un fundido a negro, la nada.
“Muchos de los actores no sabíamos si íbamos a volver la temporada siguiente. Veíamos a los asistentes de producción derramando kétchup en nuestras caras y entendíamos que los que estaban bañados en salsa no regresaríamos después de vacaciones”, recordó una risueña Ali MacGraw, otra de las estrellas de la serie, años después.
De los doce protagonistas de la primera temporada solo dos llegaron a la última, Forsythe y John James, el actor que personificó a Jeff, uno de los herederos de Alexis y Blake. Tanto Collins como Evans habían comenzado a espaciar sus apariciones por no haber llegado a un acuerdo económico con la cadena, y todo eso redundó en un final para nada glamoroso: varios de sus personajes terminaron en peligro de muerte y sus conflictos sin ninguna resolución.
Dos años más tarde, ABC aceptaría darle un fin ajustar algunos de los cientos de cabos sueltos de la historia. Así, en 1991 ve la luz Dynasty; The Reunion, un especial de dos episodios que propuso, ahora sí, un corolario un poco más piadoso tanto para los televidentes como para los personajes.
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